Elecciones y pol¨ªtica
Ante la pasividad de las instituciones, la gente se moviliza, reivindica y hace. Crece la fuerza del contrapoder popular
No son lo mismo. Por mucho que insistan, la pol¨ªtica no se acaba en las elecciones ni se materializa solo en los elegidos y en los cargos que ocupan. Y eso siempre ha sido as¨ª, aunque en los ¨²ltimos treinta a?os el mensaje haya sido: ¡°la pol¨ªtica la hacemos nosotros; a vosotros os toca votar; las decisiones las tomamos razonablemente bien y son en beneficio vuestro; confiad y ser¨¦is recompensados¡±. Ahora estamos en otros tiempos. M¨¢s revueltos. De menos confianza y de menos recompensas. M¨¢s pol¨ªticos y menos estrictamente electorales. Pero ello no quiere decir que las elecciones hayan dejado de ser importantes. Vuelven a ser significativas porque gracias a la repolitizaci¨®n en la que estamos inmersos, encaramos el nuevo ciclo electoral con expectativas de poder alterar un rumbo de las cosas que se nos ha ido presentando como inalterable y sin alternativas.
Es rese?able el renacer de la atm¨®sfera de la transici¨®n en muchos de los debates sobre el acontecer pol¨ªtico. Hace unos d¨ªas tuve ocasi¨®n de ver el documental de Tino Calabuig y Miguel ?ngel Condor, La ciudad es nuestra. El film, rodado en 1975, se basa en las vivencias y testimonios de dirigentes vecinales de barrios perif¨¦ricos de Madrid, como el Pozo del T¨ªo Raimundo, Orcasitas o El Pilar. Las peripecias que se muestran son muy familiares para qui¨¦nes vivimos en la Barcelona de la ¨¦poca. Y pueden f¨¢cilmente recordarse viendo Barraques de Alonso Carnicer y Sara Grimal. Lo significativo es o¨ªr los debates que se plantean en el documental madrile?o sobre la relaci¨®n entre los movimientos vecinales y las instituciones. La exigencia de participar en las decisiones, la tensi¨®n entre negociar, ocupar o construir por libre. El debate sobre la conveniencia o no de presentarse a las elecciones, sobre los peligros de colaborar o la oportunidad de apropiarse de las instituciones y modificar su rumbo.
?Qu¨¦ tiene que ver todo ello con lo que ahora acontece? Las condiciones de vida son indudablemente mejores. Las desigualdades persisten, pero en otra escala. Las instituciones, por deficientes que nos puedan parecer, no son las de la dictadura. Pero, algo resuena en nuestras mentes cuando vemos im¨¢genes y debates de aquella ¨¦poca. La ilusi¨®n que se manifiesta por disponer de instituciones al servicio de las necesidades populares, fue aparentemente satisfecha al instaurarse la democracia y al ¡°entrar el pueblo en los ayuntamientos¡±. Todo estaba por hacer y debe reconocerse que se hizo mucho.
Pero el sue?o y la realidad pocas veces coinciden. La vitalidad de la calle queda encorsetada en procedimientos y formatos que no entienden de sentimientos y emociones. La horizontalidad de la asamblea vecinal se torna jerarqu¨ªa obligatoria en partidos y consistorios. El pragmatismo muestra caminos estrechos en que la voluntad de transformaci¨®n dif¨ªcilmente transita. Los intereses de siempre saben tocar los resortes adecuados para convertir en generales lo que son intereses estrictamente particulares.
La vitalidad de la calle queda encorsetada en procedimientos y formatos que no entienden de sentimientos y emociones
Y as¨ª llegamos hoy a unas instituciones que muchos vemos como ajenas. Crece la insatisfacci¨®n y hay mucho miedo a perder lo conseguido. Se agranda la sensaci¨®n de privilegio de los que mandan cuando se precariza la existencia de todos. Ante la pasividad de las instituciones en ciertos temas, la gente se moviliza, reivindica y hace. Aumenta el valor y la fuerza del contrapoder popular, pero las instituciones siguen ah¨ª, siguen decidiendo por todos y administrando recursos de todos.
El paso de la calle a las urnas est¨¢ lleno de incertidumbres y da v¨¦rtigo pasar del sue?o a una realidad que se sabe compleja y llena de racionalidad pol¨ªtica instrumental. Dec¨ªa hace poco Marina Garc¨¦s que ¡°deber¨ªamos aspirar, al menos, a no repetir las derrotas que ya conocemos¡±. En este sentido, conviene recordar que no solo ha cambiado el estatuto legal de las instituciones o la calidad urban¨ªstica de los barrios. Tambi¨¦n han cambiado las capacidades t¨¦cnicas, los instrumentos y recursos con que se trabaja, y las potencialidades del trabajo compartido.
A lo que en el documental aludido eran asambleas, manifestaciones y meg¨¢fono, hoy se a?aden seminarios, acciones virales y redes sociales. Avanzamos en la exigencia y la viabilidad de mecanismos de democracia directa. Practicamos y conocemos experiencias de mayor control y transparencia de los asuntos p¨²blicos. Disponemos de criterios a seguir en materia de compromisos ¨¦ticos en el ejercicio de la pol¨ªtica. Se sabe lo que implica descapitalizar movimientos sociales y confiar solo en los cambios desde las instituciones. Se est¨¢ construyendo una nueva institucionalidad social. Sabemos que el poder no est¨¢ donde dicen que est¨¢. Sabemos en definitiva que la pol¨ªtica no se agota en las elecciones. Pero no somos tampoco tan ingenuos para pensar que lo que se juega en las elecciones no va con nosotros.
Joan Subirats es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica e investigador del IGOP de la UAB
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