Paisajes de seis cuerdas

Asoma Chris Brokaw por el diminuto y delicioso Teatro del Arte con camisa negra de floripondios: el hombre que nos observa con gesto contrito dista mucho de ser la reencarnaci¨®n de Gram Parsons. Lo deja claro exactamente desde el primer acorde, que prolonga hasta el infinito en una encabritada org¨ªa de ruido, distorsi¨®n y mano izquierda; una visita guiada por el averno que desemboca, cuando ya nos est¨¢bamos acostumbrando al crepitar de las llamas, en una triste y placentera sucesi¨®n de arpegios.

Los contrastes, incluso los contrastes severos, son un ingrediente fundamental en la f¨®rmula de este neoyorquino serio, absorto y, sin embargo, vers¨¢til. Su repaso por la reciente banda sonora para la pel¨ªcula Now, forager, as¨ª lo demuestra. Es encomiable esa capacidad para perfilar muy diversos paisajes de seis cuerdas, desde los m¨¢s desolados a los inquietantes o los levemente pl¨¢cidos (no, aqu¨ª no hay hueco para buc¨®licas puestas de sol). As¨ª suceder¨¢ toda la noche, aprovechando el abundante curr¨ªculo de nuestro jovial cincuent¨®n. Brokaw puede ser misterioso y reiterativo en Into the woods justo antes de alardear de pareja en la fulminante She?s a fucking angel, de Martha¡¯s Vineyard Ferries, uno de sus no pocos proyectos paralelos.

La sorpresa llega hacia el final, cuando Chris convoca a ¡°una de las m¨¢s grandes cantautoras sobre la Tierra¡± y entre las sombras emerge Christina Rosenvinge. Ese contrapunto de serena sensualidad enriquece la velada y la inesperada pareja se divierte con tres estupendas versiones a?ejas: el viejo blues Stagger Lee, You only live twice (Nancy Sinatra) y All tomorrow¡¯s parties, de Velvet Underground. Por contraste, el regreso al tono oscuro y ensimismado se hace ¨¢rido. Porque, como casi siempre, la sobriedad de un solo hombre sobre el escenario es demasiado severa como para que el disfrute resulte completo.