Tarde de toros mansos y toreros grises
Padilla, Abell¨¢n y Urdiales pasaron sin pena ni gloria
Seis toros de impecable presencia; seis toros de indiscutible mansedumbre. Concurso de mansos, pudo ser la corrida de Alcurruc¨¦n (hermanos Lozano). Variados de capa, los seis lucieron astifinas defensas y un trap¨ªo de aplauso. Nada m¨¢s. Toda esa hermosa fachada externa qued¨® fuera de combate por el fondo ofrecido. De los seis, el quinto empuj¨® con ganas en el primer puyazo, pero se march¨® de la suerte sin permiso de nadie. Y lo mismo hizo en la segunda entrada al caballo. Los cinco toros restantes ni cumplieron ni dejaron de cumplir en ese primer tercio, aunque unos m¨¢s que otros tambi¨¦n dejaron clara su dosis de mansedumbre, antes, durante y despu¨¦s del caballo.
ALCURRUC?N / PADILLA, ABELL?N, URDIALES
Toros de Alcurruc¨¦n. Bien presentados, variados de capa, mansos, descastados aunque nobles. El cuarto se ech¨® en la muleta y hubo que apuntillarlo.
Juan Jos¨¦ Padilla. Entera trasera ¨Caviso- y descabello (saludos); apuntillado el toro (saludos).
Miguel Abell¨¢n. Casi entera (vuelta al ruedo); cuatro pinchazos y entera (silencio).
Diego Urdiales. Pinchazo, estocada ¨Caviso- y descabello (saludos); entera contraria echando la muleta ¨Caviso- y tres descabellos (palmas).
Plaza de Valencia, 17 de marzo. 5? de Fallas. Media.
De salida, los seis aparecieron como si la cosa no fuera con ellos: distra¨ªdos, huidizos y negados para el capote. En banderillas esperaron y renegaron. Estos toros, a veces, suelen destaparse en la muleta y aunque en esta ocasi¨®n no fue as¨ª algunos se dejaron hacer de principio para claudicar a mitad de faena, o incluso antes. El cuarto se muri¨® literalmente de pie cuando Padilla intentaba cuadrarlo. Se ech¨® para los restos y hubo que apuntillarlo.
Ni Padilla, ni Abell¨¢n, ni Urdiales, fueron capaces de levantar el vuelo de una tarde fr¨ªa de clima como de ambiente. Muy grises y espesos los tres. En Padilla prim¨® la cantidad sobre la calidad en el primero. Faena sin relieve; sin contenido alguno. Muchos pases acumulados al mismo nivel que el descastado toro. Al cuarto lo recibi¨® con dos largas cambiadas de rodillas y entre una y otra, el toro se peg¨® sendas vueltas completas al ruedo buscando la salida de emergencia. Banderille¨® Padilla en este, lo que no hizo en el anterior, y coloc¨® los palos arriba. Los rodillazos de inicio sentenciaron a muerte al toro antes de hora, que no super¨® la prueba. Con el toro al paso y cada vez m¨¢s moribundo, Padilla se puso terco y liquid¨® al de Alcurruc¨¦n antes de entrar a matar. Cuando intentaba cuadrarlo, el toro se ech¨® todo lo largo y tras un peque?o teatro de las cuadrillas por levantarlo, hubo que darle a la puntilla para acabar con la triste escena. El p¨²blico, que lo daba todo por bueno, ovacion¨® a Padilla tras el desaguisado.
Tampoco a Miguel Abell¨¢n se le encendieron las luces. En el segundo, que sin clase tuvo cierto aire, lo tore¨® muy al hilo del pit¨®n. Poco ajuste en una faena que pas¨® por un desairado desarme, y acab¨® pesando mucho en el ambiente. El quinto, que sin humillar tambi¨¦n tuvo su punto aprovechable, Abell¨¢n aplic¨® la misma medicina. Y esta vez a la ligera, con m¨¢s prisas que las recomendables.
El tercero se le derrumb¨® a Urdiales antes de darle las buenas tardes con la muleta. Con la cara alta y con resistencia, el toro y Urdiales mantuvieron un encuentro sin llegar al acuerdo. El toro por un lado y el torero por otro. En una faena de escaso gobierno y temple, Urdiales destap¨® dos naturales buenos entre los muchos que intent¨® dar. Ninguna serie sali¨® rematada. El sexto, de gran pantalla y engatillado de pitones, se peg¨® una vuelta completa al ruedo tras el primer muletazo que le dio Urdiales. El toro acudi¨® a la muleta sin gracia alguna y Urdiales, que le dio muchas vueltas al asunto, sac¨® poco en claro. Varios enganchones afearon una faena de tonos muy irregulares.
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