Padres e hijos, dinero sucio y obediencia
Lectura en clave catalana de una novela de John Le Carr¨¦ llevada al cine y que se acaba de estrenar
1. Cuando el 9-N de hace veinticinco a?os cay¨® el muro de Berl¨ªn, efem¨¦ride que precede a lo que pase aqu¨ª este a?o ese mismo d¨ªa, se crey¨® que un efecto secundario lo sufrir¨ªa la novela de esp¨ªas. John Le Carr¨¦ y otros se quedaban sin temas, qu¨¦ har¨ªan sin la guerra fr¨ªa.
Pero Le Carr¨¦ sigue dando en el blanco del mundo pol¨ªtico secreto actual. Se acaba de estrenar la adaptaci¨®n cinematogr¨¢fica de su novela El hombre m¨¢s buscado, de antenas muy bien orientadas: tr¨¢fico y blanqueo de capital desde Alemania que implica a chechenos y yihadistas, a trav¨¦s de deserciones y traiciones entre padres e hijos. Un mal que entre nosotros tiene sus ecos familiares.
Mezclando las guerras en la antigua URSS posteriores a la desaparici¨®n del comunismo y las consecuencias del 11-S americano preparado desde Hamburgo, el relato conduce al presente. Unas implicaciones que deb¨ªan ser previsibles para las fuentes que maneja Le Carr¨¦ en sus novelas (esta es del 2009) sobre las guerras en marcha ahora, y que el Papa Bergoglio acaba de nombrar como Tercera Guerra Mundial ¡°por partes¡±.
La coalici¨®n de treinta pa¨ªses constituida esta semana en Par¨ªs para combatir al Estado Isl¨¢mico convierte la pel¨ªcula en un tramado sutil de lo que sucede en las cloacas de los servicios secretos.
En cambio, otras reflexiones eran menos evidentes y confirman la sensibilidad del autor para captar las mutaciones en las ¨¦lites dirigentes entre su vida familiar y su vida p¨²blica. Otras cloacas. Prof¨¦ticos, sus apuntes sobre lo que rige el actual siglo hablan de nuevas historias familiares, de las podreduras dom¨¦sticas que, bien aprovechadas en las cloacas, hacen saltar por los aires un dinero logrado con terror y muerte. La fenomenal actuaci¨®n p¨®stuma de Philip Seymour Hoffman engrandece la perspectiva de un relato coral de estupendos actores.
Vi la pel¨ªcula el mismo d¨ªa en que el primog¨¦nito Pujol Ferrusola declaraba durante cinco horas sobre los millones de euros estimados por la fiscal¨ªa que se ha llevado en comisiones, lo negaba todo y aunque imputado, sal¨ªa en libertad sin medidas cautelares. Su caso no es parecido al del hijo checheno, el hijo isl¨¢mico o el hijo banquero de la pel¨ªcula, al contrario, all¨ª son los hijos quienes intentan limpiar la mierda de sus padres. Pero no importan tanto las diferencias como que el sensor moral haya pasado de las relaciones entre los estados a las relaciones entre padres e hijos.
Me dan lo mismo las banderas, son las personas las que aportan el ¨ªndice del asunto
Turgueniev lo intuy¨® en su novela del mismo t¨ªtulo (1862) pero lo de ahora, en la Alemania de la verdad de la ficci¨®n y en la Andorra de la ficci¨®n de la verdad, tiene unos desfases generacionales estratosf¨¦ricos a los descritos por el escritor ruso.
C¨®mo me gustar¨ªa que un escritor como Le Carr¨¦ diera a editores y lectores, cineastas y espectadores su visi¨®n y an¨¢lisis de nuestras cloacas pol¨ªticas. Puede que para lograr esta literatura se necesite un poso democr¨¢tico centenario, pero como las cosas van tan r¨¢pidas quiero pensar que algunos autores est¨¢n en ello. Venga, S¨¢nchez Pi?ol, que no todo se acaba en la evocaci¨®n del sitio de 1714. Por mi parte, de momento, escribo esto. Y los j¨®venes, vengan ya.
2. Obediencia y desobediencia. Se habla estos d¨ªas de blindar la consulta, de desobediencia civil el 9-N, de elecciones plebiscitarias ya, incluso de suspensi¨®n de la autonom¨ªa. Un apunte sobre la obediencia, a partir de la experiencia de la Diada. El antrop¨®logo Manuel Delgado ha colgado en su blog un montaje de im¨¢genes de la jornada al son de la canci¨®n de Paquita la del Barrio Perd¨¢monos, en la que dice a su amor: ¡°Que no nos acosen, que no nos molesten, que nos den por muertos¡±. Algo as¨ª capt¨¦, en su iron¨ªa tambi¨¦n. Obediencia y desparpajo.
Me dej¨¦ llevar por una multitud que, vista desde fuera, me tiraba pa'tr¨¢s. Me un¨ª a ella a pesar de ella. Tanta obediencia, tantas instrucciones (diez p¨¢ginas de precisiones sobre c¨®mo vestir, qu¨¦ comer, d¨®nde ponerse, qu¨¦ sombrero y no s¨¦ cu¨¢ntas cosas m¨¢s), tanta disciplina, qu¨¦ desasosiego.
Pero solo es posible ver si est¨¢s ah¨ª. Empec¨¦ a sacar fotos. No hago vistas generales, me dan lo mismo las banderas, son las personas las que aportan el ¨ªndice del asunto, la fotograf¨ªa cercana es un di¨¢logo. All¨ª conflu¨ªan diversas razones, una sola no re¨²ne a tantos. La c¨¢mara constataba las ganas de ser visibles uno a uno, de mirar de frente. Lograr buenos recuerdos, alejar por unas horas la angustia social, acercar la esperanza. Gente agradecida de autogestionarse, de la obediencia asumida.
Personas contentas de salir de nuevo a la calle ?para armar una figura geom¨¦trica! Vale, s¨ª, una letra, la V de votar, en catal¨¢n como en castellano, pero tambi¨¦n una performance que requiere mucha disciplina. Qu¨¦ cosas. Como el a?o pasado. Un buen ¨¢nimo general. No fue posible enfadarse ni con Pujol, a quien nadie ment¨®. Si ha sido padre, sus hijos en la calle no le reconocen, los nietos menos. No hay que olvidar lo suyo pero lo que cuenta ahora es votar, a pesar de las cloacas.
Merc¨¨ Ibarz es escritora.
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