Una de cal y otra de arena en la ¡®Prospe¡¯
El barrio estrena residencia y el Casal despide a los cocineros de toda la vida
Buena y mala noticia, casi a la vez, en el barrio de la Prospe de Barcelona, en Nou Barris. La buena es el anuncio de la apertura en marzo, por fin, despu¨¦s de tres a?os acabada y cerrada, de la residencia de mayores. Una victoria que los vecinos se atribuyen despu¨¦s de 20 a?os de reclamarla. La noticia negativa tambi¨¦n afecta a los abuelos del barrio usuarios del Casal de Gent Gran, en la plaza de ?ngel Pesta?a, epicentro del popular vecindario. Y a la pareja que llevaba la cafeter¨ªa-restaurante. Se trata del inesperado relevo en este servicio.
Desde 2003, cuando Jordi Pujol inaugur¨® el equipamiento, la concesi¨®n la ha llevado una pareja del barrio, Jordi Molla y Pepi Plaza. En noviembre, recibieron una carta de la Generalitat en la que, sin ning¨²n argumento, les advert¨ªan de la rescisi¨®n de contrato el 31 de diciembre. Nunca en 12 a?os han tenido ninguna advertencia del Departamento de Bienestar que les invitara a resolver ni media incidencia.
De nada sirvi¨® que los usuarios y las entidades pidieran explicaciones a Bienestar, ni las l¨¢grimas de abuelos de m¨¢s de 80 a?os cuando se enteraron, ni las 420 firmas recogidas y entregadas a la Generalitat antes de Navidad en defensa de Jordi y Pepi. ¡°Se supone que si te quitan la concesi¨®n es porque no haces bien la faena, pero no es el caso, es muy injusto¡±, lamenta Plaza. ¡°Si hasta el informe del inventario final dec¨ªa que estaba todo s¨²perlimpio y en buen estado¡±, a?ade esta mujer de manos que atestiguan una vida entera en la hosteler¨ªa. Vive a cien metros del casal. Cuenta que ten¨ªan un bar y decidieron dejarlo y optar a la concesi¨®n p¨²blica porque ten¨ªan los cr¨ªos peque?os y ganar¨ªan en calidad de vida y horarios. Aguanta, pero acaba llorando y reconociendo que esquiva a su antigua clientela porque si no se pasar¨ªa el d¨ªa con el kleenex en la mano.
A causa del relevo, la cifra de abuelos que comen en el casal ha ca¨ªdo a la mitad: de 100 y pico a 50. Antes serv¨ªan a diario entre 100 y 120 men¨²s (abuelos que com¨ªan all¨ª, otros que se lo llevaban a casa y una veintena para el centro de d¨ªa, dice Plaza). Ahora sirven entre 50 y 60, explica el actual encargado, Omar Antolino. El resto han cambiado el men¨² del casal ¡°por el del Vasconia o un bar de la calle de Argull¨®s¡±, explican los usuarios.
La fr¨ªa carta de noviembre en la que la Administraci¨®n informaba a Jordi Molla de que hab¨ªa ¡°resuelto no renovar¡± la concesi¨®n tras 12 a?os, advert¨ªa de que los responsables del servicio deb¨ªan ¡°dejar los bienes y herramientas del servicio en perfecto estado de funcionamiento¡± y ¡°recoger sus pertenencias y desocupar el espacio¡±. Hasta este 2015, las renovaciones hab¨ªan sido autom¨¢ticas.
¡°Se supone que si te quitan la concesi¨®n es porque no haces bien la faena, pero no es el caso¡±, lamenta Plaza
Juan M¨¢rquez, de 69 a?os, que ha ejercido de portavoz de los usuarios, mantiene que, ante la evidencia de no ha habido problemas con el servicio, ¡°el relevo es un tema personal de la directora del centro¡±. ¡°En las reuniones con Bienestar constatamos que no hubo quejas en 12 a?os y tanto trabajadores como usuarios manifestaron que la direcci¨®n mantiene una actitud autoritaria y que cuando hay problemas coge la baja¡±, a?ade Andr¨¦s Naya, hist¨®rico activista vecinal de la asociaci¨®n que gestiona el casal de La Prospe.
El Departamento de Bienestar y Familia social argumenta que los contratos de las concesiones de cafeteria-comedor de los Casals de la Gent Gran tienen una duraci¨®n anual. Al acabar el contrato, si hay voluntad de las partes se formaliza otro contrato para el a?o siguiente. En el caso del de la Prosperitat se consider¨® que el "servicio que se ven¨ªa prestando no era el m¨¢s adecuado (incluidas quejas de los usuarios), por lo que se decidi¨® no renovar el contrato".
Los usuarios del Casal, donde los peri¨®dicos ayer a mediod¨ªa estaban guardados bajo llave en la conserjer¨ªa, coinciden en lamentar la marcha de Jordi Molla y Pepi Plaza. ¡°Est¨¢bamos todos muy contentos¡±, dice Antonio Limones, de 72 a?os. ¡°Ahora entro pero no como, la comida no es tan buena¡±, a?ade Juan Castillejos (67). ¡°La gente ha pasado mucha pena, ?y mira que echamos firmas!¡±, asegura Clara da Costa (68). ¡°Con lo buena que era la paella, y las galtas, y el codillo¡¡±, evoca Josefa Ramonich a sus 84.
Con todo el disgusto, Pepi Plaza ni se hab¨ªa enterado de que por fin abrir¨¢n la residencia en el barrio. Se alegra. Su vida ha dado una vuelta de un d¨ªa para otro a los 49 a?os. ¡°Y sin paro, los aut¨®nomos no tenemos. Pero s¨¦ que no me puedo quejar, hay gente que vive con 400 euros y Jordi ha encontrado trabajo¡±, dice.
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