Cuesti¨®n de ideolog¨ªa
Un pa¨ªs raqu¨ªtico en tradici¨®n cient¨ªfica necesita fortalecer sin reservas y de forma prioritaria la universidad p¨²blica
En la universidad acumulamos tantos vicios como en casi todos los dem¨¢s ¨¢mbitos del Estado. Pero tienen poco que ver con el cumplimiento de horarios de despacho. La escandalera que ha suscitado el caso de Errej¨®n va requetebi¨¦n para incrementar un poco m¨¢s el descr¨¦dito de la funci¨®n p¨²blica, como si no bastase el mensaje repetido a todo trapo, y a derecha e izquierda, para mayor pasmo, de que la Universidad p¨²blica en Espa?a es un lastre para la modernizaci¨®n y la exquisita excelencia del pa¨ªs. Por lo visto el problema sigue estando en unos planes de reformas que mejorar¨¢n la competitividad, la docencia y la investigaci¨®n para que por fin seamos instituciones de primer nivel, entremos en los r¨¢nkings donde nos racanean m¨¦ritos e incluso podamos empezar a cosechar premios Nobel. Todos tenemos grand¨ªsimas ideas para mejorarla y en cuanto nos dejan endosamos los diez mandamientos de la buena universidad para que pierda el pellejo deshidratado y desnutrido, al borde la ruina, que es hoy.
Si alguna vez se ha sentido la tentaci¨®n de ocupar el tiempo en leer los ya abundantes an¨¢lisis de las carencias y posibilidades de la instituci¨®n algunos nos hemos abandonado al descorazonamiento. Requiere un nivel de profesionalizaci¨®n muy alto enterarse bien de lo que necesita un sistema tan enrevesado y con tantas variantes interiores, con tantas necesidades dispares, con modalidades de docencia e investigaci¨®n tan escasamente reductibles a uniformidad alguna: qu¨¦ tendr¨¢ que ver lo que hace un bioqu¨ªmico con lo que hace un jurista o lo que hace un int¨¦rprete de Plat¨®n.
El problema sigue estando en unos planes de reformas que mejorar¨¢n la competitividad, la docencia y la investigaci¨®n para que por fin seamos instituciones de primer nivel
Los estudios human¨ªsticos hoy requieren menos ayuda econ¨®mica que antes porque la disponibilidad f¨ªsica o digital de gran parte de nuestros instrumentos de trabajo es infinitamente m¨¢s alta que antes, cuando era necesario pagar billetes y estancias y dietas en archivos, en bibliotecas, y a menudo excursiones prolongadas a otros pa¨ªses, ya no para aprender el modo de hacer las cosas all¨ª, sino para acceder a una bibliograf¨ªa b¨¢sica que estaba all¨ª y no aqu¨ª. Pero, al mismo tiempo, la investigaci¨®n human¨ªstica que aprovecha inteligentemente las nuevas teconolog¨ªas necesita una considerable financiaci¨®n si quiere sacar partido del potencial que ofrecen para proyectos o enfoques que antes eran inimaginables: encuestas de lectura sofisticadas, selectivas o gen¨¦ricas, ¨²tiles no para prospecciones de mercado sino para entender la cultura literaria de una sociedad, por ejemplo, o el uso que se hace de las bibliotecas p¨²blicas, o la circulaci¨®n real de los libros o la incidencia de la cr¨ªtica literaria en los gustos de los lectores.
La paradoja desconcertante es que la etapa m¨¢s luminosa de la Espa?a contempor¨¢nea (hasta la guerra civil) identific¨® en la Universidad un agente activo de modernizaci¨®n, respetado y protegido p¨²blicamente, mientras que en nuestra democracia apenas ha logrado generar otra imagen que la de la desestabilizaci¨®n pol¨ªtica, la movilizaci¨®n ideol¨®gica y ahora ya, directamente, la fuente culpable de los dinamiteros del sistema de la Transici¨®n. Precisamente por eso, el debate p¨²blico s¨ª puede apelar a algunos elementos de car¨¢cter ideol¨®gico, y entre ellos dos.
Por debajo de las aver¨ªas t¨¦cnicas del sistema, el sustrato m¨¢s da?ado es ¨¦tico y, por tanto, tambi¨¦n ideol¨®gico
Un pa¨ªs raqu¨ªtico en tradici¨®n cient¨ªfica necesita colocar como objetivo vital la compensaci¨®n del desfase hist¨®rico y fomentar sin reservas la mentalidad contraria: el fortalecimiento sostenido y prioritario de la universidad p¨²blica. Y digo p¨²blica con plenitud de sentido: porque es Estado y el Estado hoy, todav¨ªa, es la mejor garant¨ªa para que en las casas donde los libros son escasos y donde las conversaciones no giran en torno a Bach y Mozart, o donde nadie haya o¨ªdo jam¨¢s el nombre de Jackson Pollock, tengan la posibilidad de saber que existen y hasta googlearlos espont¨¢neamente en ratos tontos. Es un principio puramente ideol¨®gico y una exigencia pol¨ªtica porque constituye el coraz¨®n de una socialdemocracia efectiva.
Por debajo de las aver¨ªas t¨¦cnicas del sistema, el sustrato m¨¢s da?ado es ¨¦tico y, por tanto, tambi¨¦n ideol¨®gico. Flaquea la convicci¨®n de que la ¨²nica manera de aumentar la calidad y la solvencia de ese aparato del Estado es el combate contra la mentalidad funcionarial, contra la rebaja de la exigencia, contra la pasividad ante el desm¨¢n consentido, contra el cinismo como refugio excelso, contra la derogaci¨®n gen¨¦rica como salida brillante y jocosa, contra la indolencia como rutina intelectual, contra la prepotencia profesoral como blindaje defensivo ante la imaginaci¨®n y la heterodoxia de los muchachos que estudian (y piensan).
Pero la tentaci¨®n de decir que esta es la verdadera clave nos pone tambi¨¦n en un callej¨®n sin salida y, adem¨¢s, en una trampa: finge que hasta que no llegue la nueva reforma no hay nada que hacer. No es verdad. Pero tampoco es verdad lo contrario. Sin un Estado que crea en la Universidad p¨²blica como herramienta de su dignidad civil, la Universidad seguir¨¢ demasiado poblada de cascarrabias esp¨²reos y funcionarios castizos, ambos poderosas y muy p¨²blicas fuentes de un descr¨¦dito directamente destinado a beneficiar a la Universidad privada, por supuesto limpia de toda ideolog¨ªa.
Jordi Gr¨¤cia es profesor y ensayista.
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