Las ¨²ltimas tascas
Un pu?ado de bodegas centenarias resisten todav¨ªa los embates de las franquicias.
A unos pasos del callej¨®n donde se defini¨® el esperpento, la mirada distra¨ªda de Valle Incl¨¢n acompa?a al visitante en Casa Alberto. Es probable que el escritor escudri?ara esa realidad grotesca y deformada que traslad¨® a sus obras en la mesa de esta bodega, una de las m¨¢s antiguas de la ciudad.
Fundada en 1827, esta taberna adoquinada de la que ahora cuelgan camisetas de la selecci¨®n espa?ola y del Real Madrid presume de haber sido un sitio de reuni¨®n para toreros y picadores, ¡°que echaban un trago para envalentonarse antes de ir a la plaza¡±. En sus paredes a¨²n se recuerda que ¡°est¨¢ prohibido cantar y bailar¡± y que fue en este inmueble donde Miguel de Cervantes puso la r¨²brica a su Viaje al Parnaso, publicado en 1614.
Lejos de este espacio c¨¦ntrico, abrigado por la afluencia de turismo, decenas de bodegas de barrio resisten ante el empuje de nuevos conceptos de hosteler¨ªa donde reina el low cost. Tabernas que a¨²n portan el estigma de lo s¨®rdido, del ambiente cargado y las estanter¨ªas que le confieren un aspecto a medio camino entre la tienda de ultramarinos y el bar.
¡°Hasta bien avanzada la posguerra, las bodegas de barrio estuvieron ejerciendo su funci¨®n entre taberna y bodega, pero quedaron en lo segundo, como despachos de vino. Poco a poco fueron introduciendo gaseosas, refrescos y bebidas alcoh¨®licas como el an¨ªs o el brandy", describe El Mundo del Vino, de la editorial Larousse, que concluye: ¡°Hoy, las bodegas de barrio ofrecen un aspecto entre tradicional y moderno que les ha hecho ganar nuevos adeptos y construir una alternativa a las enotecas o las vinotecas. Con el renovado impulso del tapeo, adem¨¢s, retoman su doble condici¨®n de anta?o y se han hecho un sitio entre los establecimientos de ocio que conforman un genuino modo de ser y de disfrutar de la vida¡±.
Ese goce se resume en una barra y algo de trago. Como el que suministra la Bodega El Toboso. Oculto en un recodo de Carabanchel, esta bodega pasa las estaciones del a?o bajo el mismo fluorescente que alumbra a unos parroquianos fieles. En invierno o en verano, el televisor de tubo que se come media barra da conversaci¨®n a la clientela. Lurdes, la encargada, alterna quintos de cerveza y chatos de vino en la misma medida. ¡°Lo que ya no se compra son botellas¡±, explica quien ha acabado en este rect¨¢ngulo repleto de estanter¨ªas con licores despu¨¦s de que su marido heredara el negocio familiar. ¡°Est¨¢ muy flojito todo. Da para ir sobreviviendo¡±.
¡°La culpa es del paro¡±, acusa uno de los clientes, que asegura venir desde los ocho a?os. Y tiene 57. ¡°Entonces ped¨ªas una revoltosa o una gaseosa¡±, recuerda. "Si trabaj¨¢ramos los que venimos esto seguir¨ªa adelante¡±, predice, ¡°pero a este paso todo ser¨¢n bazares¡±. ¡°Venimos porque es barato¡±, esclarece el resto de los reunidos frente a un botell¨ªn de un euro y unos vasos de vino del mismo precio.
¡°La t¨ªpica bodega de barrio¡±. As¨ª es como definen muchas gu¨ªas a La Ardosa, una tasca emplazada en ia calle Col¨®n, entre el tumulto de la calle Fuencarral y las callejuelas de Malasa?a. En su caso, la especialidad es la premiada tortilla de patatas, el verm¨² y las cervezas de importaci¨®n. Algo que desvirt¨²a la excusa de lo econ¨®mico. ¡°Servimos lo que le gusta a todo el mundo¡±, sonr¨ªe Antonio Mart¨ªn, el encargado. ¡°Lo de toda la vida¡±, apostilla.
Estas recetas soportan el peso de 120 a?os, a finales del Siglo XIX se inauguraron las entonces llamadas Bodegas Ardosa. En principio, esta cadena de elaboradores de vino de Toledo lleg¨® a tener 62 establecimientos repartidos por Madrid. Ahora quedan dos. El otro est¨¢ en la calle Santa Engracia.
Algunos de los denominadores comunes de estos locales son la fachada de azulejo, el tirador de grifo y la tarima de madera. Todos los re¨²ne Casa Camacho, que adem¨¢s conserva a un lado de la barra el lavabotellas, una peque?a pila con grifo de rosca que echa agua a presi¨®n al apoyar la botella. Esta estrecha bodega suple su escasez de asientos con un banco en el fondo. De las cinco manillas que dispenden bebida solo funcionan dos: la que vierte el verm¨² y la que expulsa agua de sif¨®n. Ambos ingredientes, junto con un chorro de ginebra, forma sus populares yayos. A dos euros la copa. ¡°Esto es barato y castizo¡±, concede el zamorano Miguel ?ngel Gonz¨¢lez P¨¦rez, uno de los tres hermanos que lleva el negocio. ¡°La gente viene a por el verm¨² del mediod¨ªa, las ca?as o las copas por la noche¡±, explica mientras muestra el recipiente desde donde cae el verm¨², encima de la puerta, unido a la barra por un tubo. ¡°Es Iris dorado, hecho en Tarragona. Solo se pone en tres sitios de Madrid¡±, presume el hostelero.
