Una ¡®nariz¡¯ electr¨®nica entrenada para detectar malos olores en el agua
El Canal de Isabel II desarrolla un sensor que env¨ªa alertas a su centro de control
M¨¢s de un a?o de entrenamiento para refinar el olfato, en busca de olores desagradables. Sus creadores la denominan ¡°nariz electr¨®nica¡±, aunque en realidad es una caja equipada con potentes sensores capaces de respirar sobre la superficie del agua almacenada y captar si algo va mal. El Canal de Isabel II ha desarrollado un dispositivo para analizar de forma permanente el olor en sus embalses y enviar una alerta a su centro de control en caso de detectar cualquier anomal¨ªa.
"El objetivo del proyecto es intentar medir de forma objetiva algo tan subjetivo como es el olor", explica Francisco Cubillos, subdirector de investigaci¨®n del Canal de Isabel II. Esta nariz inteligente est¨¢ especialmente educada para detectar en aguas embalsadas el olor que produce la geosmina, una sustancia qu¨ªmica que desprenden algunas algas. "No es peligrosa y se presenta con poca frecuencia en nuestros embalses, pero en ocasiones ha generado olores", asegura Cubillos.
El entrenamiento de la m¨¢quina ha consistido en "copiar" el modo en que la nariz humana se va educando para distinguir un aroma de otro. El equipo de cinco personas que ha desarrollado el dispositivo seleccion¨® distintos tipos de sensores, que luego coloc¨® en seis plataformas, en diversos emplazamientos, para comprobar qu¨¦ respuesta daban a diferentes olores. "El problema es que tienes que entrenar la m¨¢quina en episodios que suceden pocas veces", explica el responsable. "Hay que aprovechar esos episodios o forzarlos en el laboratorio. Pero lo ideal es hacerlo en el medio real y el contexto ambiental en el que se produce la sustancia que quieras detectar".
Han sido necesarios 18 meses de trabajo para desarrollar el sensor
El primer aparato, tras 18 meses de trabajo, est¨¢ instalado ya en el embalse de Valmayor, aunque no sustituye a los an¨¢lisis manuales ¡ªunos 6 millones al a?o¡ª que se realizan en los 16 laboratorios con los que cuenta la empresa para detectar cualquier variaci¨®n en las caracter¨ªsticas del agua. La nariz electr¨®nica, una caja de apenas 30 cent¨ªmetros, se coloc¨® sobre el agua remansada, en la estaci¨®n de tratamiento. All¨ª, a trav¨¦s de un tubo, respira de forma permanente el aire que est¨¢ en contacto con la superficie del agua, aire que luego pasa al sensor instalado dentro de la caja.
La informaci¨®n que percibe ese sensor se traduce en t¨¦rminos de concentraci¨®n de la geosmina. En caso de anomal¨ªa, la nariz env¨ªa un aviso al centro de control y lo que se hace entonces es "intensificar el proceso de uso de carb¨®n activo granular en la estaci¨®n de tratamiento", explica Cubillos. El aparato instalado en Valmayor no ha detectado, de momento, ning¨²n episodio de olor, que seg¨²n apunta la empresa, no afecta a las condiciones de potabilidad del agua.
Durante el proceso de educar la nariz, el equipo de investigadores se top¨® con varios callejones sin salida. Trataron, por ejemplo, de configurar al sensor para que detectara otro tipo de olores, no solo el que provoca la geosmina, pero no fue posible. "Tambi¨¦n lo situamos en la salida del agua ya tratada, pero no hubo forma de entrenarlo porque en ese punto no se daba esa sustancia ya", cuenta Cubillos. El dispositivo est¨¢ configurado adem¨¢s para rebajar su capacidad olfativa si la temperatura est¨¢ por debajo de los 10 grados, pues en esas condiciones los expertos comprobaron que la geosmina no generaba olores. La nariz inteligente se instalar¨¢ en otros embalses de la red, a¨²n por determinar.
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