Pere Pesseta, el papel del hombre ¡®bueno¡¯
Nombre de ¡®rondalla¡¯ para una persona real que era una fuente de poder y ajustaba herencias, fracasos en negocios, repartos de fincas y legados
La autoridad y la confianza emanaban en Pere Pesseta de su presencia y pasado: manos grandes como libros abiertos y mirada simp¨¢tica de ojos casi azules sobre unos p¨®mulos rosa. Carraspeaba porque vest¨ªa su criterio desde la duda y una experiencia de pocos fracasos.
L¡¯amo en Pere Pesseta ¡ªnombre de rondalla para una persona real¡ª era una fuente de poder que ajustaba herencias, fracasos en negocios, repartos de fincas y legados. Tambi¨¦n orientaba en los testamentos. Era un consultor sin t¨ªtulo ni despacho oficial, un mediador acreditado en su pueblo porque su c¨¦ntrica casa era el destino de mucha gente.
En una comunidad rural y de negocios antiguos, con viejas querellas y muchas memorias minadas por rencores no curados, siempre hubo personas necesitadas de un parecer ajeno, superior. El hombre bueno estaba en la estructura del poder local pero no en el ¨¢mbito jur¨ªdico administrativo.
Pay¨¦s propietario, labrador, jam¨¢s rubric¨® sus pactos sobre papeles
El prestigio social flota, se acredita en las voces y los hechos, en los ecos del boca a oreja. Los conflictos esquivados o cerrados por el consenso y el consuelo, tambi¨¦n cuajan en la biograf¨ªa de Pere, pay¨¦s propietario, labrador ¨¦l mismo que jam¨¢s rubric¨® sus pactos sobre papeles.
Apenas sab¨ªa firmar y no hab¨ªa viajado m¨¢s all¨¢ del litoral de la isla pero su voz marc¨® parte de la organizaci¨®n de propiedades entre los l¨ªmites del t¨¦rmino, dict¨® ventas y particiones de fincas, casas y la organizaci¨®n de nuevas parcelas. Sus soluciones quedaron resueltas en el catastro, los registros de la propiedad y en protocolos notariales. Asimismo esa funci¨®n de mediador y componedor tuvo reflejo en los libros de actas matrimoniales.
Pere, en la segunda mitad del siglo XX, sin cabello, nariz y orejas agrandadas en su vejez, cuando no evacuaba consejos y buenas palabras iba siempre apresurado. Alto, con zancada de gigante cruzaba calles y andaba por las escaleras del pueblo, camino de la iglesia y del Ayuntamiento donde fue concejal.
Interpretaba viejas culturas y manejaba claves secretas sobre las reacciones
Nunca dejaba de saludar con aspavientos y era saludado de lejos. No era un se?or por su dominio territorial, las posesiones agr¨ªcolas e inmuebles ni recordaba al cacique arcaico. Pudo ser un cham¨¢n tribal, un jefe de clan, un mercader entre pasiones. Notarios, curas, guardias civiles y alcaldes reconoc¨ªan su fuente de autoridad, paralela.
Trasmiti¨® un cosmos mental, interpretaba viejas culturas y manejaba claves secretas sobre las reacciones locales que hab¨ªa acumulado. Pere Pesseta, apodo que ¨¦l no eligi¨® sino que le otorg¨® la comunidad por su aprecio al papel moneda. Una vez quebr¨® su trayectoria: se qued¨® con el corral de su vecino que ya hab¨ªa negociado.
?l no exig¨ªa una minuta por sus labores sino que acumulaba las facturas sin cobrar, especulaba con los favores ofrecidos, manejaba la informaci¨®n de fincas en permuta y debilidades econ¨®micas. Dominaba un flujo de necesidades y pod¨ªa tasar ofertas. Fijaba el precio de fincas y ponderaba el valor de las cosechas en ciernes. El mercado agr¨ªcola pasaba por sus ojos y c¨¢lculos.
Labrador, viticultor y bodeguero de cups (lagares), jefe de los gremios, hermandades, c¨¢maras payesas, en la vendimia, ten¨ªa las manos negras, curtidas y te?idas por los taninos de la uva y la rapa en los trasiegos y limpiezas.
Una vez murieron dos obreros que limpiaban sin medidas su lagar, cay¨® el primero y el segundo que acudi¨® a rescatarle. El accidente toc¨® la vitola de Pere pero su beater¨ªa y afabilidad mitigaron la reacci¨®n adversa, imposible sin derechos laborales en una dictadura.
Mu?¨® pactos imposibles entre gente movida por rencores vecinales, por las setas, un animal en la finca del otro o los frutos de un ¨¢rbol fronterizo. Tambi¨¦n determin¨® indemnizaciones por los da?os causados por perros que ¡°hac¨ªan sangre¡± en los reba?os, pactaba pagos y quitas de deudas por juego, a las cartas, el monte que disolvi¨® fortunas, patrimonios y matrimonios.
La secuencia que ilustra al hombre bueno, una especie de sen sabio, un patriarca, es la del descubierta de hitos por los lindes en disputa. Dos propietarios de pie, un testigo por bando, y en medio Pere con su azada. Todos callan, buscan el lugar donde cambian los cultivos o los surcos. Pere golpea en el suelo, desnuda la piel de Mallorca y halla el testimonio enterrado que fija la frontera entre propiedades. ¡°Ah¨ª est¨¢¡±. Da la mano a los enfrentados. ¡°Au, anem¡±.
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