Casi todo queda bajo sospecha
Jordi Pujol reclamaba una agencia tributaria propia y evad¨ªa impuestos. ?C¨®mo pudo dar tantas lecciones a los dem¨¢s?
A distancia del nacionalismo, algunos respet¨¢bamos a Jordi Pujol como factor de estabilidad. Hasta hace poco eso le ocurri¨® con casi toda la clase pol¨ªtica que hizo la transici¨®n democr¨¢tica. Lo que ha venido despu¨¦s con los tripartitos y con Artur Mas justificaba aparentemente esa hipermetrop¨ªa, pero el comunicado andorrano de Jordi Pujol rasga todos los velos del templo. Va a ser necesario rebobinar algunas d¨¦cadas en su totalidad, el caso Banca Catalana entre otras cosas.
Las generaciones que creyeron en el pujolismo aceptaban muy d¨®cilmente su monopolio del poder pero es muy probable que no sospechasen que era m¨¢s que nada un monopolio de Catalu?a, una impunidad ilimitada, una naci¨®n para nacionalistas y no una sociedad para ciudadanos. Y mientras tanto, un mont¨®n de millones de las viejas pesetas daban intereses de treinta a?os en su albergue andorrano.
Ya no es una an¨¦cdota que la Catalu?a privilegiada tenga sus cofres de seguridad en Andorra. Demasiadas cosas quedan al descubierto, con una evidencia tan hiriente que trastoca algunos de los componentes, ya bastante descompuestos, de la vida p¨²blica catalana. Ser¨ªa dif¨ªcil sumar m¨¢s factores para un estallido ultra populista, ya bien de independentismo freakie o de suced¨¢neos de Podemos. Lo m¨¢s seguro es que de ambas cosas. Ser¨¢ el paisaje de los justicieros y no de la justicia, de los extremos turbulentos y no de los espacios de consenso claro. Tantos portavoces del pueblo aut¨¦ntico van a poner en duda los fundamentos del Derecho. Poco quedar¨¢ del catalanismo constructivo que invocaba hasta hace poco. Es a la vez el momento del fisco implacable.
Veremos si alguien en Conv¨¨rgencia sabr¨¢ retirarse de escena. Tambi¨¦n ser¨ªa ilustrativo saber las cifras del descenso convergente en afiliaci¨®n. Los trasvases de votos van a ser de v¨¦rtigo, impredecibles, posiblemente radicalizados. Si por ahora el nacionalismo soberanista afrontaba sus horizontes sin ning¨²n esp¨ªritu cr¨ªtico, la posibilidad de una catarsis desde la pol¨ªtica se hace a¨²n m¨¢s remota. Si est¨¢bamos ante la panor¨¢mica inquietante de una sociedad de cada vez m¨¢s dividida, la ca¨ªda del t¨®tem Pujol da las claves de una dolencia socializada. M¨¢s divisi¨®n, m¨¢s fragmentos, duda perpetua sobre la transparencia.
Pagaremos cara la comodidad de haber dejado crecer la idea de que solo hab¨ªa una manera de ser catal¨¢n. Esas facturas hay que envi¨¢rselas a Pujol. Estos d¨ªas leeremos disquisiciones prolijas sobre los instintos de padre, las autoinculpaciones, el peso de una familia. De poco servir¨¢ porque ya hemos entrado en una dimensi¨®n desconocida, cuya materia son la sospecha general, el desencanto radical, la percepci¨®n de estafa. Pujol reclamaba una agencia tributaria propia y evad¨ªa impuestos, exig¨ªa una polic¨ªa auton¨®mica cuando ¨¦l mismo estaba en falta, sino delito.
Guard¨® el n¨²mero de su cuenta andorrana en los repliegues m¨¢s remotos de su memoria. Han sido m¨¢s de treinta a?os de fraude, su clave del malet¨ªn nuclear, el PIN de su indistinci¨®n entre lo que es p¨²blico y lo que es privado. Ese comunicado de autoinculpaci¨®n expiatoria podr¨ªa acabar siendo una nota a pie de p¨¢gina en la historia universal del enga?o. Es curioso. Pujol se sab¨ªa los nombres de todos los alcaldes de Catalu?a, peroraba en alem¨¢n en los foros de de Baden-Wurttemberg pero no tuvo el momento adecuado para reconocer sus fondos en Andorra.
Importa muy poco el da?o que se haya hecho a s¨ª mismo: lo que importa es el mal que le hace a la calidad pol¨ªtica y lo que eso contribuye a la atomizaci¨®n de la sociedad catalana, tanto como erosiona a¨²n m¨¢s la imagen de Catalu?a. En esos t¨¦rminos, ahora se entiende por qu¨¦ Pujol dijo que la Espa?a de Salvador Espriu o Vicens Vives ya no serv¨ªa. Y ahora cualquiera de sus viejos discursos incita al sarcasmo.
Es ligeramente pintoresco ir por ah¨ª diciendo que Espa?a nos roba cuando al mismo tiempo se est¨¢ defraudando a esa Hacienda que somos todos. Y sin embargo, con qu¨¦ rotundidad estuvo Pujol dando lecciones de macro y micro-econom¨ªa, de historia y de literatura, de ejemplaridad moral, de hispanidad y de no hispanidad, de europe¨ªsmo, democracia y transparencia, de catalanidad pura. ?C¨®mo pudo dar tantas lecciones estando instalando por d¨¦cadas en el fraude fiscal? Ahora habr¨¢ que atarse al palo mayor para sustraerse al canto de esas nuevas sirenas que hablan de un sistema que ya no sirve, que ofrecen soluciones que en realidad son nuevos problemas.
No es un final inmerecido o injusto. Al contrario, la dilaci¨®n en el reconocimiento de la falta acumula toda la irresponsabilidad moral y pol¨ªtica legitimada a partir de una idea heroica de la Catalu?a irredenta, excepcional e intransferible. Montesquieu hablaba de la virtud como principio fundacional del gobierno y de la vida p¨²blica. Era la virtud, pero no referida a una cualidad moral de los individuos, sino al respeto de las leyes, porque ¡°cada ciudadano debe tener con el bien p¨²blico un celo sin l¨ªmites¡±. Ciudadano Pujol. Algo huele a podrido en su Catalu?a.
Valent¨ª Puig es escritor.
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