Dos o m¨¢s cosas sobre Perucho
Cuanto m¨¢s patriota catal¨¢n es considerado el fallecido, m¨¢s honras f¨²nebres, pero el olvido es el mismo para todos
El mecanismo necr¨®filo de la cultura catalana es impecable. En una literatura que se va quedando sin lectores, cuando muere un escritor se le honra con mucha abundancia y casi de inmediato pasa al olvido tal vez para siempre. Es un mecanismo con pocas excepciones y, desde luego, Joan Perucho no lo fue. Cuanto m¨¢s patriota catal¨¢n es considerado el fallecido, m¨¢s honras f¨²nebres, pero el olvido es pr¨¢cticamente el mismo para todos. Ha tenido que ser la Fundaci¨®n Banco Santander, de la mano de la cr¨ªtica Mercedes Monmany, quien actualice la literatura de Perucho, tan benignamente luciferina, publicando una antolog¨ªa de sus mejores escritos, en versi¨®n castellana. Regresamos al mundo de Perucho como quien entra en un balneario para fantasmas, entre jardines de plantas carn¨ªvoras y sin nombre. La Fundaci¨®n Banco Santander ya ha hecho lo mismo con el maldito Eugeni D¡¯Ors y la tan poco convencional Merc¨¨ Rodoreda. Lo cierto es que Joan Perucho hab¨ªa pr¨¢cticamente desaparecido de las librer¨ªas de Catalu?a. Hoy por hoy, sus nuevos lectores solo consiguen sus libros comprando por Internet, en Iberlibro.
En fin, por una vez Perucho ha tenido buen trato con los bancos. Poco antes de los inicios de la crisis de Banca Catalana, retir¨® de caja su patrimonio, con gran prudencia. Dec¨ªa que uno no puede fiarse de un banco que gasta el dinero de sus clientes pagando para que unos alpinistas pongan una bandera catalana en la cima del Everest. Esa era la otra cara de Perucho, sensato como el buen juez que era, hasta que se hart¨® de los reos de justicia y pudo dedicarse venturosamente a leer y escribir.
M¨¢s tarde tendr¨ªa la fortuna de constar en el canon de la literatura anexo al ensayo c¨¦lebre de Harold Bloom. El asunto se convirti¨® en tema predilecto de sobremesa. Hab¨ªa estado dando conferencias en algunas universidades norteamericanas y, de regreso, pas¨® por Baltimore. All¨ª visit¨® la tumba de Edgar Allan Poe. Recogido ante la tumba, de un ¨¢rbol cercano cay¨® una hoja y el viento la fue agitando hasta posarla en su frente de patricio augusto. ?l lo interpret¨® ¡ªseg¨²n dec¨ªa¡ª como un saludo protector del viejo poeta dips¨®mano. Pero ser¨ªa algo m¨¢s. En el aeropuerto de Baltimore, a punto de embarcar, par¨® en la librer¨ªa y all¨ª estaba el ensayo de Bloom, con la menci¨®n a Perucho. Era la bendici¨®n fant¨¢stica de Poe. Inventada o no, aquella historia iba perfeccion¨¢ndose en el detalle, hasta el punto de que con cada uno de sus ademanes elocuentes, Perucho nos hac¨ªa ver de cada vez mejor como la hoja fue a posarse en su frente, enviada por el poeta que contempl¨® el hundimiento tr¨¢gico de la casa Usher.
La popularidad de Perucho entre quienes confunden la literatura catalana con el nacionalismo ha sido siempre muy mejorable. Le toc¨® adem¨¢s vivir en tiempos del ¡°diktat¡± que fue el realismo social. Ambas circunstancias, de tanto sesgo, le perjudicaron como poeta y como novelista. Algo de eso se pudo constatar en la reuni¨®n del jurado de uno de los premios nacionales ¡ªensayo, poes¨ªa o novela¡ª en la sede del Ministerio de Cultura. Ahora no importa en qu¨¦ a?o. En los distintos jurados, hab¨ªa miembros ¡ªpeninsulares e insulares¡ª conjurados para nominar a Perucho para el Premio Nacional de las Letras. Son recomendaciones no vinculantes, pero cre¨ªamos que la unanimidad acordada pod¨ªa influir a la hora de, finalmente, decidir el premiado. En el jurado del que era miembro quien esto escribe, el nombre de Perucho turb¨® el sopor del representante del Institut d¡¯Estudis Catalans. Fulminantemente, se opuso a la nominaci¨®n de Perucho. No adujo ning¨²n argumento. ?nicamente lo rechaz¨® de modo frontal. Luego propuso otro nombre que fue secundado por los miembros del jurado ¡ªlas academias vasca, gallega y otros¡ª que acostumbran a votar en bloque y algo parecido ocurri¨® en otros de los jurados, pero aquel otro candidato no obtuvo el premio, a diferencia de las posibilidades reales que hubiese tenido la candidatura de Perucho.
Al hombre del Institut d¡¯Estudis Catalans, un historiador de la literatura catalana a la que sistem¨¢ticamente confunde con una tesis sociol¨®gica, le incomodaba participar en el reconocimiento de alguien como Perucho, escritor en catal¨¢n que a la vez escrib¨ªa en castellano. El incidente fue una peculiar contradicci¨®n fundamentalista, porque Perucho recibi¨® en 1995 el Premi Nacional de Literatura que otorga la Generalitat. Pero as¨ª fue como la literatura catalana perdi¨® aquel d¨ªa una oportunidad de mayor presencia en toda Espa?a y as¨ª Joan Perucho se qued¨® sin el Premio Nacional de las Letras hasta que jurados m¨¢s comprensivos se lo otorgaron en el a?o 2002, ya poco antes de su muerte. Al conocer aquel episodio de repudio, Perucho enarc¨® las cejas y puso su cara de asombro angelical como un te¨®logo bizantino a punto de ser objeto de anatema. ¡°El m¨¢gico prodigioso¡± le llam¨® su amigo y vecino Carlos Pujol en referencia a Calder¨®n. Claro que Calder¨®n hoy no toca.
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