El culebr¨®n del verano
"La comedia de enredo que est¨¢n protagonizando el se?or Mas y el se?or Rajoy promete episodios apasionantes"
A estas alturas de julio, quien m¨¢s quien menos se dispone a tomarse unas vacaciones y a devorar los best sellers estivales. Hasta los peri¨®dicos son conscientes de que no pueden competir y adelgazan a ojos vista. Sin embargo, este a?o no deber¨ªan tenernos a pan y agua. La comedia de enredo que est¨¢n protagonizando el se?or Mas y el se?or Rajoy promete episodios apasionantes que solo se resolver¨¢n en oto?o. Hay que reconocer que supieron mantener la tensi¨®n dram¨¢tica durante todo el invierno de manera impecable: aquella firmeza incorruptible, aquellas miradas desde?osas, aquellas declaraciones altisonantes. Bueno, pues ahora resulta que s¨ª que se ver¨¢n, que puede que se cojan de la mano y que, si se tercia, a lo mejor hasta se les escapa un beso. El p¨²blico espera expectante: los empresarios ya no pueden m¨¢s de angustia, los currantes, por la cuenta que nos trae, estamos preocupados, y los hooligansde uno y otro lado venga a firmar manifiestos como quien no quiere la cosa.
Miren, el asunto es m¨¢s serio de lo que parece, as¨ª que, por favor, no lo planteen equivocadamente. Porque el quid de la cuesti¨®n no es el encaje de Catalu?a en Espa?a. Esto es lo que nos han hecho creer hasta ahora y as¨ª (de mal) ha ido todo. El quid de la cuesti¨®n es el cambio de las reglas del juego para que Espa?a sea viable como Estado y, lo que a¨²n es m¨¢s importante, como pa¨ªs en el que todos nos sintamos a gusto. Solo una visi¨®n cortoplacista de la historia puede fechar el origen de la desavenencia en la convocatoria de la consulta por el Parlament o, si me apuran, en la dictadura franquista o en la guerra de sucesi¨®n. El estado espa?ol nace a finales del siglo XV como un enlace din¨¢stico para propiciar la integraci¨®n peninsular. As¨ª nacieron tambi¨¦n los dem¨¢s estados europeos y, en general, con ¨¦xito. Mas lo cierto es que en Espa?a, con el tiempo, la parte occidental fue arrinconando a la oriental. Porque era m¨¢s fuerte en el origen, porque fue la que se benefici¨® del descubrimiento de Am¨¦rica (aunque lo costease la otra), porque estableci¨® la capital, y con ella los centros del poder financiero, militar y judicial, en su territorio, por muchas razones. Hasta que ha llegado un momento en el que una parte de la Espa?a mediterr¨¢nea ha dicho basta. S¨ª, ya lo sabemos, son esos catalanes a los que siempre les ha gustado ir por libre. Pero no se enga?en: tanto motivo o m¨¢s tienen los valencianos, los baleares o los andaluces orientales. Lo acaban de confirmar estruendosamente las balanzas fiscales hechas p¨²blicas anteayer (s¨ª, ya s¨¦, tambi¨¦n est¨¢ Madrid, pero eso no es una regi¨®n, sino el banco malo del Estado).
Hace un siglo (23-3-1914), Ortega pronunciaba una conferencia en el teatro de la Comedia: ¡°La Espa?a oficial consiste, pues, en una especie de partidos fantasmas que defienden los fantasmas de unas ideas y que, apoyados por las sombras de unos peri¨®dicos, hacen marchar unos ministerios de alucinaci¨®n¡±. Parece un pron¨®stico de esa casta moderna que con toda la raz¨®n denuncia el partido innombrable: curiosamente la conferencia orteguiana, Vieja y nueva pol¨ªtica, se titulaba igual que la dicotom¨ªa argumental manejada por el l¨ªder hodierno, como si no hubiese diferencias entre un liberal del pasado y un bolivariano del presente. Lo que vino despu¨¦s de aquella intervenci¨®n del fil¨®sofo, lo conocemos. Lo que podr¨ªa venir ahora, prefiero no conocerlo. No me gustar¨ªa que el culebr¨®n acabase en tragedia.
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