Habla pueblo, habla (?o no?)
Puestos a disponer de informaci¨®n, ?no ser¨ªa mejor saber de cu¨¢nto apoyo electoral dispone una lista encabezada por Mas y otra por Junqueras?
Desde hace un tiempo, Artur Mas gusta de repetir que su defensa de la consulta se justifica fundamentalmente porque quiere saber lo que piensa el pueblo de Catalu?a respecto a determinadas cuestiones. De hecho, en alguna de las entrevistas que ha concedido a medios extranjeros ha insistido en esta idea para subrayar su inocuidad pol¨ªtica (nada parecido a c¨®mo la promueve cuando se dirige a los catalanes, identific¨¢ndola con el momento en el que ¨¦stos podr¨¢n por fin decidir libremente su futuro) y, por tanto, el absurdo que supone la intransigencia del gobierno central ante una iniciativa que incluso ¨¦l mismo (y, por supuesto, su portavoz, Francesc Homs) ha llegado a comparar en algunos momentos con una mera encuesta.
Sin entrar en otro tipo de consideraciones, y atendiendo ¨²nicamente a la estricta l¨®gica argumentativa, hay que decir que, de aceptar al planteamiento informativista anterior, lo que se desprende es que Mas deber¨ªa haber actuado de una forma muy distinta a como lo ha hecho. En efecto, si se trata solo de saber lo que opinan los catalanes, los obst¨¢culos colocados por Mariano Rajoy deber¨ªan poder ser subsanables con lealtad institucional (en vez de astucia) y voluntad negociadora (en vez de confrontaci¨®n). Si tan convencidos estaban el president y sus aliados de que tanto la ley de consultas como el decreto de convocatoria eran perfectamente constitucionales, lo razonable hubiese sido que hubieran esperado a la resoluci¨®n definitiva del TC. A fin de cuentas, en estos momentos se encuentran suspendidas tan solo cautelarmente, por lo que no hay suficientes razones para dar por descontado que el alto tribunal convertir¨¢ en definitivo lo que ahora es cautelar. Si tal cosa ocurriera, ser¨ªa el momento de plantearse un procedimiento alternativo. Pero ni Mas ni los que hasta el presente eran sus compa?eros de viaje proporcionaron la menor explicaci¨®n por sus urgencias. La ¨²nica la constituye el eslogan, inquietantemente irracionalista, tenim pressa.
Aunque sea mucho conceder que el eslogan constituya raz¨®n suficiente (y convincente) para haber pasado al que parece ser el plan b, el de las elecciones anticipadas, lo cierto es que si se convocan para lo mismo que se quer¨ªa convocar la consulta (saber lo que opinan los ciudadanos catalanes a un determinado respecto), el objetivo deber¨ªa determinar la forma. Cuanto m¨¢s simple sea ¨¦sta, m¨¢s pobre ser¨¢ la informaci¨®n que se obtenga. Si se presentara, pongamos por caso, una lista unitaria de varios partidos cuyo programa, por a?adidura, consistiera en un ¨²nico punto, el volumen de lo que nos quedar¨ªamos sin saber ser¨ªa considerable.
Pero es que ¡ªsiempre desde una perspectiva l¨®gica¡ª a cualquier ciudadano de a pie le genera cierto estupor que se pueda estar proponiendo una lista conjunta encabezada por el l¨ªder del partido que, seg¨²n toda las encuestas, quedar¨ªa en segundo lugar (CiU), mientras que al partido que supuestamente arrollar¨ªa (ERC) le corresponder¨ªa el papel subalterno. A simple vista, parecer¨ªa m¨¢s razonable que cada una de las formaciones, tras advertir a los ciudadanos acerca de su completa coincidencia con la otra u otras en un punto (la independencia) y, por tanto, su voluntad de ir de la mano en todas las iniciativas vinculadas con ¨¦l, hiciera p¨²blicas sus propuestas para el resto de asuntos que debe abordar cualquier gobierno (pol¨ªticas p¨²blicas relacionadas con ense?anza, sanidad, dependencia, mantenimiento del Estado del Bienestar, recortes, etc.). ?O es que no resulta sensato que se le informe a los ciudadanos de las diferencias que mantienen esos partidos pol¨ªticos en aspectos tan trascendentales para sus vidas? Y, puestos a disponer de informaci¨®n, ?no ser¨ªa mejor que todo el mundo conociera de cu¨¢nto apoyo electoral dispone una lista encabezada por Artur Mas y de cuanto otra encabezada por Oriol Junqueras? ?Hay alg¨²n argumento s¨®lido para hurtarle a los catalanes tan importante dato, relacionado en definitiva con qui¨¦n deber¨ªa ser el pr¨®ximo presidente de la Generalitat?
Claro que tampoco hay que descartar que finalmente Mas no convoque elecciones anticipadas, pero en tal caso, y al margen del enorme aislamiento pol¨ªtico que ello le supondr¨ªa, la l¨®gica argumentativa aplicada hasta aqu¨ª podr¨ªa seguir utiliz¨¢ndose. Porque si ha sido o bien la urgencia de saber (en el caso de Mas) o la prisa por votar (de quienes le apoyaban) lo que nos ha abocado al lugar en el que ahora nos encontramos, posponer la convocatoria de elecciones a buen seguro acabar¨ªa de sumir en una profunda perplejidad a muchos ciudadanos. Que se preguntar¨ªan, cargados de raz¨®n: ?acaso ha dejado de ser urgente para el president conocer lo que piensan los catalanes? Y tambi¨¦n: a aquellos otros que convert¨ªan el ¡°Volem votar¡± en el resumen ¡ªy a menudo toda la sustancia¡ª de su discurso ?se les han pasado las ganas de hacerlo?
Sab¨ªamos ¡ªporque se encuentra sobradamente contrastado por la experiencia hist¨®rica¡ª que la verdad es la primera v¨ªctima de la guerra. Empezamos a aprender que en situaciones como las que estamos viviendo en Catalu?a en los ¨²ltimos tiempos, los principales damnificados son el sentido com¨²n y la l¨®gica m¨¢s elemental. No es para alegrarse, pero es lo que hay.
Manuel Cruz es catedr¨¢tico de Filosof¨ªa Contempor¨¢nea en la Universidad de Barcelona.
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