El jazz espa?ol se cita en Madrid
Un nutrido grupo de jazzistas desfila este fin de semana por JazzE?e. Un encuentro pensado para exponer su m¨²sica a programadores venidos desde Londres o Berl¨ªn. Reunimos a una representaci¨®n de los asistentes para que nos cuenten los problemas a los que se enfrentan en su vida diaria

El m¨²sico de jazz espa?ol trabaja demasiadas horas, duerme demasiado poco y, a veces, toca jazz¡±. Joe Moro, pionero del jazz en nuestro pa¨ªs, sab¨ªa lo que se dec¨ªa. Tocarlo en Espa?a, se dice, es una forma de vivir¡ o de sobrevivir. ¡°No lo tienen f¨¢cil¡±, opina Javier Estrella, ex director del Festival de Jazz de Madrid, ¡°pero ah¨ª est¨¢n, cada vez m¨¢s y mejores¡±.
?Una nutrida representaci¨®n de nuestros j¨®venes (o no tanto) jazzistas desfila desde ayer y a lo largo de este fin de semana por la sala Berlanga de la capital, para exponer su m¨²sica al criterio de un selecto grupo de programadores venidos desde Londres, Par¨ªs o Berl¨ªn. El encuentro, organizado por la Fundaci¨®n SGAE, estar¨¢ abierto al p¨²blico; Once agrupaciones en 3 d¨ªas a raz¨®n de 5 euros la doble sesi¨®n.
EL PA?S reuni¨® el martes 16 de septiembre, a un grupo de asistentes al encuentro en torno a una mesa de caf¨¦. Como fondo, la oportunidad de una iniciativa nacida para mostrar la diversidad del jazz made in Spain m¨¢s all¨¢ de nuestras fronteras: ¡°Todos estamos deseando salir de aqu¨ª¡±, se arranca Carlos Sir Charles Gonz¨¢lez, con casi medio siglo de experiencia tras la bater¨ªa. La cuesti¨®n: ?salir, hacia d¨®nde?: ¡°fuera no saben que en Espa?a se hace jazz, aparte de Tete Montoliu y Paco de Luc¨ªa¡±.
El contrabajista Baldo Mart¨ªnez, ferrolano y residente en Madrid, recuerda una reciente gira por Alemania en la que se vio obligado a rendir tributo al tocaor: ¡°Por supuesto, me encanta su m¨²sica, pero no tengo nada que ver con el flamenco, s¨®lo que los programadores eran incapaces de entenderlo¡±. A su lado, To?o Miguel no puede estar m¨¢s de acuerdo con su compa?ero de oficio e instrumento. ¡°Viajo 3 o 4 veces al a?o a Alemania con [el pianista alem¨¢n] Benedikt Janhel, los clubes est¨¢n llenos de anuncios de grupos de toda Europa menos de Espa?a, salvo los de flamenco. Sin embargo, cuando traen un grupo de Suecia, no les piden que toquen m¨²sica folcl¨®rica de su pa¨ªs¡±, asevera.
?Tocar flamenco o quedarse en casa: esa es la cuesti¨®n shakesperiana del jazz espa?ol. ¡°Este encuentro es una buena oportunidad para mostrar a nuestros vecinos que en Espa?a se hace un jazz de primera¡±, opina Antonio Serrano, casi una d¨¦cada tocando la arm¨®nica junto a Paco de Luc¨ªa. ¡°Es decirles, vale, el flamenco es maravilloso y se ha mezclado con el jazz mejor o peor, pero tambi¨¦n hay m¨²sicos j¨®venes de jazz que no tocan flamenco y se pueden medir perfectamente con los mejores de Holanda o Francia¡±.
Indiferente al devenir de las modas, las subvenciones y la marca Espa?a, el m¨²sico de jazz aparece enfrascado en una sorda batalla contra las ideas preconcebidas. ¡°Cada uno es lo que es¡±, opina Irene Aranda, pianista, con un amplio grupo de admiradores incondicionales que la siguen all¨¢ donde va. ¡°Si t¨² tocas flamenco, o free jazz, es porque crees en eso. Hacer lo que sea pensando en la etiqueta es un error¡±. Juli¨¢n S¨¢nchez, trompetista del radical combo Sindicato Ornette, ni se lo plantea. ¡°No es lo mismo hacer improvisaci¨®n libre en Berl¨ªn que en Sevilla, basta que uno haya tenido alg¨²n contacto con el flamenco para que eso se deje ver de alg¨²n modo¡¡±.
