La soledad de la mayor¨ªa absoluta
El senador del PNV se muestra muy cr¨ªtico con el uso que est¨¢ haciendo de su poder el Gobierno de Rajoy
Cada vez es m¨¢s habitual escuchar que crece el desapego de la ciudadan¨ªa hacia la pol¨ªtica. No lo comparto. Menos a¨²n en este inicio de curso pol¨ªtico realmente apasionante, con el refer¨¦ndum de Escocia o la consulta en Catalu?a en el horizonte cercano, que hacen que la ciudadan¨ªa s¨ª se interese por la pol¨ªtica. Por la pol¨ªtica con may¨²sculas, claro.
Desapego es lo que pueden sentir en realidad los potenciales votantes del PP en Euskadi. Un partido incapaz de definir un proyecto con perfil propio para nuestro pa¨ªs, lastrado adem¨¢s por las negativas pol¨ªticas de Rajoy. El presidente del Gobierno espa?ol demuestra un desapego hacia Euskadi que agudiza el desapego de la ciudadan¨ªa vasca hacia su partido. En realidad su formaci¨®n vive el momento de valoraci¨®n p¨²blica m¨¢s bajo de su historia. El modo y manera en que impone su mayor¨ªa absoluta tanto en el Congreso como en el Senado alimenta este desapego. El PP est¨¢ lanzando ya su precampa?a electoral: se suceden los globos sonda mientras se cambian las leyes sin consenso, se alimenta el enfrentamiento y la confrontaci¨®n tratando de disimular la inacci¨®n ante los continuos casos de corrupci¨®n que corroen los cimientos de la pol¨ªtica espa?ola.
El Gobierno del PP va solo y por libre, ni siente ni padece los problemas de la sociedad. En estos momentos, la opini¨®n mayoritaria est¨¢ en su contra: la ley del aborto, la reforma el¨¦ctrica, la aplicaci¨®n de la LOMCE, el efecto de la reforma laboral... son proyectos cuestionados hasta en sus propias filas. La actitud de Rajoy tratando de resistir parapetado tras su mayor¨ªa absoluta la ha acabado tornando en minor¨ªa social.
Tanto y tanto desapego ha alcanzado inexorablemente al tradicional bipartidismo que reina en el Estado, que por cierto sigue siendo mon¨¢rquico tras un relevo express y a la carta, por obra y gracia del partido mayoritario, previa consulta con el PSOE. En esta f¨¦rtil tierra de indignados y descre¨ªdos han germinado con facilidad nuevos partidos pol¨ªticos que han generado preocupaci¨®n en las bases y anuncian procesos electorales que podr¨ªan traer nuevos equilibrios de poder.
En esta deriva, la interesada maniobra de distracci¨®n urdida con la propuesta para cambiar la elecci¨®n de alcaldes merece comentario aparte. Una nueva demostraci¨®n de la particular visi¨®n de la democracia y el concepto del servicio p¨²blico que tiene el PP. A escasos meses de la convocatoria electoral y como preludio de su precampa?a ha presentado, ha ingeniado m¨¢s bien, una nueva norma que pervierte la voluntad de la ciudadan¨ªa. En un evidente ejercicio de parcialidad ventajista pretend¨ªa premiar al partido mayoritario en los comicios municipales con un voto que el ciudadano, ¨²nico soberano del sufragio, no hab¨ªa depositado en las urnas.
Ha sido una ¡°alcaldada¡±, nunca mejor dicho, que ha acabado en nada. Ha sido la en¨¦sima prueba del infinito descaro con el que el PP ha estado funcionando toda la legislatura. Solo una mayor¨ªa absoluta muy absolutista ha podido animar al PP a pretender regalarse una norma que le pudiera garantizar gobernar en aquellos municipios en los que la ciudadan¨ªa no le otorgara la mayor¨ªa suficiente. El absoluto rechazo que ha recibido semejante ¡°globo¡± ha acabado por pincharlo.
Es habitual afirmar que la mayor¨ªa absoluta acaba siendo perjudicial para el funcionamiento de la democracia porque es habitualmente mal gestionada por el partido que la disfruta. El PP ha hecho uso y abuso de esa herramienta de la peor manera posible. No ha sabido ni querido gestionarla y a estas alturas no le va a ser f¨¢cil corregirse. De hecho, ni lo intenta, se encuentra m¨¢s bien exprimiendo las ¨²ltimas gotas de su disfrute.
Mi experiencia me ha demostrado que la mayor¨ªa absoluta s¨ª puede ser empleada para mostrar generosidad con el adversario pol¨ªtico, m¨¢s a¨²n en estos tiempos de dificultades e incertidumbre en que las verdades absolutas no existen. No ha sido desde luego el caso del PP, no lo fue con Aznar y tampoco con Rajoy. Ambos iniciaron la legislatura con una pretendida actitud abierta, para cerrarla de la peor manera posible: encerrados en s¨ª mismos, absolutamente solos de solemnidad ante la sociedad.
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