Marriner muestra sus poderes
Un Mozart transparente, un Elgar hondo y un Vaughan-Williams urbano y cosmopolita, tres cap¨ªtulos para una lecci¨®n magistral en A Coru?a
La Orquesta Sinf¨®nica de Galicia ha celebrado, bajo la direcci¨®n de Sir Neville Marriner, sus conciertos de abono de viernes y s¨¢bado. En sus atriles, la Introducci¨®n y allegro, op. 47 de Edward Elgar; el Concierto para piano y orquesta n? 24 en do menor, KV 491 de Mozart -en el que actu¨® como solista H¨¹seyin Sermet- y la Sinfon¨ªa n? 2, ¡° A London symphony¡±, de Ralph Vaughan Williams.
Para muchos de los presentes en el Palacio de la ?pera -tanto aficionados como m¨²sicos de la Sinf¨®nica- el concierto result¨® una especie de viaje a trav¨¦s del tiempo con Sir Neville como v¨ªnculo vivo con muchos de los mayores y ya desaparecidos directores del s. XX. Las tres obras programadas resultaron as¨ª sendos cap¨ªtulos de una lecci¨®n magistral de m¨²sica impartida por el veteran¨ªsimo y jovial maestro ingl¨¦s.
La Introducci¨®n y allegro de Elgar con que se abri¨® el programa, constituy¨® una sacudida desde la hondura de sus primeros acordes. De ellos, como un doloroso lamento, surgi¨® el sonido compacto y sedoso de las secciones de cuerdas de la OSG. La parte concertante de la obra estuvo excelentemente servida por las intervenciones del cuarteto solista, constituido en este concierto por los violines de Maaria Leino - concertino invitada- y Adri¨¢n Linares Reyes: la viola de Eugenia Petrova, que interpret¨® un precioso solo lleno de lirismo, y el violonchelo de David Eth¨¨ve.
La musicalidad lograda en esta obra fue una primera muestra de lo que ser¨ªa una constante a lo largo de todo el concierto. Marriner se muestra como un director poco intervencionista que traza las grandes l¨ªneas de cada obra y deja espacio a los profesores en el concierto, alcanzando as¨ª un gran vuelo expresivo.
En el Concierto n? 24 de Mozart, Marriner fue eficaz y atento acompa?ante del solista -siempre desde el gran car¨¢cter sinf¨®nico de esta obra- y la Sinf¨®nica son¨® bajo su batuta con toda la serenidad que Mozart esparci¨® en su partitura. Por su parte, H¨¹seyin Sermet toca con un sonido muy transparente que lleg¨® incluso a impregnar de un cierto aire entre flotante y on¨ªrico la cadenza escrita por Brahms que emple¨® en el primer movimiento. La densidad de esta, tan caracter¨ªstoca de su autor, contrasta vivamente con la escritura pian¨ªstica de Mozart. La profunda grandeza del Larghetto y la gracia del Allegretto final remataron una gran versi¨®n de esta obra maestra en la que los solistas de la Sinf¨®nica volvieron a dejar constancia de su gran calidad.
Tras el descanso, la poco habitual Sinfon¨ªa n? 2, ¡°A London sympony¡±, de Vaughan Williams, surgi¨® de su casi silencioso inicio como el despertar de un nuevo d¨ªa en la gran ciudad que le sirve de sobrenombre. Un crescendo magistralmente regulado por Marriner dio paso de la brumosa oscuridad al luminoso traj¨ªn de la que en el momento de la entonces capital del Imperio Brit¨¢nico, con una imponente traducci¨®n sonora de la grandiosa orquestaci¨®n de Vaughan Williams.
Fue una interpretaci¨®n llena del ocntinuo y cosmoplita fluir de la gran ciudad. Director, orquesta y solistas ¨Cde los que el propio Marriner destac¨® el corno ingl¨¦s de Scott MacLeod y la trompa de Jos¨¦ Luis Sogorb- hicieron una magn¨ªfica versi¨®n. Esta fue acogida con una gran ovaci¨®n por los aficionados del Palacio de la ?pera de A Coru?a- tras el descanso se pudo comprobar que un n¨²mero bastante apreciable de espectadores hab¨ªan abandonado su localidades-, como colof¨®n de un gran concierto.
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