Dulces sue?os en el Palau de la M¨²sica
50 personas duermen en el escenario de la sala de conciertos en una acci¨®n art¨ªstica
Pijama, zapatillas, pasta de dientes, mochilas, maletas¡. formaban el nada habitual equipamiento para ir al Palau de la M¨²sica de Barcelona. No se trataba de un concierto, aunque hubo m¨²sica, sino de una excepcional experiencia de una cincuentena de personas que durmieron en la sala noble al participar en una acci¨®n del artista Eugenio Ampudia. ?l durmi¨® encima del piano de cola del Palau la noche del 24 de septiembre pasado y lleg¨® a la conclusi¨®n de que era una experiencia para compartir: la de dar un uso personal¨ªsimo al Palau, lejos de su funci¨®n habitual: "Se trata de hacer algo distinto en un espacio de cultura y de que la gente que participe piense: voy a entrar ¨ªntimamente en un templo de la cultura¡±.
La iniciativa de Ampudia, que se plantea el significado de las obras de arte y la percepci¨®n de quien las contempla, forma parte de uno de sus trabajos, D¨®nde dormir. Y dentro de ese trabajo, el artista ha dormido en el sal¨®n de embajadores del palacio de Carlos V de Granada y bajo el cuadro de los fusilamientos del Dos de Mayo de Francisco de Goya en el museo del Prado. "En el Prado no acab¨® de funcionar bien porque dos guardias de seguridad no se alejaron de la sala ni un momento", recordaba Ampudia que reconoce la complicidad y facilidades que ha tenido en Barcelona ¡ªfue el Instituto de Cultura el que le propuso hacer alguna acci¨®n¡ª y, especialmente, en el Palau de la M¨²sica.
El Palau organiza en las ¨²ltimas temporadas un programa de di¨¢logo con las artes pl¨¢sticas y no dudaron en apoyar la experiencia que propon¨ªa Ampudia. Empezando por la presidenta, Mariona Carulla, que fue una de las durmientes. "Yo me apunto a un bombardeo", comentaba al tiempo que se calzaba unas c¨®modas zapatillas y preparaba el saco de dormir junto con el resto de los participantes, bajo la atenta mirada de Beethoven, una de las esculturas que jalonan el escenario. Miembros del equipo del artista, trabajadores del Palau, abonados, mel¨®manos y algunos periodistas con muchas cr¨®nicas de conciertos en su haber no dudaron en apuntarse tambi¨¦n. ¡°Llevo trabajando en el Palau 25 a?os y lo ¨²nico que no hab¨ªa hecho todav¨ªa era pasar la noche¡±, comentaba Teresa Mart¨ªnez. ¡°?Qu¨¦, vienes a ocupar el Palau, Mar¨ªa?¡±, brome¨® un responsable del Palau al ver a Mar¨ªa Mas, mochila al hombro, que entraba en la sala. La mujer, socia del Orfe¨® Catal¨¤, es una hist¨®rica l¨ªder vecinal del Casc Antic y una de las promotoras de la causa judicial contra la construcci¨®n del hotel del Palau, la ¨²nica por la que F¨¦lix Millet pis¨® la c¨¢rcel y por la que est¨¢ condenado: ¡°Si, porque la otra sigue durmiendo en los juzgados, qu¨¦ verg¨¹enza¡±, se lamentaba. Mahala Alzamora, fundadora de la agencia de comunicaci¨®n que lleva su nombre, tampoco dud¨® en apuntarse: ¡°He venido con toda la familia¡±.
A partir de las 10 de la noche, los participantes en la experiencia fueron situando sus esterillas y sacos ¡ªcedidos por el Palau de la M¨²sica-¡ªpara disponerse a pasar la noche en un lugar ins¨®lito, con la oportunidad de contemplar los artesanados que esculpi¨® Dom¨¨nech i Montaner desde un ¨¢ngulo nada habitual: el suelo. A las 12 de la noche las luces se apagaron y fueron entrando en vigilia con la m¨²sica interpretada al piano de las Variaciones Goldberg de Johan Sebastian Bach, que reciben ese nombre porque fueron escritas para ser interpretadas por Johann Gottlieb Goldberg, uno de sus alumnos destacados. Un encargo que hizo el conde Hermann Carl von Keyserlingk a Bach porque le costaba conciliar el sue?o, seg¨²n explica el bi¨®grafo del compositor, Johann Nikolaus Forkel.
Despu¨¦s, el silencio. Y as¨ª hasta las siete de la ma?ana, cuando han sido despertados para asistir a la sinfon¨ªa de colores y luz del amanecer a trav¨¦s de los vitrales del Palau.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.