En Espa?a se consume m¨¢s cerveza que vino
En Espa?a, uno de los pa¨ªses con mayor extensi¨®n de vi?edos del mundo, el consumo de vino se ha reducido a la mitad en dos d¨¦cadas.
De los 30,2 litros por persona y a?o que se tomaban en 1991 de media se ha pasado a los 15,4 en 2011, su ¨²ltimo censo.
Con la cerveza no ha pasado lo mismo. Aunque el consumo general haya atravesado un significativo desplome, esta bebida apenas ha atenuado sus 53,6 litros de hace 20 a?os a los 48,2 actuales. Una cantidad estable, con tendencia a la baja, seg¨²n Francia o Alemania, por ejemplo, beben m¨¢s vino que los espa?oles.
Al vino le ha precedido hasta hace poco un aura de elitismo y de bebida antigua. La Encuesta Nacional de Salud de 2013 afirmaba que siete de cada 10 copas con alcohol que beben los mayores de 65 a?os son de vino. La cerveza ha sabido adue?arse de un segmento de la poblaci¨®n que ha cambiado los chatos por las ca?as.
En Bodegas Casas pasa lo mismo. Gregorio Casas, tercera generaci¨®n de un negocio fundado en 1923, atiende al otro lado de la barra. Lo hace frente a la carretera que une el paseo del Prado con Vallecas. La cristalera le permite ver el ajetreo de coches y vecinos desde el mediod¨ªa hasta que cierra. ¡°Aqu¨ª vienen los de siempre a por lo de siempre¡±, asegura. El expositor no enga?a, pues: vinos, co?ac, boquerones y poco m¨¢s.
Este negocio, con camareros en uniforme y estanter¨ªas remozadas, se inscribe en lo que ha sido la habitual progresi¨®n de las bodegas: pasar de despensa de vinos con barricas en las paredes a un servicio de hosteler¨ªa m¨¢s parecido a una tasca. Como ha ocurrido en las c¨¦ntricas La Venencia, en la calle Echegaray, o Ricla, a dos pasos de la plaza Mayor, en Cuchilleros.
Otras ¡ªcomo las Bodegas Garc¨ªa de Carabanchel, la Belmonte en Lavapi¨¦s y tantas otras repartidas por el extrarradio¡ª se han convertido en una especie de almac¨¦n de supermercado, con baldas de metal y pal¨¦s de latas y cartones de vino donde no hay m¨¢s hueco que para tres o cuatro consumidores.
Y en el otro extremo se sit¨²an las que han mutado en mes¨®n y han saltado de las p¨¢ginas de grandes obras de literatura nacional a las de gu¨ªas tur¨ªsticas internacionales. Malacat¨ªn es un ejemplo. Con 120 a?os de historia, acepta hasta 50 comensales en sus mesas. ¡°Lo hemos ido adaptando. Aqu¨ª ven¨ªan todos los trabajadores de la zona a tomar el Suave (un tipo de orujo con poco alcohol), luego se empez¨® a hacer un cocido con embutidos de Le¨®n y ahora se llena de extranjeros que lo conocen por las gu¨ªas¡±, resume Susana Cervera, directora de m¨¢rquetin del restaurante.
?Y el futuro? Todos creen que el testigo est¨¢ en el aire. Pocos conf¨ªan en traspasar el negocio. En Barcelona, un individuo incluso ha creado en las redes sociales una plataforma ¡°En defensa de las Bodegas¡±. Aqu¨ª, tal y como expresan los datos de la Seguridad Social de 2012, cada d¨ªa se dieron de baja 211 negocios llevados por aut¨®nomos. Javier Gila, presidente de los sumilleres de Madrid, considera que la supervivencia pasa por la reconversi¨®n. ¡°Hay moda del verm¨². Y del vino bueno, en copa en lugar de en vaso. Y estos espacios han tenido durante mucho tiempo la imagen de sitio para cuatro borrachines¡±, reflexiona, ¡°si se especializan en buenas tapas y buenos vinos, tienen un porvenir muy bueno¡±.
De esta forma, seg¨²n el sumiller m¨¢s premiado de Espa?a, la realidad que reflejen desde el fondo del vaso estas m¨ªticas bodegas dejar¨¢ de ser distorsionada y no habr¨¢ g¨¦nero literario que incluya en sus descripciones esa ¡°lobreguez con temblor de acetileno¡± y ¡°borrosos di¨¢logos¡± de los que hablaba Don Ram¨®n Mar¨ªa del Valle Incl¨¢n.
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