La memoria varada de Lem¨®niz
La campa?a terrorista y la oposici¨®n social enterraron una inversi¨®n de 210 millones de euros
La central nuclear de Lem¨®niz es un agujero entre acantilados. Un precipicio por el que se ha despe?ado la historia de la propia planta y de uno de los episodios m¨¢s significativos del archivo criminal de ETA. Una mole de hormig¨®n abandonada, compuesta por 11 edificios, los que todav¨ªa siguen en pie, comida por la maleza, y de cuya paralizaci¨®n definitiva se cumplen este 2014 30 a?os, los que han pasado desde que el primer Gobierno de Felipe Gonz¨¢lez aprobase la moratoria de las nucleares. Pero Lem¨®niz muri¨® antes, agoniz¨® hasta 1982 por la confluencia de un activ¨ªsimo movimiento antinuclear y una feroz campa?a de ETA.
La planta y otras instalaciones de Iberduero (ahora Iberdrola, propietaria de la central y para la que hablar de ella sigue siendo un tab¨², se excusa un portavoz), entre subestaciones el¨¦ctricas, transformadores, torres de alta tensi¨®n y oficinas, sufrieron m¨¢s de 300 atentados, entre ellos, cinco mortales, los de los ingenieros jefes Jos¨¦ Mar¨ªa Ryan, en 1981, y el del que le sucedi¨®, ?ngel Pascual, en 1982, tras el cual la compa?¨ªa decidi¨® paralizar las obras, que hab¨ªan arrancado en 1972, con un coste de 210 millones de euros. Adem¨¢s, tres empleados en las contratas de construcci¨®n, Alberto Negro, Andr¨¦s Guerra y ?ngel Ba?os, murieron tras la explosi¨®n de dos bombas.
¡°Lem¨®niz es una batalla ganada por ETA y por la izquierda abertzale¡±, defiende el historiador Ra¨²l L¨®pez Romo, autor del libro Euskadi en duelo, sobre la central. El tambi¨¦n profesor de la UPV sostiene su afirmaci¨®n por la capacidad de la banda de fagocitar un movimiento, el antinuclear, en un primer momento de marcado car¨¢cter pac¨ªfico, adem¨¢s de ampl¨ªsimo ¡ª ¡°las movilizaciones contra Lem¨®niz son unas de las m¨¢s importantes en cuanto a n¨²mero de participantes que ha habido en Euskadi en la segunda mitad del siglo XX, solo comparables a las de la amnist¨ªa de 1977 y a las de la reconversi¨®n industrial¡±, recalca¡ª pero el cual oscila, seg¨²n se intensifica la campa?a de la banda terrorista, hacia postulados pr¨®ximos a ¨¦sta.
L¨®pez Romo pone como ejemplo el apoyo de los comit¨¦s antinucleares a los atentados perpetrados por ETA, ¡°no he encontrado ninguna cr¨ªtica hacia estos¡±, adem¨¢s de que las muertes de los militantes de la banda en relaci¨®n con L¨¦moniz, cinco etarras fallecieron, ¡°son acompa?adas por la publicaci¨®n de esquelas en la prensa en los que el movimiento los califica de compa?eros¡±. El historiador subraya que, sin la violencia, Lem¨®niz se habr¨ªa terminado de construir y habr¨ªa funcionado porque las movilizaciones sociales no hubiesen bastado para paralizar la planta, un extremo, que sin embargo, no comparte Javier Olaverri, exparlamentario de Euskadiko Ezkerra, formaci¨®n contraria a la central nuclear.
Una historia negra
¡°En la paralizaci¨®n confluyen varios factores, primero, el movimiento social. En todos los municipios hab¨ªa charlas, actividades y esta presi¨®n era insostenible para el Gobierno y para Iberduero¡±, recalca Olaverri, que adem¨¢s recuerda que la energ¨ªa nuclear en aquellos a?os, finales de los 70 y principios de los 80, atraviesa una crisis, y se abandona la construcci¨®n de las mismas en varios pa¨ªses. El abogado sostiene tambi¨¦n que Iberduero no supo gestionar a nivel pol¨ªtico e institucional un apoyo a sus planes, y a?ade, como ¨²ltimo elemento, la violencia de ETA.
Lem¨®niz, que hasta 1996 estuvo custodiada por 300 guardias civiles y cuyo mantenimiento costaba entonces 12 millones de euros anuales, resulta para L¨®pez Romo un paradigma del terrorismo. ¡°Terrorismo es sembrar el terror y es lo que aqu¨ª sucedi¨®, ETA mat¨® a Ryan y a Pascual, y en ambos casos, tras al atentado, al d¨ªa siguiente ning¨²n trabajador acudi¨® a su puesto. Esto es terrorismo; matar a una persona y conseguir atemorizar al resto¡±.
Javier Barrondo, ingeniero jubilado de la central, tuvo que identificar junto a otros compa?eros el cad¨¢ver del que hab¨ªa sido su jefe, Ryan, despu¨¦s de que apareciese muerto tras unos d¨ªas secuestrado con un tiro en la cabeza. Del asesinato de Pascual se enter¨® en Alemania, en un viaje de trabajo, ¡°en el hotel hab¨ªa un camarero espa?ol, cuando o¨ªmos que hab¨ªan matado a un ingeniero de Lem¨®niz le pregunt¨¦ por si recordada haber o¨ªdo alg¨²n nombre. El primero que le di fue el de Pascual, pero me dijo que no le sonaba. Mi mujer, cuando consegu¨ª hablar con ella por la noche, me lo confirm¨®¡±.
Barrondo y sus compa?eros se acostumbraron a mirar debajo del coche por si les hab¨ªan colocado una bomba y a cambiar de itinerario cuando iban a trabajar, tambi¨¦n a recibir cartas con el anagrama de ETA, el hacha y la serpiente, en las que les acusaban de ser ¡°enemigos de la patria¡±. Fueron a?os de miedo, de verse a las tres de la ma?ana, despierto, sentado en el borde de la cama y ¡°pensado en por qu¨¦ me cambiar¨ªa de trabajo, con un ni?o peque?o y otra en camino¡±.
El ingeniero recalca el cruce de sentimientos de los trabajadores, el saber que formaban parte de uno de los proyectos m¨¢s importantes de la ¨¦poca, de estar cumpliendo su sue?o profesional, aderezado con el temor de poder ser el siguiente. ¡°El ser humano es ego¨ªsta y acababas haciendo clasificaciones, viendo qu¨¦ puesto ocupabas en la lista, pensabas antes que a por m¨ª, ir¨¢n a por...¡±. La compa?¨ªa recoloc¨® a los trabajadores, muchos dejaron la empresa, en otros proyectos. Barrondo acab¨® siendo jefe de personal.
El fantasma de Lem¨®niz aparece entre los ¨¢rboles seg¨²n se avanza por la carretera que une Armintza y Bakio. Una se?al reza ¡°?rea restringida bajo vigilancia electr¨®nica. Prohibida la entrada¡± en la puerta de acceso. Parado en el arc¨¦n del acantilado que bordea la planta, un turista belga hace fotos y una pintada con el anagrama de la banda decora la pared de una subestaci¨®n pr¨®xima. El per¨ªmetro de la central, vallado, deja entrever, a trav¨¦s de los agujeros hechos en las alambradas oxidadas, el rastro de los ¨²ltimos que se han interesado por la planta, ladrones comunes en busca de cable de cobre, la Ertzaintza contabiliz¨® en 2013 cinco robos y dos intentos en lo que va de a?o.
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