Berrea en la sala de exposiciones
Miguel ?ngel Blanco estudia la figura del ciervo en el arte uniendo piezas del XIX con cornamentas reales en el Museo del Romanticismo
En una peque?a sala del Museo del Romanticismo resuena el entrechocar de cornamentas y los bravos berridos de los ciervos. Ni rastro de los dos reyes del bosque que se intuyen tras esta grabaci¨®n realizada en los Alpes italianos. De los ciervos solo quedan sus astas, arrancadas por alg¨²n cazador. No un par, sino 30. Y no colgadas en la pared, sino en un rinc¨®n de la sala, apiladas en un mont¨®n primitivo y salvaje.
A esto llama el artista Miguel ?ngel Blanco (Madrid, 1958) ¡°liberaci¨®n¡±, y de ella dan cuenta las 30 metopas (las bases de madera de las que se cuelgan estos trofeos de caza) ahora vac¨ªas sobre la pared verde l¨ªquen. Ese es el centro de su exposici¨®n El aura de los ciervos, que estar¨¢ hasta marzo en esta peque?a sala. Y esta es la tesis principal de su obra: ¡°La caza es lo m¨¢s ordinario, lo m¨¢s vulgar y mezquino¡±.
Es l¨®gico que esta sentencia salga de la boca de un artista que se considera ¡°un ciervo de diez puntas¡±, una especie de druida que espera alcanzar el conocimiento a trav¨¦s de la naturaleza y que pasa sus d¨ªas caminando por los bosques de la Fuenfr¨ªa, su ¡°centro del mundo¡±.
All¨ª tuvo lugar el encuentro m¨¢gico que prendi¨® la chispa de la muestra hace meses. En el Valle de Alcudia se top¨® con un ciervo, y el rey del bosque no huy¨®. Su revelaci¨®n parece una versi¨®n pagana de la de San Huberto, que se convirti¨® al dar con un ciervo con una cruz entre las cuernas. El encuentro queda inmortalizado en uno de sus libros-caja (Contacto nocturno) hechos con los tesoros que encuentra en sus paseos y que componen el grueso de su obra. Van 1140 desde 1986.
Adem¨¢s de mostrar ocho de estas piezas (siete creadas para la exposici¨®n) y la instalaci¨®n, Blanco ha repetido la maniobra que en 2013 le hizo conquistar el Prado con Historias Naturales: poner en relaci¨®n obras cl¨¢sicas con animales o plantas reales, en aquel caso del Museo de Ciencias Naturales. En las paredes de la sala se encuentran acuarelas, litofan¨ªas (porcelanas transl¨²cidas retroiluminadas) y litograf¨ªas del XIX procedentes de los fondos del museo. El rescate de piezas olvidadas es una de sus nuevas actividades art¨ªsticas favoritas. Volver¨¢ a hacerlo el a?o que viene en el Thyssen, con una exposici¨®n sobre el Lejano Oeste. No es muy distinto, al fin y al cabo, de recoger ramas en el bosque.
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