Jugadores de ventaja
En las diez elecciones auton¨®micas que hemos tenido, CiU y ERC han logrado una sobreprima de entre 3 y 11 esca?os
Nunca como ahora, con unas posibles elecciones al Parlament de Catalunya que algunos pretenden convertir en un suced¨¢neo de refer¨¦ndum de autodeterminaci¨®n, hab¨ªa emergido con mayor fuerza el enorme fraude pol¨ªtico que supone que Catalu?a siga sin una ley electoral propia, incumpliendo as¨ª flagrantemente lo establecido en el art¨ªculo 31 del Estatuto de Autonom¨ªa de 1979. No deja de sorprender que algunos partidos pol¨ªticos que se lamentan ma?ana, tarde y noche de que el Gobierno espa?ol impida a los catalanes ejercer el manido derecho a decidir no vean ninguna contradicci¨®n en el hecho de no haber decidido durante m¨¢s de tres d¨¦cadas sobre algo para lo que estaban facultados, nadie les pon¨ªa obst¨¢culo alguno y, adem¨¢s, era un imperativo legal libremente autoimpuesto y refrendado por la ciudadan¨ªa catalana.
La extra?eza se desvanece a poco que se observen los resultados que se han derivado de funcionar con un r¨¦gimen electoral pre-estatutario y te¨®ricamente provisional. Como los principales beneficiados de tal anomal¨ªa legal son quienes vienen disfrutando del poder de forma casi ininterrumpida durante estos m¨¢s de 30 a?os, se entiende que no hayan tenido el m¨¢s m¨ªnimo inter¨¦s en cumplir con un mandato de ese Parlamento cuya condici¨®n soberana tantas veces se invoca en relaci¨®n con otras cuestiones que a algunos nos pueden parecer menos relevantes que aquella que establece las reglas por las que se rige la representaci¨®n pol¨ªtica de los ciudadanos, uno de los pilares fundamentales de cualquier sistema democr¨¢tico.
Merece la pena recordar que CiU y ERC consiguieron su actual mayor¨ªa absoluta con un 44,40% de los votos, y a¨²n les sobraron tres esca?os.
?Qu¨¦ motivo podr¨ªan tener los dirigentes de CiU para modificar una normativa electoral que les ha permitido ganar en n¨²mero de esca?os las diez elecciones auton¨®micas celebradas desde 1980, incluso cuando ¡ªcomo en 1999 y 2003¡ª fue el PSC el ganador en n¨²mero de votos? ?Y qu¨¦ motivo tendr¨ªan los de ERC, segunda fuerza en esca?os pese a ser la tercera en votos en 2012? Obviamente, ninguno. Esta situaci¨®n, de baj¨ªsima calidad democr¨¢tica, se convierte en puro ventajismo pol¨ªtico si se pretende aprovechar para derivar de unas elecciones auton¨®micas unas consecuencias que van mucho m¨¢s all¨¢ de la simple elecci¨®n de diputados para configurar mayor¨ªas con las que gobernar el pa¨ªs.
Conviene prestar un poco de atenci¨®n a los resultados de las 10 elecciones auton¨®micas que se han celebrado hasta la fecha. Con la excepci¨®n de la primera, en 1980, la suma de CiU y ERC siempre ha dado mayor¨ªa absoluta de esca?os, aunque solo en cuatro ocasiones lo fue tambi¨¦n en votos. Desde la elecci¨®n de 1999, esa mayor¨ªa absoluta de esca?os no lo ha sido nunca en sufragios. En las diez elecciones, la suma conjunta de diputados de ambas formaciones pol¨ªticas ha tenido una prima de entre 3 y 11 esca?os sobre lo que les hubiese correspondido en un reparto estrictamente proporcional. Once en la presente legislatura. Sin prima alguna, CiU y ERC deber¨ªan sumar solo 60 diputados en el Parlament actual, a ocho por tanto de la mayor¨ªa absoluta.
En el Congreso de los Diputados ocurre algo parecido ¡ªcon perversos resultados electorales a favor hist¨®ricamente del PP y el PSOE¡ª por la combinaci¨®n de la ley D'Hondt con la existencia de muchas circunscripciones que eligen muy pocos diputados. En las elecciones al Parlament, la desviaci¨®n se produce no tanto por los efectos de la ley D'Hondt como por un reparto del n¨²mero de esca?os entre las cuatro provincias que prima fuertemente a las tres menos pobladas, con mayor peso de las ¨¢reas rurales y predominantemente nacionalistas. En las elecciones de 2012, por ejemplo, se escogi¨® un diputado por cada 46.141 habitantes en Barcelona, 30.284 en Tarragona, 28.844 en Girona y 20.036 en Lleida.
Un voto en Lleida vale, pues, m¨¢s del doble que en Barcelona; en Girona y Tarragona, una vez y media m¨¢s. Este desafuero ha beneficiado siempre a CiU y ERC, con dos efectos fundamentales: garantizar a los primeros el casi monopolio del Gobierno y de su Administraci¨®n, y ayudar a construir la deformada imagen de una sociedad catalana abrumadoramente nacionalista.
Ahora la cosa es m¨¢s grave. A pesar de que Artur Mas no ha dejado de repetir desde 2012 que el proceso de independencia deb¨ªa hacerse con grandes mayor¨ªas, ya se anuncia que una mayor¨ªa absoluta en el Parlament (por tanto ?de esca?os?) bastar¨ªa para dar por convalidada la independencia por parte de la ciudadan¨ªa catalana. Para el caso, merece la pena recordar que CiU y ERC consiguieron su actual mayor¨ªa absoluta con un 44,40% de los votos, y a¨²n les sobraron tres esca?os.
Por m¨¢s que se empe?en algunos partidos y alguna asociaci¨®n que se apropia sin rubor de la representaci¨®n nacional, es m¨¢s que dudoso que unas elecciones al Parlament sean aceptadas por nadie fuera de Catalu?a (ni por muchos dentro) como un plebiscito sobre la independencia. Si, adem¨¢s, para cantar victoria se cuentan diputados y no votos, estaremos ante una fuller¨ªa propia de tah¨²res del Misisipi.
Francisco Morente es profesor de Historia Contempor¨¢nea en la UAB.
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