La voz indeleble en papel y tinta
La libertad de imprenta marc¨® la formaci¨®n de opini¨®n en la sociedad espa?ola
Cada noche, los constitucionalistas sub¨ªan sin dilaci¨®n los escalones que les llevaban a adentrarse en el c¨¦nit de las libertades. Espa?oles ilustrados de la pen¨ªnsula y de las provincias de Ultramar debat¨ªan, en veladas interminables aderezadas con el humo del mejor tabaco habano tra¨ªdo de contrabando, los principios de la futura Constituci¨®n Espa?ola. Se daban cita en la planta alta del Caf¨¦ de Apolo de la plaza de San Antonio de C¨¢diz, un lugar que se convirti¨® en las llamadas cortes chicas.
Eran los mismos se?ores de chaqueta y pa?uelo que quisieron que sus opiniones no quedaran en la voz perdida de un sal¨®n vespertino. Los mismos que decidieron en ese caf¨¦ que Fernando VII ten¨ªa que ser condenado a muerte por traicionar a la patria. Estos se?ores, que llegaban a pagar un real o lo que equivale a 200 euros de un sueldo mensual de 600 por comprar un peri¨®dico, pusieron todo su ¨ªmpetu en conseguir que sus ideas se expandieran en papel y tinta sin que fueran censuradas, como suced¨ªa durante la guerra.
Conquistaron entonces la libertad de imprenta en el art¨ªculo 371 con el siguiente decreto: "Todos los espa?oles tienen libertad de escribir, imprimir y publicar sus ideas pol¨ªticas sin necesidad de licencia, revisi¨®n o aprobaci¨®n alguna anterior a la publicaci¨®n, bajo las restricciones y responsabilidad que establezcan las leyes".
"Hasta ese momento pod¨ªan expresarse, pero la palabra es vol¨¢til, por eso su mayor inter¨¦s fue que se instrumentalizara en papel", destaca Alberto Ramos, catedr¨¢tico de Historia Contempor¨¢nea de la Universidad de C¨¢diz y miembro de la Comisi¨®n Nacional del Bicentenario.
"Desde 1808, durante la guerra de la Independencia, se publican folletos, panfletos, papeles sueltos y peri¨®dicos que no pasan por la junta de censura, que no est¨¢n controlados, aunque hab¨ªa un juez de imprenta que ten¨ªa que fiscalizarlo todo. Desde ese momento se est¨¢ fomentando la opini¨®n p¨²blica, por eso, una de las primeras acciones que las Cortes acometen es el decreto de libertad de imprenta", contextualiza Ramos.
"Una consecuencia es la salida del peri¨®dico El Conciso , que se empez¨® a publicar en agosto de 1810 y ped¨ªa que hubiera libertad de imprenta, aunque ya la estaba practicando".
Los ilustrados y docea?istas ten¨ªan mucho inter¨¦s en que hubiera opini¨®n p¨²blica, que la gente opinara, por eso se repite en la Constituci¨®n lo que ya estaba aprobado en las Cortes. "Se da al poder legislativo la defensa de la libertad de imprenta, lo que resalta la importancia que le dieron los diputados", a?ade. "El m¨¢ximo inter¨¦s de los docea?istas era la ilustraci¨®n, la educaci¨®n, la capacidad de reflexionar. Una situaci¨®n que alcanza la utop¨ªa con un 90% de poblaci¨®n analfabeta, que no ten¨ªa mucha m¨¢s opci¨®n que acercarse a las tertulias a escuchar la lectura en alto de los peri¨®dicos, o buscar por esas calles que dan al mar a los se?ores de tinta negra en las yemas de los dedos".
Tinta que delatar¨ªa su identidad, no la del documento nacional, sino la de ese 10% de poblaci¨®n que quer¨ªa reformas para buscar el perfil de un ciudadano ¨®ptimo, que sabe leer, escribir y dar su opini¨®n. "Para los ilustrados, la incultura del pueblo favorec¨ªa el despotismo", afirma Ramos. "A partir de 1812, los peri¨®dicos mejoran en criterio y calidad, como el Semanario Patri¨®tico, que va a iluminar Espa?a en conocimientos y libertades. En C¨¢diz se alcanzaron hasta 70 cabeceras durante el periodo de 1808 a 1814; se pas¨® de tener 20 librer¨ªas-imprentas en 1808 a 28 en 1812, y se publicaron miles de panfletos. Esa ¨¦poca se conoci¨® como la de la diarrea de las imprentas", cuenta Ramos para incidir en la importancia de la instrumentalizaci¨®n de la palabra.
"Era interesante que adem¨¢s se criticaran much¨ªsimo unos a otros, se atacaban en sus publicaciones. Hay peri¨®dicos que incluso piden la restauraci¨®n de la Inquisici¨®n, la pol¨¦mica es constante...", matiza.
As¨ª C¨¢diz se convirti¨® en el epicentro del criterio ideol¨®gico e intelectual. "La propaganda es m¨¢s controlada en territorio ocupado y en C¨¢diz no exist¨ªa eso", cuenta. "La ciudad nunca qued¨® desabastecida de nada porque los franceses no pudieron cortar la comunicaci¨®n con el mar", detalla.
Lo que s¨ª subi¨® considerablemente fue el precio del papel, como dilucid¨® Ramos en un estudio. "Los intelectuales que quer¨ªan difundir sus opiniones se financiaban a s¨ª mismos la publicaci¨®n de sus peri¨®dicos, que repart¨ªan por los caf¨¦s y tertulias para que se leyeran en alto al que se acercara a escuchar, que en gran parte eran los que no sab¨ªan leer", cuenta Ramos.
A¨²n quedan parcelas por conquistar en cuanto al derecho a la libertad de informaci¨®n, hechos y datos; una de ellas es la Ley de Transparencia Informativa. "La ley para tener acceso a la informaci¨®n que obra en poder de la Administraci¨®n est¨¢ bloqueada, todos los partidos la incluyen en sus programas, pero siempre termina paralizada", explica Jos¨¦ Mar¨ªa Morales, catedr¨¢tico de Derecho Constitucional de la Universidad de Sevilla y profesor en la Facultad de Comunicaci¨®n.
"Con esta ley, que existe en otros pa¨ªses y es reclamada por las instituciones europeas, el periodista podr¨ªa conocer qu¨¦ criterios interfieren en la toma de decisiones pol¨ªticas. Es un elemento de control a las Administraciones que facilitar¨ªa revelar tramas de corrupci¨®n, especulaci¨®n urban¨ªstica...", detalla Morales, que tambi¨¦n resalta la indefensi¨®n del periodista por la Ley del Secreto Profesional. "Puede haber jueces que interpreten que no destapar una fuente puede ser falta de colaboraci¨®n con la justicia", considera.
Lo que se ejerce con m¨¢s soltura es la libertad de expresi¨®n, el conformar de forma individual en espacios p¨²blicos o privados una opini¨®n personal sin ser enjuiciados. Lo que no previeron aquellos se?ores de chaqueta y pa?uelo en su condena a muerte contra Fernando VII. Dos a?os despu¨¦s, cuando el rey volvi¨® al poder, se entretuvo en asegurarse de que el due?o del local fuera condenado a la c¨¢rcel por haber permitido esos comentarios contra la monarqu¨ªa. La voz, el papel y la tinta volvieron al secuestro en 1814, pero las primeras palabras de libertad quedaron indelebles para la poblaci¨®n espa?ola.
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