Ciudadanos, el cortafuegos
A diferencia de Podemos, el partido de Rivera no supone, ni por origen ni por ideario, una amenaza para el ¡®statu quo¡¯
M¨¢s que un salto al estrellato o una escalada a la primera fila pol¨ªtica, lo de Albert Rivera en este 2015 entra m¨¢s bien en la categor¨ªa de las designaciones ¨¢ureas. Un pol¨ªtico procedente de las juventudes del PP, que lleva una d¨¦cada dedicado al cultivo del monotema del antinacionalismo catal¨¢n en el Parlamento aut¨®nomo al frente de un partido regional llamado Ciudadanos, ha sido s¨²bitamente ungido no se sabe muy bien por qui¨¦n, pero con una unanimidad en los medios de comunicaci¨®n espa?oles por lo menos sorprendente, como alternativa a la pareja PP-PSOE en aparente paridad con el Podemos de Pablo Iglesias. ?Qui¨¦n le ha se?alado para tan alta misi¨®n? Joan Herrera le defini¨® semanas atr¨¢s como el candidato del Ibex 35, y probablemente sea algo exagerado atribuirle tan poderoso apadrinamiento. Pero lo que para los o¨ªdos de unos puede sonar como una descalificaci¨®n, para otros puede ser interpretado como la mejor garant¨ªa.
Sucede, sin embargo que, a diferencia de Podemos, Ciudadanos no avanza gracias al activismo de los movimientos sociales y las protestas contra la devaluaci¨®n salarial y los recortes sociales. Rivera no es, como Iglesias, el m¨¢s destacado de un nutrido grupo de pol¨ªticos relativamente j¨®venes pero curtidos en mil batallas que les han llevado a formular su propio proyecto alternativo al austericidio neoliberal dictado por la Uni¨®n Europea y ejecutado en Espa?a por los Gobiernos de Zapatero y Rajoy. Tampoco es una emanaci¨®n pol¨ªtica de las mareas blancas que han luchado a favor de la sanidad p¨²blica, ni de las mareas amarillas que se han batido contra los recortes en la ense?anza. No tiene nada que ver con las desesperadas peleas con vigilantes y polic¨ªas ante sucursales bancarias para detener los desahucios de las v¨ªctimas de la burbuja inmobiliaria.
A diferencia de Iglesias, Rivera y su partido no se alzan siquiera sobre el modesto pero prometedor 8% que Podemos obtuvo en las elecciones al Parlamento de mayo de 2014. Aquel d¨ªa Ciudadanos se qued¨® en un m¨¢s bien exiguo 3,16% de los sufragios emitidos. Si se tiene en cuenta que en su provincia de origen ¡ªtanto del partido como del ciudadano Rivera¡ª la de Barcelona, que es la segunda m¨¢s poblada de Espa?a, obtuvo un meritorio 6,8%, y en la de Madrid lleg¨® al 4,8%, se comprende f¨¢cilmente que su promedio en todas las dem¨¢s sea tan bajo que, hablando con propiedad, no pueda decirse que, de momento, Ciudadanos haya llegado a la categor¨ªa de lo que quienes imparten doctrina de espa?olidad califican como partidos nacionales.
Ciudadanos es desde su nacimiento lo contrario a una amenaza para el statu quo espa?ol
Desde luego estas no son las ¨²nicas diferencias entre Ciudadanos y Podemos. Lo que m¨¢s les distancia es que mientras Podemos surge como alternativa al statu quo pol¨ªtico representado por el bipartidismo PP-PSOE, Ciudadanos es promovido, justamente como lo contrario, como gran cortafuegos destinado a atajar el avance electoral de Podemos.
Ciudadanos es desde su nacimiento lo contrario a una amenaza para el statu quo espa?ol. Naci¨® en Catalu?a con la pretensi¨®n de salvaguardar un planteamiento nacional-ling¨¹¨ªstico que garantiza la hegemon¨ªa social de la lengua castellana en esta comunidad. Surgi¨® del miedo de algunos sectores de poblaci¨®n a perder la tranquilidad con que viv¨ªan en Catalu?a sin hablar jam¨¢s en catal¨¢n. Su caballo de batalla fue el combate contra el modelo ling¨¹¨ªstico en la escuela p¨²blica, en el que defend¨ªan una posici¨®n muy minoritaria en Catalu?a, pero sistem¨¢ticamente apoyada por la caverna medi¨¢tica madrile?a. Su batalla ha sido y sigue siendo un biling¨¹ismo que, en la pr¨¢ctica, significa el mantenimiento del predominio social del castellano.
Aunque muchos de sus fundadores hab¨ªan sido simpatizantes socialistas y el partido naci¨® con un barniz ret¨®rico progresista, lo cierto es que desde el primer momento sus posiciones le alinearon con el PP y se sum¨® a la oposici¨®n a los Gobiernos de izquierda presididos por Pasqual Maragall y Jos¨¦ Montilla. En pol¨ªtica ling¨¹¨ªstica y en lo que hiciera falta, lo prioritario era oponerse a la transversalidad catalanista.
Ciudadanos presenta ahora como candidata a la alcald¨ªa de Barcelona a una exdiputada del PP y este no es el ¨²nico dato que le muestra, en la pr¨¢ctica, como opci¨®n intercambiable con el partido de Mariano Rajoy. Lo dicen tambi¨¦n los sondeos de opini¨®n, en los que aparece como posible recambio generacional para una derecha con la que comparte una misma concepci¨®n nacional de Espa?a. La muleta perfecta para el caso de que las elecciones legislativas del pr¨®ximo oto?o/invierno requieran alianzas para formar mayor¨ªas de gobierno en Espa?a.
Para ello, su baza fuera de Catalu?a es mostrarse ahora como apto para todo, un partido ni carne ni pescado, eventual bisagra lo mismo para el PSOE en Andaluc¨ªa que para el PP en Valencia. Rivera habla contra la corrupci¨®n, pero no le sucede como a su rival de UPyD, Rosa D¨ªaz, que se ha descalificado ante los electores de la derecha al pedir cosas como la c¨¢rcel para Rodrigo Rato por la gesti¨®n de Bankia. Patinazos como este son impensables en Rivera.
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