Contra la autocomplacencia europea
Las fracturas sociales que crecen en Europa no son la mejor manera de defender los ideales ilustrados que estos d¨ªas se reivindican
Hay rituales colectivos necesarios. La gran manifestaci¨®n de Par¨ªs sirvi¨® para que la gente se encontrara y compartiera el luto y para reconocer que junto a la gente de Charlie Hebdo, los polic¨ªas y los jud¨ªos asesinados, hab¨ªa otra v¨ªctima indirecta: la poblaci¨®n musulmana. A Andr¨¦ Malraux se atribuye la frase: ¡°Nuestra Coca-Cola es la cultura¡±. El ataque a Charlie Hebdo, s¨ªmbolo de la libertad de expresi¨®n, era una oportunidad de confortar a los franceses demostrando que Francia todav¨ªa es reconocida mundialmente, en tiempos en que muchos de ellos empezaban a dudarlo.
El Gobierno franc¨¦s ha ofrecido a sus colegas europeos la ocasi¨®n de sobrepasar, aunque sea s¨®lo por una tarde, el ambiente de confusi¨®n y malestar que vive Europa y estos lo han aprovechado. Pero el ritual no estaba exento de paradojas. En realidad, mientras los ciudadanos se manifestaban por la defensa de las libertades y contra el terrorismo, en el grupo de los mandatarios internacionales abundaban los que s¨®lo se manifestaban contra el terrorismo del Otro. Que magn¨ªfico tema para Charb o Cabu.
Hemos o¨ªdo estos d¨ªas de distintas maneras, pero siempre con verbo suntuoso, que el atentado a Charly Hebdo hab¨ªa sido un ataque directo a los valores fundamentales de la sociedad occidental. Hemos o¨ªdo tambi¨¦n solemnes apelaciones a la Ilustraci¨®n, como punto de partida del modelo europeo. Hemos tenido que aguantar a los eternos campeones de la prudencia insinuando que, en el fondo, las v¨ªctimas se lo hab¨ªan buscado con sus provocaciones y que las creencias religiosas, cosas del temor de Dios, deben estar protegidas del humor y del sarcasmo. Hemos o¨ªdo tambi¨¦n que la islamofobia es una reacci¨®n natural de la ciudadan¨ªa, ante un presunto comunitarismo de los musulmanes europeos, que no se puede se?alar ni como racista ni como xen¨®foba, y que hay que ser comprensivo con ella y saberla integrar. Y hemos o¨ªdo exigir a los musulmanes la condena de las masacres, como prueba de su no culpabilidad, cosa, que por supuesto, no se ha exigido a ning¨²n otro sector de la poblaci¨®n o grupo social. Todas estas afirmaciones son insostenibles a la vez, porque muchas de ellas son contradictorias.
Yo tambi¨¦n pienso que la Ilustraci¨®n, en la formulaci¨®n c¨¦lebre de Kant, la capacidad de cada uno de pensar y decidir por s¨ª mismo, es probablemente el m¨¢s grande ideal jam¨¢s inventado. Pero la grandeza de la Ilustraci¨®n y del proyecto de Modernidad que de ella deriva no quita que generara monstruos como los dos totalitarismos que asolaron el siglo XX (el nazismo y el estalinismo). Europa, un continente en que se mataron a millones en el siglo pasado, no va sobrada de autoridad para dar lecciones. La libertad se defiende desde los valores, pero sobre todo con la pr¨¢ctica y su ejercicio cotidiano. Hay en Europa, en estos momentos, muchos motivos de inquietud para el futuro de las libertades, incluso para aquellos que la piensan en t¨¦rminos estrictamente econ¨®micos.
Una parte muy minoritaria de aquella generaci¨®n europea a la que alude Roy, que tambi¨¦n es la m¨ªa, opt¨® por la v¨ªa armada, con consecuencias tr¨¢gicas, sobre todo, en Alemania, Italia y Espa?a
A la comunidad musulmana se la se?ala porque un n¨²mero estad¨ªsticamente muy peque?o de sus j¨®venes se deja atraer por la llamada de la yihad. ¡°Mi generaci¨®n eligi¨® la extrema izquierda, esta la yihad, porque es lo que hay ahora¡±, dice el profesor Olivier Roy. Para algunos j¨®venes en situaci¨®n personal precaria, cargados de frustraciones y problemas de reconocimiento, la llamada de Siria, del Yemen o de donde sea opera como utop¨ªa disponible, como una manera desesperada de dar sentido a sus vidas. Son pautas nihilistas bastante conocidas. Y no es ocioso recordar que una parte muy minoritaria de aquella generaci¨®n europea a la que alude Roy, que tambi¨¦n es la m¨ªa, opt¨® por la v¨ªa armada, con consecuencias tr¨¢gicas, sobre todo, en Alemania, Italia y Espa?a.
El profundo malestar europeo, que ha alcanzado ya las calles alemanas, es muy anterior a las acciones terroristas de estos d¨ªas. Y las fracturas sociales que se est¨¢n agrandando en Europa no son precisamente la mejor manera de defender los ideales ilustrados que estos d¨ªas se reivindican. La libertad de expresi¨®n se defiende protegi¨¦ndola siempre, no s¨®lo cuando matan a dibujantes y periodistas. El modelo europeo se refuerza abriendo el juego pol¨ªtico a la diversidad de ideas y proyectos, no exigiendo a los diferentes pa¨ªses que voten conforme a lo que el directorio de los Gobiernos ha decidido. La lucha contra el terrorismo isl¨¢mico tiene obviamente una dimensi¨®n policial, pero pasa tambi¨¦n por la educaci¨®n y por la acci¨®n cotidiana: los j¨®venes musulmanes viven el mismo malestar que los dem¨¢s, la p¨¦rdida de expectativas de futuro. Es inadmisible dejar barrios enteros al margen de la Rep¨²blica.
Hay algo absolutamente contradictorio con el discurso de estos d¨ªas: el modo en que el dinero y los Gobiernos occidentales jalean a los pa¨ªses m¨¢s ricos del Golfo, a¨²n a sabiendas de que varios de ellos financian a los terroristas. Quiz¨¢s ser¨ªa bueno que se asumiera que el terrorismo islamista es, entre otras cosas, un arma de pol¨ªtica internacional de algunos presuntos pa¨ªses amigos. Y se obrara en consecuencia.
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