Fiesta en la casa de El Pele
Farruquito, Dorantes, La Moneta y Encarna Anillo, invitados de lujo del cantaor

El Pele. Peleando y punto. Cante: El Pele. Artistas invitados: Dorantes (piano), Farruquito (baile), Fuensanta ¡°La Moneta¡± (baile). Colaboraci¨®n Especial: Encarnita Anillo (cante). Viol¨ªn: Bernardo Parrilla. Guitarras: Manuel Silveria y El Ni?o Seve. Percusi¨®n: El Guito, Jos¨¦ Moreno. Coros y Palmas: Desir¨¦ Marquez, Natalia Segura, El Rubio de Pruna, Chicharo, Rafa Junquera. M¨²sica: El Pele y Dorantes.
Teatro de la Maestranza. 27 de septiembre de 2014.
El cantaor que nos ara?ara el alma en la pasada Bienal bien merec¨ªa un sitio estelar en esta. Aquellas soleares que destilaban dolor y dulzura a un tiempo, y que constituyeron un momento m¨¢gico, parecieron abrirle puertas nuevas al artista. Pero El Pele exist¨ªa desde mucho tiempo atr¨¢s y con suficiente bagaje para sustentar con s¨®lidos argumentos su nueva etapa vital. Su cante, que sabe buscar el recogimiento que conduce a la jondura, es tambi¨¦n capaz se desbordarse en un grito que se proyecta como urgencia expresiva de su personalidad. El temple y la contenci¨®n interior frente a una extroversi¨®n que le sale de los adentros. En su gran noche sevillana triunf¨® el primer elemento de la dualidad, ya fuera por la responsabilidad o por los deberes que se impuso con invitados de tanto post¨ªn.
Rodearse de tan buenos artistas como hizo El Pele es cosa que enriquece el espect¨¢culo y llena de brillo la casa del anfitri¨®n, que est¨¢ obligado a recibirlos y a dialogar con ellos. Es labor esta que, en ocasiones, alcanza el nivel de reto, pero cabe concluir que, a tenor de la generosa respuesta, el trato que el cantaor dio a sus invitados fue indudablemente bueno. El piano de Dorantes es un guante que se tiende suave para cobijar el cante por malague?as y ah¨ª se recoge el cantaor unos momentos antes de abrirse con fandangos de Lucena. A Farruquito le recibi¨® con unas letras por sole¨¢ y el escenario se llen¨® de la elegancia de un bailaor que parece en estado de gracia, que coloca sus brazos lo justo, marca la escobilla perfecta y, cuando se desata, adquiere una calidad a¨¦rea de la que regresa a tierra con pasmosa exactitud. La Moneta es, en cambio, otra encarnaci¨®n del baile. Su zambra, gitan¨ªsima, beb¨ªa del cante y del piano para cobrar mil formas estremecidas en una imparable sucesi¨®n de escorzos. Otra artista enrachada.
En la fiesta de El Pele hubo m¨¢s invitados. Baste con decir que hasta 10 m¨²sicos lo arroparon a lo largo de la noche, aunque en los momentos decisivos eligiese la sola guitarra de Silveria para adentrarse por los caminos del cante por derecho. Lo hizo en la seguiriya, transportando toda su intensidad con ecos de Manuel Torre y El Marruro, y sobre todo en la sole¨¢, con la que viaj¨® de Alcal¨¢ a Cai para visitar despu¨¦s ese terreno personal que se llena de melod¨ªa, de aquel dolor y de aquella dulzura que el cantaor pone cuando pide la soledad, porque quiere hablar consigo. En el arranque, con ton¨¢ y martinete, ya hab¨ªa dejado muestra de esa misma expresi¨®n, melodiosamente dolida. Ese fue el mejor Pele de la noche. Sin su discurso personal, a la fiesta le habr¨ªa faltado algo.
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