El Robespierre que todos llevamos dentro
El p¨²blico elige el miedo, los Borbones y La Caixa, entre las primeras ¡®v¨ªctimas¡¯ de la guillotina virtual del Grec
Nueva genialidad, provocaci¨®n y gamberrada de un maestro. A sus 84 a?os el director y escen¨®grafo Iago Pericot, recordado por espect¨¢culos hist¨®ricos como Rebel delirium (1977). Simf¨°nic King Crimson (1989), Bent (1982) o Mozartnu (1986), se ha puesto jacobino o termidoriano, en todo caso expeditivo, y ha levantado una guillotina de tomo y lomo en Barcelona. La justicia po¨¦tica hubiera querido un lugar m¨¢s visible, la plaza de Catalunya o la de Sant Jaume ¡ªaunque tampoco quedar¨ªa mal en una plaza dura o, mira, en el Born¡ª, pero donde se ha instalado el radical, definitivo mecanismo es en el vest¨ªbulo del Mercat de les Flors, bajo la alta cupula pintada por Miquel Barcel¨®.
La guillotina empez¨® a funcionar ayer y lo seguir¨¢ haciendo hasta el s¨¢bado, con tres cortas (de duraci¨®n, no de cortar, que tambi¨¦n) funciones diarias. Y es que como apunt¨® Pericot con esa sonrisa maliciosa suya, ¡°hay mucho que cortar¡±. ?l, muy pillo, no dice el qu¨¦, y se lava las manos. Ha dejado en las del p¨²blico la elecci¨®n de las v¨ªctimas de Madame Guillotine. Que cada cual envie al tajo aquello que le empre?e, le moleste, le acongoje.
¡°Cada tarde paseo al perro y escucho a la gente que dice que todo va mal¡±, explicaba Pericot antes de la primera representaci¨®n; ¡°pens¨¦ que hab¨ªa que dar un poco de salida a ese sentimiento pesimista y de frustraci¨®n, y se me ocurri¨® lo de la guillotina. Se trata de depurar las preocupaciones, econ¨®micas, pol¨ªticas, familiares, con un acto tan simple como efectivo¡±.
El maestro deja a la total libertad de cada espectador, convertido en Comit¨¦ de Salvaci¨®n P¨²blica unipersonal, decidir a qui¨¦n quiere enviar al afilado cadalso. Una aplicaci¨®n para el m¨®vil permite, en lo que ya es una moda en este Grec, participar en el asunto. Una vez descargada puedes apretar con el dedo en la pantalla y hacer progresivamente subir la cuchilla.
?De verdad que Iago Pericot no ha pensado en la coyuntura actual, la crisis, el soberanismo, el republicanismo, al hacer el espect¨¢culo? ¡°No, no,¡±, se escabulle el viejo zorro. ¡°Yo no pienso en nada ni incito a nada, es un juego, una diversi¨®n¡±, Pues es un juego contundente. ¡°S¨ª¡±.
Con la ayuda de otro de nuestros grandes, Hermann Bonnin, y poco presupuesto, Pericot ha creado su guillotina. Y la verdad es que impresiona. Es dif¨ªcil no tragar saliva al verla ¡ªlos usuarios sin duda no pod¨ªan hacerlo despu¨¦s¡ª o no encomendarse a la Pimpinela Escarlata. Es tan realista (bien, quiz¨¢ no es la palabra) que asusta.
El espect¨¢culo, la funci¨®n, el acto o como quieran denominarlo se inicia con la aparici¨®n de un actor (Oriol Pla) con guitarra, sombrero de copa y sin camisa (una alusi¨®n tal vez a los sans culotte), que anima al p¨²blico a acercarse al ingenio (de entrada todos guardamos prudente distancia, por si se desata el Terror generalizado, m¨¢s a¨²n si tu nombre se puede confundir con el de Danton).
Entre los presentes ayer, Sergi Mateu, el que fuera actor fetiche de Pericot, que se miraba la movida desde lejos, disimulado bajo un sombrero de paja y bebiendo una cerveza.
¡°A la guillotina, vamos¡±, persuad¨ªa el escenificador. ¡°La guillotina es la medicina¡±, rimaba. ¡°Enviad aqu¨ª la emoci¨®n, el objeto, la figura que quer¨¢is llevar a la guillotina¡±, dec¨ªa pasando el sombrero. ¡°?Alguien se quiere librar de algo espec¨ªfico?¡±, insist¨ªa. ¡°?Del miedo!¡±, grit¨® por fin una chica. ¡°De los Borbones¡±, aport¨® otro espectador. ¡°De Pili¡±, se sincer¨® un tercero. La cosa se iba caldeando. Todos llevamos un Robespierre dentro.
La tensi¨®n crec¨ªa, la multitud rugi¨®. El Moloc de acero ped¨ªa m¨¢s v¨ªctimas. ¡°?La Caixa!¡±, se oy¨® por encima del bullicio.
La cuchilla lleg¨® a lo m¨¢s alto, se encendi¨® una luz rojo sangre. Y la hoja cay¨®. ?Ch¨¢s! Hubo un grito general y el sombrero sal¨ª¨® volando como un d¨ªa lo hizo la cabeza de Maria Antonieta, o la de Lavoisier. ¡°?Ya est¨¢?¡±, coment¨® Mateu. ¡°Yo hubiera querido que rodaran m¨¢s cabezas¡±. Tranquilo Sergi, quedan m¨¢s funciones.
Un gran aplauso tachonado de ¡°bravos¡± premi¨® el breve espect¨¢culo. Pericot sali¨® a saludar visiblemente emocionado y pareci¨® enviar un beso a la guillotina. ¡°La cabeza clar¨ªsima, pero el cuerpo no tanto, estoy cansado¡±, explic¨® al interesarse alguien por su salud. Que nadie se fie. Enseguida se puso a hablar de sus nuevos proyectos: un espect¨¢culo sobre Ad¨¢n y Eva que salen de un cuadro para entrar en el mundo de hoy... Mientras, al maestro se le iban los ojos hacia su querida guillotina, y una lagrima de padre orgulloso rod¨® por su mejilla.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.