¡®Cels¡¯ y la explosi¨®n de los museos
La obra de Mouawad cuestiona que la cultura haya sido capaz de dotar de sentido a la experiencia humana
La Biblioteca de Catalunya presenta estos d¨ªas una recomendable obra del dramaturgo liban¨¦s Wajdi Mouawad. Dirigida por Oriol Broggi, Cels narra la historia de una c¨¦lula de inteligencia que lleva meses intentando prevenir un atentado terrorista a escala internacional. El equipo trabaja conectado con c¨¦lulas de todo el mundo para descifrar multitud de mensajes inconexos que apuntan a un ataque inminente en el coraz¨®n de Occidente. Como en otros trabajos de Mouawad, el texto, que habla de violencia, de poes¨ªa y de la ambivalencia de la condici¨®n humana, tiene el valor de plantear algunas preguntas eternas pero tambi¨¦n cuestiones de gran actualidad, como la vigilancia electr¨®nica o el terrorismo internacional.
Lo sorprendente, y disculpen que desvele el final de la trama, es que tras barajar la pista islamista y los grupos anarquistas, se descubre que es una red de j¨®venes sin ning¨²n tipo de conexi¨®n religiosa o pol¨ªtica la que acaba haciendo explotar los principales museos de algunas ciudades de los pa¨ªses m¨¢s ricos del mundo.
El ataque es la respuesta del desasosiego de una generaci¨®n que se rebela contra la violencia y la injusticia del mundo y que quiere dar voz a las juventudes sacrificadas en todas las guerras del siglo?XX. Es una cr¨ªtica a la historia de un siglo manchado de sangre, pero tambi¨¦n un grito de desesperaci¨®n por la muerte de j¨®venes en guerras causadas por sus padres. ¡°Todo hombre que mata a un hombre es un hijo que mata a un hijo¡±, dice Mouawad. Al rechazo del legado hist¨®rico y pol¨ªtico se une pues la lucha generacional. Y es una paradoja, porque los j¨®venes utilizan la muerte en los museos para entonar un canto a la vida y a favor de que los hijos nunca mueran antes que sus padres.
Entendida la rabia y el malestar de esta generaci¨®n, ?por qu¨¦ atacar precisamente los museos? ?No se supon¨ªa que el arte y la cultura ten¨ªan el poder de emanciparnos del horror? ?No es contradictorio atentar contra unas instituciones que podr¨ªan salvar al mundo a trav¨¦s de la cultura y la educaci¨®n?
La respuesta m¨¢s evidente es que los j¨®venes atacan los museos porque estos contienen los valores de la civilizaci¨®n con la que est¨¢n disconformes. Las pinacotecas ser¨ªan un s¨ªmbolo, la traducci¨®n art¨ªstica de los principios de la sociedad que les rige, la fotograf¨ªa de la historia y del presente que quieren combatir.
Atentar contra los museos tambi¨¦n equivale a pensar que la cultura ha sido incapaz de dotar de sentido a la experiencia humana. Si la cultura ha sido in¨²til para evitar la barbarie y no ha conseguido calmar nuestros esp¨ªritus, parecen decir estos j¨®venes, ataqu¨¦mosla y empecemos de nuevo. La paradoja es que utilizan un cuadro de Tintoretto para urdir el atentado, pero esa es la forma de Mouawad de inculcarnos que la condici¨®n humana es contradictoria por naturaleza.
La cr¨ªtica tambi¨¦n va dirigida a la sacralizaci¨®n de la alta cultura y a la existencia de grandes panteones que encierran la creatividad entre cuatro paredes, lo cual no es m¨¢s que una queja por la falta de apertura de las instituciones culturales y sus dificultades para evolucionar, ser inclusivas y asumir la porosidad con su contexto.
Durante los a?os noventa, este tipo de museo renaci¨® con fuerza en todo el mundo por su conjunci¨®n con arquitectos estrella, y muchas ciudades aspiraron a tener un edificio emblem¨¢tico sin preocuparse demasiado por su entorno urbano ni por su proyecto muse¨ªstico. Tener equipamientos paralizados en el tiempo o cerrados sobre s¨ª mismos es tan peligroso como disponer de museos vac¨ªos de sentido.
Sin embargo, la explosi¨®n de los museos en Cels presupone dos principios que est¨¢n hoy bajo intensa discusi¨®n. ?Son los museos realmente tan centrales en la representaci¨®n de los valores de la sociedad como para merecer ser objeto de un ataque terrorista? A excepci¨®n de las grandes colecciones art¨ªsticas del mundo, ?hasta qu¨¦ punto los museos no han perdido su capacidad para reflejar las tensiones culturales de su entorno y para encarnar los principios de representaci¨®n, libertad e igualdad en el acceso a la cultura que ten¨ªan asignados?
Esta p¨¦rdida de centralidad tiene mucho que ver con la crisis de la educaci¨®n, la tendencia a la festivalizaci¨®n de la cultura y la irrupci¨®n de las nuevas tecnolog¨ªas, que ha difuminado los muros del museo y le ha quitado la exclusiva de la prescripci¨®n para convertirlo en un elemento m¨¢s de un engranaje m¨¢s complejo, participativo y plural.
El otro principio de Cels hoy en cuesti¨®n es el debate sobre la utilidad de la cultura. Si atentan contra los museos por in¨²tiles, ?no ser¨¢ que el problema est¨¢ mal formulado y la pregunta sobre la cultura no pasa nunca por su eficacia y utilidad? Un mejor criterio de an¨¢lisis ser¨ªa la capacidad de los museos de revelar las ambivalencias de la condici¨®n humana y de confirmar, como hace Cels, que cultura y barbarie est¨¢n ¨ªntimamente relacionadas.
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