Bella pugna desaforada
Padre e hijo encarnan un maravilloso duelo atemporal con un instrumento que acumula muchos siglos en sus cuerdas
Un espeso aroma a incienso se apodera del patio de butacas del Fern¨¢n-G¨®mez justo antes de que asomaran este jueves Toumani Diabat¨¦ y su hijo Sidiki. Son las singularidades de un festival como este Mantras, at¨ªpico y sabroso con independencia del grado de adhesi¨®n a la m¨ªstica que acredite cada asistente. Porque los Diabat¨¦ pueden presumir de una vida espiritual ¨ªntegra, pero el tr¨¦molo de sus koras constituye una asignatura obligatoria para p¨ªos y profanos. Los m¨¢s duchos dir¨¢n que resuenan en ellas los ecos del imperio mandunga; sin necesidad de tanto, cualquier oyente de o¨ªdo flexible es susceptible de verse atrapado en las redes de la fascinaci¨®n.
Abri¨® boca en solitario el joven Sidiki, que amplifica y hasta conecta a una pedalera de efectos esa centenaria calabaza m¨¢gica que se trae entre manos. La kora es un arpa r¨²stica de 21 cuerdas, pero a veces, acariciada por manos expertas, parece atesorar tantas notas como un piano. El repiqueteo es endiablada y envidiablemente acelerado, como en los arrebatos flamencos, pero el efecto se multiplica a partir de la incorporaci¨®n del patriarca en ¡®Kaira¡¯. Son solo dos m¨²sicos en escena, pero no se echa en falta casi nada: ni siquiera la percusi¨®n, sustituida por h¨¢biles golpes en la madera.
Toumani es, frisando la cincuentena, un hombre renqueante que se apoya en una muleta y deja escapar alg¨²n gesto de fatiga, pero su manera de pellizcar las cuerdas evidencia una extraordinaria calidez. Resulta curioso comprobar c¨®mo delega en su primog¨¦nito los pasajes m¨¢s trepidantes, hasta que en ¡®Dr. Cheik Modibo Diarra¡¯ ambos se enzarzan en una bella pugna desaforada y se tienden emboscadas r¨ªtmicas que a veces desembocan en risotadas francas.
La fascinaci¨®n se multiplica con la despedida, ¡®Lampedusa¡¯, una pieza de corte m¨¢s ambiental y contempor¨¢neo que evocar¨ªa una banda sonora hasta que Sidiki introduce por sorpresa un pedal ¡®wah-wah¡¯ y se erige en un George Harrison del ?frica Occidental. Para entonces, pap¨¢ Toumani ya hab¨ªa clamado por la humanidad frente al imperialismo econ¨®mico, expresado su solidaridad con los enfermos de sida y resumido su ideario con un elocuente ¡°?Viva la m¨²sica!¡±. ?C¨®mo no encari?arse?
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