Lebrijano, se?or del cante
Un recorrido por toda la carrera del cantaor clausura la Bienal de Flamenco
Gala de Clausura. El cante se escribe con L. Cante: Juan Pe?a El Lebrijano, Juan Jos¨¦ Amador, Diego Carrasco, In¨¦s Bac¨¢n, Jos¨¦ Valencia, Tom¨¢s de Perrate. Piano: Dorantes
Baile: Carmen Ledesma, El Carpeta. Guitarras: Pedro Mar¨ªa Pe?a, Antonio Carri¨®n, Ram¨®n Amador, Ram¨®n Amador Hijo. Viol¨ªn: Alexis Lefreve. Voz ¨¢rabe y teclado: Redduane Kourrich . Percusi¨®n: Agust¨ªn Henke, Nano Pe?a. Coros y palmas: Juan Reina, Sergio Romero, Juan Sanjuan. Direcci¨®n: Pedro Mar¨ªa Pe?a.
Teatro de la Maestranza 5 de octubre de 2014.
Juan Pe?a El Lebrijano goza de un espacio grande, indiscutible y bien ganado en la historia del flamenco. ?l, que es historia viva, ha dejado aportaciones que han resultado fundamentales en el desarrollo de un arte que hab¨ªa heredado de manera natural como integrante de una excelsa familia gitana. En sus fiestas, en sus ritos, Juan, como el resto de sus hermanos, pudo absorber los elementos esenciales de las formas y los estilos, pero en esa casa, sobre todo, debieron inculcarle conceptos tan claros como los del respeto, la fidelidad y el amor hacia el arte que se les transmit¨ªa. Sin ellos, poco se puede entender de la trayectoria creativa de un hombre que debi¨® de alcanzar muy precozmente el dominio de los canones, factor que podr¨ªa explicar su permanente inquietud creativa.
En los a?os 70 del pasado siglo, en la etapa dorada de los festivales flamencos, Juan era uno de los m¨¢s pleclaros proclamadores de la tradici¨®n y, de forma paralela, iba dejando grabaciones que constituyeron hitos de renovaci¨®n, reconocimiento y hasta de popularidad. Son aspectos que se recogen en este espect¨¢culo que fue una gala y, a la vez, un homenaje no escrito y s¨ª muy merecido. En ¨¦l no podr¨ªa faltar la familia, que es extensa y brillante, y que apareci¨® en primer lugar con sus primos In¨¦s Bac¨¢n y Tom¨¢s de Perrate. La primera dej¨® ese sabor rancio del romance contado como la historia antigua que es. El hijo de Perrate se busc¨® por canti?as y fue de Utrera a C¨¢diz cantando para el baile de Carmen Ledesma, que tambi¨¦n tiene sabor familiar y poder.
El Lebrijano, cantaor de tradici¨®n se reserv¨® estilos grandes, la solea y la seguiriya, para mostrar sus fundamentos cantaores. Conserva en la garganta su antiguo poder¨ªo y, administr¨¢ndolo con templanza, tira de ¨¦l hasta espacios de riesgo. Pero, por encima de potencias est¨¢ el saber decir, algo que no se pierde, tal vez se gana, con el paso de los a?os. De esa forma, entreg¨® una larga tanda de soleares antes de pasar con decisi¨®n y entrega a la seguiriya, donde supo dolerse cuadrando el estilo. La familia, en esta ocasi¨®n, en las manos inspiradas de su sobrino Pedro Mar¨ªa Pe?a, hijo de quien tanto le acompa?ara en aquellos a?os de festivales.
El otro hijo de Pedro Pe?a, David, Dorantes para la m¨²sica, emergi¨® desde la oscuridad desgranando tientos y tangos antes de dar paso a los coros que, con el estribillo de las bienaventuranzas, recibieron a Jos¨¦ Valencia. Su cante de fuerza, junto al piano y los coros, parecieron id¨®neos para la evocaci¨®n de La palabra de Dios a un gitano, uno de los discos rompedores de Lebrijano. Otro, el conceptual Persecuci¨®n, lleg¨® con el metal siempre d¨²ctil y a la vez precioso de Juan Jos¨¦ Amador. Su interpretaci¨®n de Libres como el aire prendi¨® en un p¨²blico al que ya se le iban las manos. A punto estuvo de venirse abajo estuvo la atm¨®sfera creciente con el paso de El Carpeta por la escena. Consumiendo casi la totalidad del tiempo en buscarse, atusarse el pelo y vuelta a buscarse, el m¨¢s joven de los Farrucos, m¨¢s all¨¢ de esa presencia se?orial que identifica a la familia, apenas dej¨® unas pata¨ªtas alborotadas. Si se trataba de evocar al abuelo, no se termina de comprender la elecci¨®n.
Juan Pe?a volvi¨® a escena de nuevo para completar el recuerdo de Persecuci¨®n antes de revivir sus encuentros con la m¨²sica andalus¨ª. C¨®modo y arropado, el cantaor se vino arriba y con Dame la libertad decididamente salt¨® la fiesta y a un auditorio que quer¨ªa participar de la fiesta palmeando a comp¨¢s. El homenaje oculto ten¨ªa que aflorar, se quer¨ªa aplaudir y jalear al cantaor, porque a veces los pueblos reciben a sus artistas como h¨¦roes y esta era una de las ocasiones. Entra?able se torn¨® la gala con la aparici¨®n de Diego Carrasco que, evocando su cabellera de plata y sus ojos de cielo le cant¨®. Sal que te quiero ver bailar. Y sali¨® y bail¨®.
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