P¨ªldoras de resistencia
Un libro recoge las experiencias del hambre en Madrid durante la Guerra Civil. Un momento en el que las lentejas eran art¨ªculo de lujo
![Sergio C. Fanjul](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2F7a9aca29-6268-4989-a7e4-1536610495c4.png?auth=7050b87eef2ddac3948587d7c985e761f21b140c84083d72b7d2e1555ec73366&width=100&height=100&smart=true)
![Una familia huyendo de los combates en Madrid durante la Guerra Civil.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/KBX5AP5PORR2VCOSMH6DUW5W5U.jpg?auth=5c0ab7c5dbf74427dc21509b4c26f527886a3f64cf07014ae7e05f014684cc32&width=414)
A las lentejas las llamaban ¡°p¨ªldoras de la resistencia¡± porque fueron el alimento b¨¢sico que permiti¨® la supervivencia de muchos mientras Negr¨ªn dec¨ªa a los madrile?os aquello de ¡°?Resistir es vencer!¡±. Muchos ni?os no hab¨ªan visto nunca un pl¨¢tano porque Canarias era zona nacional y result¨® una cosa ex¨®tica, como el chocolate, cuando lleg¨® a la capital al t¨¦rmino de la guerra. Las mujeres hac¨ªan colas durante horas para conseguir boniatos o un hueso para hacer caldo y las m¨¢s aguerridas se jactaban de no abandonar la espera ni cuando las bombas ca¨ªan a pocos metros de distancia. En el Madrid sitiado de la Guerra Civil se pas¨® mucha hambre: la comida era la principal preocupaci¨®n y el principal tema de conversaci¨®n de las familias. ¡°?T¨² qu¨¦ comer¨ªas si pudieras comer lo que quisieras?¡±.
Se hac¨ªan tortillas con mondas de naranja, chorizo de miga de pan con piment¨®n o merluza consistente en rodajas de cebolla rebozadas y fritas.
Las menudas y septuagenarias hermanas Laura y Carmen Guti¨¦rrez Rueda, hijas de m¨¦dico, nacidas en torno a la contienda, han recogido el testimonio de 75 mayores que recuerdan aquella hambruna. Han sido recopiladas en el libro El hambre en el Madrid de la Guerra Civil (Ediciones La Librer¨ªa), reedici¨®n de un texto publicado en 2003. Laura (doctora en Historia) y Carmen (doctora en Farmacia y experta en Microbiolog¨ªa) recuerdan a¨²n que durante la guerra su madre perdi¨® la mitad de su peso, de 70 a 35 kilos.
![Reparto de comidda en la puerta del Sol.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/FOZRSYTXWOERQLUNTZJJCOTNBM.jpg?auth=f3308c693c4ac5e4a84b728156b6ccf138801001cca32803d5a5895d33a1564f&width=414)
¡°Nosotras escuchamos hablar mucho en casa de aquel hambre de la Guerra Civil y quer¨ªamos recuperar estas historias antes de que se perdieran¡±, cuentan. As¨ª tiraron de amigos y familiares, y recorrieron residencias de ancianos en busca de estas memorias. ¡°Mucha gente no quer¨ªa hablar de la guerra porque hab¨ªa perdido a seres queridos o porque hab¨ªa sido enchufada de alg¨²n sindicato y hab¨ªa tenido acceso a los alimentos¡±, dice Laura. ¡°Otros, de distintos bandos, todav¨ªa rega?aban entre s¨ª¡±.
A principios de noviembre de 1936 las tropas franquistas llegaron a las puertas de la capital, donde quedaron estancadas, sin avance ni retroceso, hasta marzo del 1939. La ciudad, poblada por un mill¨®n de habitantes a los que hay que sumar los refugiados de otras zonas de guerra, protegida por las fortificaciones y la resistencia de las tropas y milicias republicanas, sufre un largo asedio en el que el abastecimiento de alimentos flaquea. Surgen el mercado negro, el acaparamiento de alimentos, los conflictos de competencias entre los distintos sindicatos y organizaciones, la especulaci¨®n, y se establecen cartillas de racionamiento.
El trueque era com¨²n: ¡°Se iba a donde el mercado de Torrijos y se cambiaban objetos por comida, que sol¨ªan tener los sindicalistas. Un jersey por un trozo de pan. A una t¨ªa nuestra le pagaban con tabaco en una oficina suiza de seguridad, y lo cambiaba por alimentos¡±, cuentan. Porque, a pesar de todo, la vida en la ciudad se resist¨ªa a detenerse, y quien ten¨ªa un empleo iba a trabajar. ¡°Y muchos, a pesar del hambre y del miedo, segu¨ªan yendo al cine, cosa que a¨²n me sorprende¡±, dice Laura.
