Un techo para conseguir salir de la exclusi¨®n
Un programa piloto ofrece casa a sin hogar sin condiciones. Sigue un modelo puesto en marcha con ¨¦xito en Nueva York


Cuando a Alberto de 49 a?os, alcoh¨®lico y con 15 a la espalda durmiendo en la calle, le ofrecieron un piso para ¨¦l solo y gratis, los ojos se le sal¨ªan de las ¨®rbitas. ¡°?Era mi sue?o! Le dije al del Samur Social que no me lo cre¨ªa. ?Que si hab¨ªa bebido!¡±, cuenta ahora sentado en su humilde vivienda en La Latina. En total 28 personas en Madrid, Barcelona y M¨¢laga participan en el programa piloto Housing First, de la Red de Apoyo a la Integraci¨®n Sociolaboral (RAIS Fundaci¨®n): una casa a cambio de dejar entrar a un mediador una vez a la semana y respetar la convivencia vecinal. En la capital son una decena y ser¨¢n ya veinte a finales de a?o.
Con el techo asegurado, la mejor¨ªa en la vida de estas personas (de salud y emocional) se desencadena sin obligaciones de por medio. A Alberto, con cirrosis (¡°ten¨ªa el h¨ªgado como una patata¡±), no hizo falta decirle que no bebiese. Ahora se plantea abandonar el tabaco. Durante a?os pidi¨® para conseguir cuatro euros diarios con los que comprar vino y el paquete de cigarrillos. ¡°Me he transformado. La casa me ha dado madurez, responsabilidad y personalidad. He empezado a valorarme¡±.
El Congreso de Estados Unidos y la Comisi¨®n Europea avalan el proyecto
¡°Alberto crey¨® en nosotros porque ya no ten¨ªa nada que perder¡±, relata emocionado Iv¨¢n Ferreruela, su coordinador. Cada semana, desde hace casi cuatro meses, visita a Alberto que no deja de progresar ante sus ojos. El mismo que en dos ocasiones se intent¨® suicidar (¡°pero soy tan cobarde que ni lo consegu¨ª¡±).
De cada ocho ¡®sin techo¡¯, tres mujeres
- 8 personas se benefician del programa House First. Diez de ellas, en Madrid. A finales de a?o ser¨¢n 20 en la capital.
- Los seleccionados tienen que llevar a?os en la calle y contar con problemas de dolencias, adicciones o problemas mentales.
- Para el sorteo entre los elegidos ¡ªse consulta a distintos colectivos de profesionales¡ª, se tiene en cuenta la divisi¨®n por sexos que existe en la calle. Por cada ocho vagabundos hay dos mujeres.
- Quienes disfrutan de alguna renta tienen que aportar el 30% del dinero.
- Solo han mediado en un conflicto de las 28 viviendas.
- El contrato est¨¢ a nombre de Rais y el beneficiario firma un documento de aceptaci¨®n del proyecto.
La oferta de RAIS es tan tentadora que dos personas la rechazaron. No cre¨ªan que fuese verdad. Su intenci¨®n es terminar con el modelo en escalera, que obliga a ir subiendo pelda?os: del albergue al centro de noche, de este a la pensi¨®n o al piso compartido¡ y siempre si el beneficiario va cumpliendo objetivos. ¡°Nos dirigimos a personas que llevaban muchos a?os en la calle, que son quienes m¨¢s valoran el programa. Y para entrar tienen que tener una discapacidad, una adicci¨®n o problemas asociados a la salud mental¡±, enumera Alejandro L¨®pez, subdirector general t¨¦cnico de RAIS Madrid.
El programa se basa en la experiencia neoyorquina que el Congreso de Estados Unidos ha validado como m¨¦todo efectivo y dotado de recursos econ¨®micos en varios estados. En 1990 el psic¨®logo Sam Tsemberis, de la ONG Pathways to Housing, concluy¨® que la vivienda es un elemento clave para mejorar la situaci¨®n de las personas y dio la vuelta al modelo de integraci¨®n de los sin hogar con ¨¦xito: en Estados Unidos el 88% mantiene la casa cinco a?os despu¨¦s; en Canad¨¢ son el 90%, y en Europa las cifras oscilan del 80% al 93%¡±.
En Espa?a est¨¢ financiado por el Ministerio de Sanidad
Alberto es un ejemplo muy esperanzador. Su hogar ¡ªun bajo divido en cuarto de estar, dormitorio, cocina y ba?o¡ª est¨¢ como una patena. ¡°Y no hoy porque tiene visita. Vengas cuando vengas¡±, asegura el asistente social. Y es que para Alberto ¡°antes est¨¢n las obligaciones que las devociones¡±. As¨ª que limpia con esmero el suelo de losetas blancas, se ducha a diario, le pone m¨²sica a sus tres plantas, va a ponerse la insulina¡ Todo antes que darse un paseo o de recostarse para ver la tele. Le gustar¨ªa pintar y hacer un taller de inform¨¢tica. A su tiempo.
En 2011 la Comisi¨®n Europea impuls¨® el enfoque del Housing First como uno de los m¨¦todos para acabar con el drama de las personas como Alberto. Y su proyecto Progress est¨¢ presente en cinco ciudades. ¡°Se pens¨® que este programa iba a funcionar en los pa¨ªses n¨®rdicos, pero no en los latinos, porque nos gusta mucho la calle. Pero est¨¢ yendo tambi¨¦n muy bien en Italia y Portugal¡±, se felicita L¨®pez.
