La casa de los j¨®venes conflictivos
El 70% de los residentes en pisos de convivencia llega por violencia familiar
En un sal¨®n, sobre una gran mesa, dos j¨®venes juegan al ajedrez, otro lee sentado en un sill¨®n, uno estudia con un gran diccionario de ingl¨¦s al lado, al fondo dos m¨¢s juegan al pimp¨®n. En una de las habitaciones de esta casa se lee en un letrero escrito con rotulador rojo: ¡°De los errores se aprende, de todo se sale (si se hace por salir)¡±. Es el ambiente de una de las 18 viviendas de las que dispone la Consejer¨ªa de Justicia para que los menores que han cometido delitos, en un 70% en el ¨¢mbito intrafamiliar, puedan cumplir la medida judicial no privativa de libertad en grupos de convivencia de ocho personas. En el primer semestre del a?o, 229 menores infractores han sido beneficiarios de este programa. ¡°El encargo institucional es que los menores no cometan m¨¢s delitos, a lo que a?adimos que la familia deje de sufrir¡±, resume Mario Ramos, coordinador educativo de los programas de convivencia de la Asociaci¨®n de Estudios Sociales por la Igualdad de la Mujer (Aesim), una de las entidades contratadas para efectuar la medida.
Pablo (nombre ficticio) lleva ocho meses en esta casa, tiene 17 a?os y lo primero que apunta es que el grupo ha supuesto un cambio ¡°muy grande¡± en su vida. ¡°He aprendido a valorarme a m¨ª mismo. Antes pasaba de todo, ahora me siento mejor con mis padres, me estoy concentrando¡±, detalla el joven con el gesto sosegado. En unos meses volver¨¢ a vivir en su casa, que probablemente ser¨¢ una vivienda propia de una familia de clase media. ¡°Existe la imagen social de que estos chicos y chicas viven en entornos deteriorados, pero no es as¨ª para nada. Sus padres son trabajadores, funcionarios, universitarios. No son familias multiproblem¨¢ticas donde los menores suelen ser atendidos en servicios de protecci¨®n¡±, matiza Ramos, que es pedagogo y lleva 14 a?os de profesional en este ¨¢mbito.
Las familias que recurren a la justicia por estos casos no est¨¢n acostumbradas a depender de la Administraci¨®n ni a tratar con servicios judiciales. ¡°Est¨¢n asustados, se sienten frustrados, culpables, responsables, y esto hay que tratarlo tambi¨¦n. Por eso es fundamental que los padres participen en el proceso. Todos forman parte de la situaci¨®n. Si se quiere cambiar, se debe resolver entre todos¡±, describe Ramos.
Seg¨²n considera, la delincuencia juvenil es un s¨ªntoma que viene a equilibrar a la familia, es un instinto de supervivencia. Sin generalizar y teniendo en cuenta todo tipo de excepciones, explica que eso no significa que los padres tengan la culpa de lo sucedido. ¡°Solo que, de forma plenamente inconsciente, pueden llegar a focalizar sus problemas de pareja en el menor y as¨ª evitan enfrentarse entre ellos. Dos semanas despu¨¦s de que los chicos hayan ingresado aqu¨ª, sus peores conductas desaparecen, y en numerosas ocasiones comienzan los s¨ªntomas en otro de los hijos. Pero los padres lo habr¨¢n hecho lo mejor que han podido, y los chavales son plenamente conscientes y responsables de sus actos¡±, subraya el pedagogo.
El coordinador explica que habr¨ªa que diferenciar entre la paternidad, que describe como una experiencia vital no susceptible de ser juzgada, y la parentalidad, que se definir¨ªa como el correcto ejercicio de las funciones de la crianza. Con detalle cuenta que en la primera sesi¨®n de terapia familiar, lo que hace es preguntarle a cada uno de los miembros d¨®nde cree que est¨¢ el origen del conflicto. ¡°Y casi ninguno culpa al menor que ha cometido el delito. Solo ¨¦l se suele autoinculpar¡±, destaca.
Seg¨²n los datos que maneja la consejer¨ªa de Justicia, el 80% de los menores que pasan por estos grupos no retornan. ¡°La mayor¨ªa de los chicos y las chicas vuelven a sus familias, y otros que son mayores optan por independizarse, pero en general la reincidencia es m¨ªnima. La expectativa es muy positiva y eso es lo que alienta a los padres a ver que se puede reconducir el problema¡±, detalla Carmen Belinch¨®n, directora general de Justicia Juvenil de la Junta, una direcci¨®n que este 2014 ha contado con 77,4 millones de euros para mantener todos los centros y servicios para ejecutar todas las medidas judiciales y que para 2015 se mantendr¨¢ con 77,5 millones.
Independizarse es la opci¨®n de Sergio (nombre ficticio), de 18 a?os. Quiere ser ingeniero pero su objetivo a medio plazo es trabajar y por eso est¨¢ esperando a que se abra la convocatoria para estudiar un curso de cocina en una prestigiosa academia. Ya tiene superado hasta primero de bachillerato. ¡°Mi padre me ha dicho que me lo puede pagar, aunque como se entere su pareja¡¡±, dice sin terminar la frase mientras se lleva las manos a la cara y niega repetidas veces con la cabeza para reflejar que eso ser¨ªa un desastre. Con su madre no puede volver porque pertenece a una inflexible confesi¨®n religiosa, as¨ª que su idea al salir del grupo de convivencia, en el que apenas lleva 15 d¨ªas, es trabajar de camarero un tiempo e irse a una casa nueva, suya. ¡°De momento el grupo me est¨¢ viniendo bien porque al menos ya he dejado de consumir, pero espero salir antes de un a?o¡±, anticipa.
Las medidas que se cumplen en estas casas, que no tienen ning¨²n distintivo en la puerta, no son privativas de libertad, por lo que, en gran medida, los menores pueden organizar sus rutinas de vida con el asesoramiento de dos educadores que est¨¢n permanentemente con ellos. Cada 20 d¨ªas suelen ser los encuentros entre padres e hijos y a diario pueden hablar por tel¨¦fono si quieren. ¡°Es reconfortante ver los progresos. Una cuesti¨®n importante est¨¢ en que los j¨®venes se encuentren a s¨ª mismos, en construir la personalidad del adolescente, que ya de por s¨ª es un desaf¨ªo general¡±, concluye Ramos. Pablo valora su estancia en esta casa. ¡°Veo esto como una oportunidad que solo se me va a dar una vez en la vida. He aprendido y ya me siento bien con mis padres¡±, repite. Ahora podr¨¢ volver a su primera casa, la de su familia. Ha cumplido la frase de la pared: ¡°De los errores se aprende, de todo se sale (si se hace por salir)¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.