La reinserci¨®n de los poderosos
Conseguir beneficios penitenciarios es la ¨²ltima trinchera de la impunidad de los delincuentes de cuello blanco
Antes, a los que ostentaban el m¨¢ximo poder econ¨®mico, social o pol¨ªtico, si delinqu¨ªan no se les juzgaba. Si llegaban a juicio, se les absolv¨ªa. Y si no, se les indultaba. Ahora ni esto ¨²ltimo es ya seguro para ellos. Su impunidad ya no est¨¢ garantizada. A veces la justicia funciona. De momento B¨¢rcenas, D¨ªaz Ferr¨¢n y Granados est¨¢n presos. Matas sali¨®, pero volver¨¢ a entrar m¨¢s de una vez. Y hasta N¨²?ez, el empresario barcelon¨¦s, expresidente del Bar?a, y su hijo, con toda su fortuna, son usuarios del Servicio Penitenciario.
Por eso ahora reaparece el debate sobre la reeducaci¨®n y reinserci¨®n social. Es la ¨²ltima trinchera de la impunidad de los poderosos. Lo ha sostenido en el Congreso de los Diputados ?ngel Yuste, Secretario de Instituciones Penitenciarias, refiri¨¦ndose a Jaume Matas. Si el condenado disfruta de una familia normalizada, es de buena conducta y tiene un supuesto trabajo como aut¨®nomo en su propia casa, est¨¢ socialmente insertado. Ya no necesita el correctivo de la pena privativa de libertad. Puede cumplir en su casa lo que le queda de pena.
El art¨ªculo 25.2 de la Constituci¨®n dice que las penas privativas de libertad estar¨¢n orientadas hacia la reeducaci¨®n y la reinserci¨®n social. De este texto se deduce impl¨ªcitamente la idea de que el delincuente que merece pena de prisi¨®n comete su delito generalmente por su falta de educaci¨®n o por su ausencia de inserci¨®n social. Por eso, cuando los que delinquen lo hacen con una privilegiada educaci¨®n y aprovechando su ventajosa posici¨®n de inserci¨®n social, econ¨®mica o pol¨ªtica, se nos plantea la pregunta de si est¨¢ prevista tambi¨¦n para ellos la reeducaci¨®n y reinserci¨®n penitenciaria.
El concepto de reeducaci¨®n puede deducirse de la definici¨®n que contiene el art¨ªculo 27.2 de la Constituci¨®n: ¡°La educaci¨®n tendr¨¢ por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana en el respeto a los principios democr¨¢ticos de convivencia y a los derechos y libertades fundamentales¡±. La reeducaci¨®n, a partir de esta definici¨®n, parece que debe significar el regreso al respeto debido a los principios democr¨¢ticos de convivencia. El delincuente de cuello blanco, evidentemente, se aparta del respeto debido a los principios democr¨¢ticos de convivencia, carece de educaci¨®n c¨ªvica, al cometer su delito de apropiaci¨®n indebida multimillonaria arruinando a miles de personas, su gran estafa o su delito societario, de blanqueo de capitales, contra la Hacienda P¨²blica, etc¨¦tera.
La Constituci¨®n, sin embargo, no ofrece ninguna clave para concretar lo que es la reinserci¨®n. Ser¨ªa, gen¨¦ricamente, la reintegraci¨®n del delincuente a una convivencia social ajena a la pr¨¢ctica del delito. Pero los delincuentes que salen de la c¨¢rcel vuelven normalmente a los ¨¢mbitos de convivencia de los que salieron, en los que se fraguaron sus comportamientos antisociales. Son ¨¢mbitos muy distintos. En los extremos de nuestra desigual sociedad hay ¨¢mbitos de exclusi¨®n social objetivamente contrapuestos. Hay excluidos de la sociedad por su marginalidad y pobreza, y hay, en el polo opuesto, privilegiados con un modo de vida de verdadera autoexclusi¨®n social, con lujos ¡°muy exclusivos¡±.
En cada grupo social hay un tipo de delincuente espec¨ªfico. Los m¨¢s pobres no cometen delitos societarios ni apropiaciones indebidas multimillonarias. Los m¨¢s ricos no dan tirones de bolsos en el metro. El delincuente cuyo comportamiento antisocial tiene su origen en la marginalidad, es decir, en la falta de inserci¨®n social y de educaci¨®n, merece y tiene derecho a que se le ofrezca la posibilidad de educarse e integrarse en la sociedad ¡°normal¡± (en sentido etimol¨®gico, de sociedad ajustada a las normas).
El joven ladronzuelo al salir de la c¨¢rcel vuelve a su pandilla, a su grupo social de origen, obviamente contumaz en su inevitable exclusi¨®n social. En su grupo normalmente no hay reproche por su delito, no est¨¢ mal visto. Por eso dif¨ªcilmente se reintegrar¨¢ a una convivencia social ajena a la pr¨¢ctica del delito. Su reinserci¨®n ser¨¢ problem¨¢tica. En tales circunstancias generalmente se acepta que no ser¨ªa conveniente su excarcelaci¨®n prematura para que cumpliera casi toda su pena en su casa y con su pandilla.
El delincuente de cuello blanco que muy excepcionalmente ha cumplido pena de prisi¨®n, al salir tambi¨¦n regresa al grupo social del que proced¨ªa. Este grupo, como el otro, tambi¨¦n es obviamente contumaz en su autoexclusi¨®n social, en sus ¡°exclusivos¡± privilegios sociales, econ¨®micos o pol¨ªticos. En ¨¦l no est¨¢n mal vistas, no se reprochan, la voracidad econ¨®mica, las operaciones financieras depredatorias, los para¨ªsos fiscales, las puertas giratorias, la mercantilizaci¨®n del poder. El regreso a su grupo tambi¨¦n arroja un pron¨®stico negativo de reeducaci¨®n y reinserci¨®n en la sociedad ¡°normal¡±, ajustada a normas sociales de respeto a los principios democr¨¢ticos de convivencia. Por eso el delincuente de cuello blanco tambi¨¦n necesita cumplir su pena. Por eso su excarcelaci¨®n prematura tambi¨¦n es inconveniente.
Jos¨¦ Mar¨ªa Mena fue fiscal del Tribunal Superior de Justicia de Catalu?a.
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