Devolver la democracia a los ciudadanos
Los espa?oles han podido constatar que, gobernara quien gobernara, sus preferencias ser¨ªan igualmente ignoradas
Los ciudadanos, cuando sienten que se les arrebata su poder de decisi¨®n, reaccionan y, a menudo, con contundencia. Lo ocurrido en Grecia el mes pasado no es un acontecimiento aislado. Se trata, en realidad, de un fantasma que recorre gran parte del sur de Europa, incluyendo nuestro pa¨ªs. La asfixia democr¨¢tica impuesta por las instituciones europeas a los pa¨ªses deudores de la eurozona ha provocado que los Gobiernos se vean incapaces de atender las demandas de la sociedad. Y dar la espalda a los ciudadanos tiene sus consecuencias. En el caso de Espa?a, el enojo ciudadano se ha traducido en dos grandes crisis: una crisis de confianza pol¨ªtica y una crisis del modelo territorial en Catalu?a.
Por un lado, Espa?a vive hoy un preocupante proceso de desafecci¨®n. Los pol¨ªticos, los partidos y las principales instituciones democr¨¢ticas est¨¢n cosechando en los ¨²ltimos a?os sonados suspensos. Inicialmente algunos cre¨ªamos que esta crisis de confianza pol¨ªtica respond¨ªa esencialmente a la severidad de la crisis econ¨®mica. Durante la segunda legislatura de Rodr¨ªguez Zapatero, el creciente descr¨¦dito de las instituciones no ten¨ªa un car¨¢cter excepcional en comparaci¨®n con el entorno europeo. En efecto, el aumento de la desafecci¨®n en Espa?a se ajustaba razonablemente a la magnitud de la crisis econ¨®mica que sufr¨ªamos.
Sin embargo, tras la llegada del PP al poder, la crisis de confianza deriv¨® en una crisis democr¨¢tica. Al igual que en otros pa¨ªses del sur de Europa, la alternancia de poder no condujo a los cambios de pol¨ªticas que deseaban los votantes. La incapacidad del Gobierno de Rajoy de plantear pol¨ªticas alternativas puso de manifiesto hasta qu¨¦ punto las decisiones ven¨ªan impuestas desde fuera y a espaldas de la ciudadan¨ªa. As¨ª, se constat¨® que, gobernara quien gobernara, las preferencias de los espa?oles ser¨ªan igualmente desatendidas.
Quiz¨¢s sea por este motivo que en los pa¨ªses deudores de la eurozona la insatisfacci¨®n ciudadana no ha derivado tanto en la emergencia de partidos xen¨®fobos de extrema derecha como en el auge de movimientos de izquierda cuyo principal objetivo es devolver el poder a los ciudadanos. El ¨¦xito de Syriza, M5E o Podemos s¨®lo puede entenderse si se toma en consideraci¨®n la sensaci¨®n de muchos ciudadanos de que los partidos tradicionales han fallado en el cometido para el que fueron elegidos: representar los intereses del electorado.
En Espa?a, esta crisis democr¨¢tica ha tenido como consecuencia un segundo fen¨®meno pol¨ªtico: el auge del soberanismo en Catalu?a. No es casual que el independentismo se disparara en 2012, justo despu¨¦s de la llegada del PP al poder. El nulo margen que ofreci¨® el Estado a los Gobiernos regionales durante la crisis de la deuda acab¨® por convertirse en una derogaci¨®n de facto de las autonom¨ªas. En Catalu?a, tal agresi¨®n a su capacidad de autogobierno se tradujo en un ascenso sin precedentes del apoyo al independentismo.
Todo intento de solucionar cualquier problema pasa intr¨ªnsecamente por analizar cu¨¢les son sus causas. En el caso de la crisis de confianza pol¨ªtica que vive Espa?a, muchos analistas y expertos han planteado como soluci¨®n reformas en el seno de los partidos tales como listas abiertas o primarias para elegir a los candidatos. A pesar de la buena prensa de la que gozan estas medidas, no deber¨ªamos esperar demasiado de ellas. En efecto, cualquier intento de potenciar la democracia interna de los partidos puede acabar siendo inocua si no solucionamos primero el principal reto al que se enfrenta nuestra democracia: el adelgazamiento del principio de autogobierno. Y es que ?de qu¨¦ nos sirve poder elegir a los candidatos en primarias abiertas si luego ¨¦stos no gozan de margen de maniobra y se ven incapaces de llevar a cabo pol¨ªticas que desean los ciudadanos?
La soluci¨®n al ¡°problema catal¨¢n¡± tambi¨¦n pasa por superar esta crisis democr¨¢tica. El Gobierno central, partiendo de un mal diagn¨®stico, crey¨® poder desactivar el desaf¨ªo soberanista por medio de desacreditar a las ¨¦lites pol¨ªticas. El tiempo ha demostrado lo inocuo que ha resultado el caso Pujol para el proceso soberanista. El auge del independentismo se alimenta de agravios y muy en especial del ataque a la autonom¨ªa de un Gobierno regional ya muy debilitado debido a sus problemas para financiarse. El apoyo a la independencia puede revertirse, pero requiere devolver la capacidad de autogobierno a las instituciones catalanas.
En definitiva, Espa?a no vive s¨®lo una crisis econ¨®mica, sino que tambi¨¦n sufre los embistes de una alarmante crisis democr¨¢tica. Cualquier soluci¨®n a los retos pol¨ªticos a los que se enfrentan Catalu?a y Espa?a debe pasar por potenciar de nuevo la capacidad de los ciudadanos de decidir las pol¨ªticas que m¨¢s desean. Guste o no, esta crisis pol¨ªtica s¨®lo amainar¨¢ cuando la democracia sea devuelta a sus leg¨ªtimos propietarios: los ciudadanos.
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