S¨¢bado lluvioso
Sergio Garc¨ªa asume la responsabilidad en el Espanyol que le pide el entrenador y todos nosotros
Era un s¨¢bado lluvioso por la tarde, se jugaba el Espanyol-Levante y el campo estaba encharcado como los pulmones de una sociedad enfermiza. Violencia de los hombres contra las mujeres, y viceversa; violencia de los padres contra los hijos, y viceversa; violencia de la Iglesia Cat¨®lica contra los ni?os, violencia de los bancos contra una anciana de Vallecas, hipotecada su vida y su historia; violencia de los hombres contra los hombres y de las mujeres contra las mujeres. Violencia a secas.
El s¨¢bado era lluvioso y el central periquito Eric Bertrand Bailly, elegante. Mediada la segunda parte, Bailly fall¨® peligrosamente un despeje f¨¢cil. Sergio Garc¨ªa, el capit¨¢n, cruz¨® el campo corriendo como una flecha desde el ¨¢rea visitante hasta la posici¨®n del defensa central, en el ¨¢rea local, para animarle con un manotazo amistoso y en¨¦rgico tras la pifia. Gran gesto del veterano capit¨¢n tras su extraordinario gol de la primera parte. A eso se le llama asumir responsabilidades, ocupar su lugar en el equipo. Se lo pide el entrenador y se lo pedimos todos, por la gloria de mi madre, que mantenga el esp¨ªritu guerrero del Bon Pastor y la magia de su borcegu¨ª, dando un paso al frente como capit¨¢n.
Cuando los ¨¢rbitros vest¨ªan de negro un minuto de silencio duraba 60 segundos
El s¨¢bado era lluvioso y un minuto de silencio que apenas lleg¨® a los 30 segundos fue un diminuto silencio. Es lo que el colegiado Del Cerro Grande perpetr¨® en memoria del exjugador blanquiazul Gabriel Jorge Sosa. Qu¨¦ falta de respeto a la memoria, al tiempo, a la muerte. Cuando los ¨¢rbitros vest¨ªan de negro un minuto de silencio duraba 60 segundos. Es el signo de los tiempos modernos, que corren y corren para no ir a ninguna parte, es el viaje a ninguna parte, como dice el presidente Rajoy del president Mas, plagiando a la novela y posterior pel¨ªcula de Fernando Fern¨¢n G¨®mez. A la mierda, v¨¢yase usted a la mierda. As¨ª las gastaba Fern¨¢n G¨®mez con los admiradores que le ped¨ªan una dedicatoria, y a?ad¨ªa que s¨ª se?or, que ¨¦l era un maleducado. A la mierda. Qu¨¦ bien nos sentar¨ªa a algunos permitirnos esa mala educaci¨®n con impresentables tanto de la esfera p¨²blica como de la privada, y a veces incluso de la ¨ªntima. A la mierda, forzando el libro de estilo de EL PA?S, pero lo verdaderamente extraordinario ser¨ªa forzar el libro de estilo que nos tragamos cuando ¨¦ramos ni?os y que ya se ha hecho carne de nuestra carne.
Nuestros abuelos vivieron y perdieron la Guerra Civil. Incluso uno de ellos ¡ªde quien heredamos el nombre y el apellido¡ª literalmente se perdi¨® durante la contienda. Nuestros padres sobrevivieron a la posguerra. Y nosotros vivimos los ¨²ltimos diez a?os del franquismo y toda la Transici¨®n. Se entiende que estemos programados para el pesimismo. Como el de Edgar Morin, padre y madre del pensamiento complejo, nuestro optimismo se fundamenta en lo improbable. Por eso nos extra?¨® tanto la victoria del s¨¢bado contra el Levante, y que no se desencadenara la en¨¦sima crisis periquita, y que no se destituyera al entrenador, y que la tormenta no se convirtiera en diluvio y que todo se fuera a la mierda para renacer una vez m¨¢s. ?Es el optimismo cosa de idiotas? S¨®lo s¨¦ que vi llover, vi gente correr, y no estabas t¨².
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