El tinglado se viene abajo
La clase pol¨ªtica que los poderosos han tenido empleada en los ¨²ltimos a?os ha perdido toda su compostura
La indignaci¨®n que producen los gastos de los consejeros de Caja Madrid y Bankia con tarjetas de cr¨¦dito no deber¨ªa ser una rama que impide ver el bosque.
Lo de menos es la cutrez de personas como Rodrigo Rato, un exvicepresidente del Gobierno y antiguo director del Fondo Monetario Internacional que ganando tres millones y pico de euros carga a la cuenta de gastos de representaci¨®n 34,50 euros de abono a Digital Plus o 18 euros del supermercado. Lo relevante ni siquiera es la impostura de quienes se pasan el d¨ªa dando lecciones de moral y pidiendo recortes sociales para evitar, dicen, el despilfarro y se dedican luego a comprar lencer¨ªa fina a sus amiguitas o a gastarse el dinero en copas, clubs de alterne o joyas.
Utilizar tarjetas de cr¨¦dito como parte de la retribuci¨®n es muy habitual en todo tipo de empresas y se podr¨ªa encontrar lo mismo que escandaliza en Caja Madrid en otros muchos bancos y empresas. Por eso, por escandaloso que sea lo que hac¨ªan con el dinero de los dem¨¢s estos sinverg¨¹enzas, por rabia que d¨¦ saber de sus caprichos y de los miles de euros que se gastaban en hoteles de lujo y restaurantes de post¨ªn mientras la entidad que dirig¨ªan desahuciaba a viudas pobres y familias en paro, lo aut¨¦nticamente revelador es lo que hay detr¨¢s de todo ello.
Todas estas personas forman parte del grupo de poder que gobierna Espa?a y si el esc¨¢ndalo ha saltado en torno a ellas es sencillamente porque se viene abajo el tinglado de la antigua farsa, "la que embob¨® en las plazas de humildes lugares a los simples villanos", como escribi¨® Benavente en Los intereses creados.
La pol¨ªtica ha sido siempre una especie de gesti¨®n de negocio ajeno. El problema es que mientras que las personas normales y corrientes suelen desentenderse bastante de ello, los grandes intereses econ¨®micos hacen todo lo posible por conseguir que los pol¨ªticos gestionen a su favor constantemente. Algo que consiguen manteni¨¦ndolos como sus empleados a cambio de todo tipo de prebendas. De ah¨ª los cr¨¦ditos no devueltos, la financiaci¨®n irregular, los sobresueldos y tarjetas o los puestos magn¨ªficamente retribuidos en sus fundaciones o consejos de administraci¨®n cuando dejan la pol¨ªtica.
Ahora vivimos una situaci¨®n excepcional porque se ha corrompido el sistema de representaci¨®n y porque la clase pol¨ªtica que los poderosos han tenido empleada en los ¨²ltimos a?os ha perdido toda su compostura. Ni gestiona bien los negocios de los de arriba, ni convence a los de abajo. No se sabe bien lo que saldr¨¢ de aqu¨ª, pero es seguro que la suerte de quienes hasta ahora han pilotado el barco est¨¢ echada.
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