![The bags that contained bread buns dropped by Franco's planes over Madrid.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/QLEDVFRCI7T47OY6PAT24UJMVM.jpg?auth=f97e9d344d0b0b982b9481a281535230f4d13e730e222047c2100949613bdd3c&width=414)
?Qu¨¦ se com¨ªa en el Madrid sitiado? Poco, y ese poco consist¨ªa en lentejas, boniatos, gachas, alguna vez bacalao en salaz¨®n, alg¨²n huevo y casi nada de carne. El arroz y las frutas dejaron de llegar cuando, tras la batalla del Jarama, en febrero de 1937, se perdi¨® la conexi¨®n con Valencia, a donde ya hab¨ªa huido el Gobierno republicano, dejando al mando a la Junta de Defensa de Madrid del general Miaja. ¡°Los gatos desaparecieron de la ciudad¡±, cuentan las hermanas, ¡°eran similares al conejo y la gente se los com¨ªa. Cerca de nuestra casa en la calle de Argensola muri¨® un burro de una carboner¨ªa, se troce¨® y se vendi¨® para el consumo. Tambi¨¦n se hac¨ªa pasar perro por cordero¡±. El hambre agudizaba el ingenio: se hac¨ªan tortillas con mondas de naranja, chorizo de miga de pan con piment¨®n o merluza consistente en rodajas de cebolla rebozadas y fritas.
Los gatos desaparecieron de la ciudad¡±, cuentan las hermanas, ¡°eran similares al conejo y la gente se los com¨ªa
Pero estas recetas de emergencia no eran suficiente y la mala alimentaci¨®n pasaba factura en forma de avitaminosis, pelagra, edema de hambre o neuropat¨ªas carenciales. ¡°La tuberculosis sigui¨® causando muertes hasta entrados los a?os cuarenta¡±, dice Carmen, ¡°y debido a las diferentes dolencias que produc¨ªa el hambre no hay datos de cu¨¢ntas personas murieron por la mala alimentaci¨®n¡±. Ni siquiera la muerte libraba de la escasez: ¡°No hab¨ªa madera para hacer cajas para los muertos, porque se utilizaba como combustible¡±, dice Laura. ¡°Los madrile?os quisieron entrar al Retiro a cortar los ¨¢rboles, pero el Ayuntamiento lo prohibi¨®. Cuando hab¨ªa un bombardeo los ni?os iban a coger las vigas de los edificios derruidos. A muchos lo enterraban metidos en sacos¡±.
A finales de la contienda, Franco decidi¨® practicar la guerra psicol¨®gica y bombardear Madrid con panecillos de harina blanca de Valladolid en vez de con bombas. Iban metidos en una bolsita con la bandera nacional y la leyenda: ¡°En la Espa?a nacional, una, grande y libre, no hay un hogar sin lumbre ni una familia sin pan¡±.
El general Miaja avis¨® a la poblaci¨®n de que aquellos panecillos ten¨ªan microbios y que era preferible no consumirlos. ¡°Pero la mayor¨ªa se los com¨ªa¡±, dice Laura. ¡°Luego estaban los m¨¢s pelotas, que los entregaban a las autoridades. Yo vi a algunos milicianos tirarlos por las alcantarillas¡±.
![Gente recogiendo restos de la poda para cocinar](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/572XVO7D5HH76GK42Z7JVZPA6Q.jpg?auth=f09c9384fef16fb452a32859cce71e2d8af694ef8aff884df15af0842f4ebc18&width=414)
La poetisa Gloria Fuertes hizo un buen resumen de lo que fueron aquellos tiempos: ¡°Hambre, hambre. Madrid empez¨® a sufrir hambre al mes de empezar la guerra. Una vez estuvimos tres d¨ªas con un huevo frito, unt¨¢ndolo y guard¨¢ndolo¡ Yo no ten¨ªa miedo a morir, lo que ten¨ªa era el horrible dolor de est¨®mago que da el hambre¡±.
Las hermanas Guti¨¦rrez Rueda han escrito m¨¢s libros adem¨¢s de este, y sus intereses abarcan un amplio espectro: sobre Santa Teresa de Jes¨²s, sobre recetas de cocina o sobre el pueblo de Robledo de Chavela, en el que veranearon durante 30 a?os. Algunos, como la historia de su barrio (Barquillo-Salesas), lo han autoeditado y distribuido a mano por librer¨ªas y quioscos de la zona hasta agotar 500 ejemplares. Con m¨¢s ah¨ªnco que muchos j¨®venes escritores y editoriales noveles.
Lo ¨²nico que lamentan es que, tantos a?os despu¨¦s de la guerra, hayan vuelto a ver hambre en las calles de Madrid y que organizaciones como C¨¢ritas hayan alertado de la existencia de malnutrici¨®n infantil en Espa?a. ¡°Ya no hay hambre como aquella, adem¨¢s ahora puedes ir a un banco de alimentos y obtener comida¡±, dicen, ¡°pero es horrible ver a gente rebuscando en la basura o recogiendo la comida que desechan los supermercados. Y que se les persiga por ello¡±.
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