Una fiesta indisimulada
El cantaor madrile?o retorna a sus or¨ªgenes en una noche feliz junto a la inmensa guitarra de Diego del Morao
Anoche tocaba dar el cante. Pero del bueno. Ajeno a su reciente polvareda televisiva, a la que no dedic¨® ni un gui?o, Diego el Cigala se divirti¨® con lo que siempre supo hacer mejor. Su nuevo disco lleva el inequ¨ªvoco t¨ªtulo de Vuelve el flamenco, un retorno a las esencias que el madrile?o ofici¨®, en la jornada inaugural de los Veranos de la Villa, ante un Price entregado y casi lleno.
Nada resultar¨ªa tan sencillo sin Diego del Morao, el predilecto de Paco de Luc¨ªa, guitarrista may¨²sculo que, a diferencia del maestro, toca con la cara iluminada por la felicidad. El hijo de Mora¨ªto Chico no tensa la figura, se acompasa con todo el cuerpo, abraza la guitarra como quien la acuna. Y su tocayo desgrana sole¨¢s, buler¨ªas y dem¨¢s palos cl¨¢sicos seg¨²n se los va pidiendo el cuerpo, siempre dispuesto a que sobre las tablas acontezca una fiesta indisimulada.
Cigala intercambia gestos y sonrisas con el percusionista (Sab¨² Su¨¢rez) y los tres palmeros como una pandilla de amigos inmersos en un sarao euf¨®rico. Y entre medias suministra algunas de sus recientes incursiones en territorios vecinos: la Chavela de Soledad¡¯?Mach¨ªn doblemente representado con Coraz¨®n loco?y Un compromiso; ese tango memorable, Nostalgia, de Cad¨ªcamo. Y al final, el baile huracanado de Paloma Fantova. Todo parabienes, todo alegr¨ªa.
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