Gamberro pero menos
Jamie Cullum realiz¨® una gran actuaci¨®n en el Poble Espanyol pero era imposible quitarse de la cabeza lo que podr¨ªa haber sido en un teatro
La de Barcelona es una buena plaza para Jamie Cullum. Aqu¨ª ha cosechado grandes y merecidos ¨¦xitos mientras el n¨²mero de sus seguidores iba creciendo exponencialmente. De ser un gamberro gracioso que sab¨ªa tocar el piano se ha convertido en un showman arrebatador (gamberro pero menos) que cautiva a las masas tanto por sus canciones y su peculiar forma de decirlas como por su desparpajo esc¨¦nico y su actitud siempre tremendamente vitalista.
Ha sido una evoluci¨®n l¨®gica, ahora se puede permitir el lujo de llenar la plaza mayor del Poble Espanyol, pero en el trasiego de los escenarios teatrales a los grandes espacios abiertos se ha perdido esa cercan¨ªa que el brit¨¢nico sabe vender como pocos y que era uno de sus grandes atractivos, lo sigue siendo pero en menor medida. Y se ha perdido tambi¨¦n parte de la intensidad de una propuesta musical cargada de detalles cambiantes que no se pueden apreciar en la distancia. Por supuesto que sigue sumergiendo entre el p¨²blico mientras canta Love for sale a golpe de sintetizador vintage pero la distancia en el escenario y sus seguidores es ahora mucho mayor, como mayor es la propensi¨®n a batir palmas y cantar los estribillos m¨¢s que a dejarse arrebatar por la m¨²sica (batir palmas y disfrutar de la m¨²sica suelen ser cosas incompatibles). La del jueves en el Poble Espanyol fue una gran actuaci¨®n pero era imposible quitarse de la cabeza lo que podr¨ªa haber sido en un teatro, incluso de grandes dimensiones como el Palau en el que Cullum ofreci¨® uno de los conciertos m¨¢s apote¨®sicos que por aqu¨ª se recuerdan.
La actuaci¨®n de Cullum fue muy similar a la que ofreci¨® el pasado a?o en la sala Barts pero esta vez sin la pantalla de v¨ªdeo que tanto juego daba y con una sonorizaci¨®n muy inferior en calidad. Como entonces comenz¨® a golpe de percusi¨®n con The same things y fue combinando temas propios con versiones ajenas que pasadas por su trituradora suenan ya m¨¢s a Cullum que a otra cosa. Jazz, pop y baladas intimistas. El eterno Cole Porter d¨¢ndose la mano con los Beatles (soberbia versi¨®n de Blackbird) o con Rihanna (Don't stop the music se convirti¨® en uno de los momentos ¨¢lgidos de la velada) y todo con ritmo, mucho ritmo. Un ritmo que calaba hondo y que ya desde el primer tema puso en movimiento a todo el Poble Espanyol.
Tampoco Cullum paraba quieto. Toc¨® el piano, lo golpe¨® de todas las formas imaginables, se subi¨® en la tapa y salt¨® desde ella en diversas ocasiones (pirueta marca de la casa que no puede faltar en ninguna de sus actuaciones). Un cuarteto de multiinstrumentistas le secund¨® a la perfecci¨®n para redondear dos horas de ritmo exultante e intensidad musical. Y se bail¨®, se cant¨® y se picaron palmas ?se puede pedir m¨¢s para una velada estival al aire libre?
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