Con flamenco o sin flamenco, el m¨²sico de jazz conoce mejor que nadie el precio de la libertad. ¡°Los m¨²sicos de jazz somos esponjas que absorbemos todo lo que es de inter¨¦s¡±, dice Baldo Mart¨ªnez. Juli¨¢n S¨¢nchez con Miguel Poveda o Antonio Serrano acompa?ando a Paco de Luc¨ªa representan la cara amable del oficio; la de quien ha sabido sacarle partido a su condici¨®n de jazzista para acceder a terrenos vetados para la mayor¨ªa. ¡°Tenemos algo que nadie tiene: la capacidad de reaccionar ante la m¨²sica¡±, asegura el saxofonista malague?o Ernesto Aurignac. ¡°El flamenco, la m¨²sica cl¨¢sica o los estudios de grabaci¨®n piden m¨²sicos de jazz porque sabemos improvisar¡±, afirma Serrano. ¡°Podemos adaptarnos a lo que sea¡±, sostiene Marcelo Peralta¡ ¡°S¨ª, pero que nadie espere ganar un pastizal tocando jazz¡±, concluye Sir Charles.
La lucha del m¨²sico de jazz por su supervivencia adquiere en nuestros d¨ªas caracteres heroicos. ¡°Una aprende a vivir con lo imprescindible¡±, precisa Aranda, ¡°y menos¡±.
Los representantes, los contratos en exclusividad, las costosas campa?as publicitarias, son recuerdos de un pasado que, acaso, nunca existi¨®. ¡°Ojal¨¢ pudiera quedarme en casa estudiando mientras espero que suene el tel¨¦fono, pero no puedo, porque el tel¨¦fono nunca suena¡±. Despu¨¦s de intentarlo por diferentes medios, el veintea?ero Antonio Lizana, el m¨¢s flamenco y el m¨¢s joven entre los presentes, asume su forzada condici¨®n de representante de s¨ª mismo. ¡°Uno consigue vivir de esto a base de echarle muchas horas en Facebook y Twitter haciendo amigos y contactando con compa?eros. Te preguntan: ¡®T¨ªo, ?c¨®mo conseguiste tocar all¨ª?¡±; llamando a gente a la que no conoces. Diciendole, ¡®hola, soy m¨²sico de jazz y tengo este proyecto que a lo mejor te interesa¡¯. A m¨ª no se me da muy bien hacer ¨¦stas cosas, se me forma una pelota en el est¨®mago, yo lo que quiero es tocar¡¡±, indica
El m¨²sico de jazz se hace en los m¨¢rgenes del camino. Vecinos, conductores de autob¨²s y mun¨ªcipes con mando en plaza son sus enemigos naturales. ¡°En una ciudad como Madrid¡±, apunta To?o Miguel, ¡°nunca sabes si vas a llegar a tu destino, depende de si el chofer del autob¨²s est¨¢ de buen humor o si es hora punta, en cuyo caso pueden decirte que no puedes viajar en el Metro con el contrabajo porque molestas¡±.
Otras veces, el ¡°enemigo¡± est¨¢ al otro lado del rellano. ¡°Yo una vez compr¨¦ 600 cartones de huevos e insonoric¨¦ mi habitaci¨®n¡±, recuerda Ernesto Aurignac. ¡°Estuve 6 meses con un olor a pollo que tiraba de espaladas y de vez en cuando sal¨ªa volando una pluma, pero funcion¨®. El vecino dej¨® de darme el co?azo¡±. Cierto es que, a veces, la relaci¨®n entrem¨²sico y vecino depara sorpresas inesperadas. ¡°Yo tengo un vecino que me pide canciones de los Chunguitos por WhatsApp mientras estoy estudiando¡±, describe Serrano. Y de los pol¨ªticos, mejor no hablar. ¡°Ya no vamos a pedir que nos ayuden¡±, sentencia To?o Miguel, ¡°pero al menos que no nos pongan zancadillas¡±.
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