Cinco minutos para abrir la puerta
Tras a?os vagando por las calles, contar con un techo supera las expectativas de los beneficiados por el programa Housing First. Las an¨¦cdotas que acumulan en RAIS Fundaci¨®n son incontables. Jos¨¦ ¡ªnombre ficticio para preservar su intimidad¡ª, nada m¨¢s entrar en su piso en Barcelona se fue a una agencia para contratar un seguro de hogar. En esta ciudad el proyecto se cofinanza mediante un convenio de colaboraci¨®n con el Ayuntamiento.
En Madrid, Mar¨ªa pidi¨® al equipo de RAIS que la ayudasen a encontrar a su hija, con la que perdi¨® trato hace a?os. Orgullosa, quiere que esta vea su casa. En la capital se calcula que hay unas 2.000 personas que no tienen vivienda y unas 700 duermen a la intemperie. El Ayuntamiento colabora abaratando las casas de su propiedad, con un alquiler de entre 300 y 400 euros. Los pisos se concentran en el sur de la ciudad. ¡°Buscamos barrios sin problem¨¢tica social, que cuenten con recursos p¨²blicos adecuados y, a ser posible, que no tengan barreras arquitect¨®nicas¡±, enumera Alejandro L¨®pez, subdirector t¨¦cnico de RAIG Madrid. ¡°No podr¨ªan estar en el Barrio de Salamanca porque nunca se integrar¨ªan¡±, prosigue el subdirector.
Emoci¨®n tambi¨¦n la de Abel quien, tras 20 a?os vagando por las calles, se vio en M¨¢laga incapaz de abrir la puerta de su piso durante cinco minutos. El Consistorio ha puesto dos pisos a disposici¨®n de la ONG.
El proyecto en Espa?a est¨¢ financiado por el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad mediante la subvenci¨®n del IRPF. La Obra Social La Caixa se ha hecho cargo del estudio de evaluaci¨®n del proyecto y el Ayuntamiento de Madrid pone a su disposici¨®n su parque de viviendas abaratando el alquiler. Cuando a Alberto de 49 a?os, alcoh¨®lico y con 15 a la espalda durmiendo en la calle, le ofrecieron un piso para ¨¦l solo y gratis, los ojos se le sal¨ªan de las ¨®rbitas. ¡°?Era mi sue?o! Le dije al del Samur Social que no me lo cre¨ªa. ?Que si hab¨ªa bebido!¡±, cuenta ahora sentado en su humilde vivienda en La Latina. En total, 28 personas en Madrid, Barcelona y M¨¢laga participan en el programa piloto Housing First, de la Red de Apoyo a la Integraci¨®n Sociolaboral (RAIS Fundaci¨®n): una casa a cambio de dejar entrar a un mediador una vez a la semana y respetar la convivencia vecinal. En la capital son una decena, y ser¨¢n ya 20 a finales de a?o.
El proyecto en Espa?a est¨¢ financiado por el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad mediante la subvenci¨®n del IRPF. La Obra Social La Caixa se ha hecho cargo del estudio de evaluaci¨®n del proyecto y el Ayuntamiento de Madrid pone a su disposici¨®n su parque de viviendas abaratando el alquiler.
Al mes de instalarse en su casa, Alberto dej¨® de beber. ¡°Mira, no tiemblo¡±, dice orgulloso mientras tensa la mano. Se ha hecho el DNI ¡ªque hab¨ªa extraviado¡ª y al fin tiene un ambulatorio al que estar adscrito. Ahora se centra en recuperar la relaci¨®n familiar. ¡°Mi madre viene a verme. No quiere que vaya a Vallecas. Conozco a todos los manguis y sabe que puedo liarla¡±, confiesa. La presencia materna se expresa en muchos pirograbados que decoran la vivienda. El viernes se reencontrar¨¢ con una hermana y quiere viajar a Cartagena para ver a la otra. ¡°Ahora nos escribimos por carta¡±. Sus dos hijos son un tema pendiente. ¡°Alberto necesita algo ocupacional que le organice los tiempos, conocer a otras personas...¡±, explica el coordinador.
Alberto, incapacitado, era vigilante de seguridad y ten¨ªa una familia. La mala relaci¨®n con su mujer le hizo refugiarse en la bebida y termin¨® perdiendo la casa y el trabajo. ¡°Es el momento m¨¢s duro. Ahora que tiene cubiertas las necesidades b¨¢sicas, le vienen las preocupaciones que antes no ten¨ªa¡±, prosigue Ferreruela, su mediador. Juntos hacen cada semana la compra. Al principio, Alberto la hac¨ªa sin orden ni concierto, y hoy con la mente cuadriculada de un amo de casa que no quiere derrochar el dinero ajeno. Ha ganado cuatro o cinco kilos y mucha fuerza. Ya no le cuesta arrastrar un litro de leche y los dos vuelven cargados con lo necesario para la semana.
Cada d¨ªa, Alberto se acerca a una plaza vecina donde se reparte prensa gratuita, charla con la mercera o visita al p¨¢rroco. Pero siempre al salir deja la tele puesta. ¡°Si pasa alguien por la calle, que se crea que hay alguien¡±. Tras 15 a?os en bancos y albergues ¡ªdurmi¨® hasta debajo de un cami¨®n¡ª, no est¨¢ dispuesto a perder su hogar, lo m¨¢s preciado, su esperanza.
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