La ¡®ilusi¨®n¡¯ de ser propietario
Cameron trata de captar votos dando el ¡®derecho de compra¡¯ a 1,3 millones de beneficiarios de viviendas sociales
Como Mariano Rajoy, David Cameron, el l¨ªder de los conservadores brit¨¢nicos, confiaba en la mejora de los indicadores econ¨®micos en la ¨²ltima parte de la legislatura para conjurar la irritaci¨®n social que ha provocado la austeridad y conquistar as¨ª el apoyo de la ciudadan¨ªa en las elecciones del 7 de mayo. Como Rajoy, Cameron ha intentado crear la ¡°percepci¨®n¡± de que lo peor de la crisis ha pasado y que a partir de ahora todo ir¨¢ bien gracias a las pol¨ªticas aplicadas. Pero las encuestas, tanto en Reino Unido como en Espa?a, no dan se?ales de que esta estrategia est¨¦ haciendo mella en el cuerpo electoral. En la mayor¨ªa de los sondeos, el partido de Cameron aparece empatado con los laboristas, pese a que estos tambi¨¦n est¨¢n lejos de haber superado la crisis de credibilidad y liderazgo que les ape¨® del Gobierno. Y en Espa?a, las encuestas no solo vaticinan el hundimiento del PP, sino un tablero electoral en profunda mutaci¨®n.
Estando en el poder, no resulta dif¨ªcil orquestar una estrategia destinada a modular una percepci¨®n positiva de la realidad. Basta con que todos los cargos del Gobierno y el partido salgan a repetir una y otra vez el mismo mensaje por todos los medios posibles. Pero ahora chocan con un problema de credibilidad. ?Qu¨¦ razones tienen los ciudadanos para creer a quienes les han enga?ado tantas veces? Por otra parte, se puede modular una determinada percepci¨®n a partir de la realidad, pero no en contra de la realidad. En un pa¨ªs con una tasa de paro del 23,7%, en el que cerca del 40% de los desempleados no cobran prestaci¨®n y hay 730.000 hogares sin ning¨²n ingreso, es dif¨ªcil sostener que hemos salido del bache. La gente tiene m¨²ltiples oportunidades de cotejar el discurso oficial con su propia experiencia. Si tenemos un paro juvenil del 52,4%, eso significa que en todas las familias hay uno o varios j¨®venes con el futuro quebrado. Y que los padres est¨¢n tan preocupados por el provenir de sus hijos como por sus propias pensiones.
Ante la evidencia de que la baza de la econom¨ªa no es suficiente para asegurar la reelecci¨®n, tanto el partido de Cameron como el PP intentan un amago de giro social de ¨²ltima hora. El Partido Conservador brit¨¢nico sorprendi¨® hace unos d¨ªas con un manifiesto electoral en el que se incluyen algunas medidas estrella destinadas a captar/comprar el voto de las capas medias heridas en su poder adquisitivo, pero tambi¨¦n de los segmentos de la working class que se muestran indecisos. Medidas como la supresi¨®n del impuesto de sucesiones para herencias inferiores a un mill¨®n de euros o la concesi¨®n de 30 horas semanales de guarder¨ªa gratuita para familias en la que trabajan ambos padres. Pero la que m¨¢s ha sorprendido es una medida que resucita como ninguna otra el esp¨ªritu de Margaret Thatcher: el llamado derecho de compra por el que la dama de hierro permiti¨® que muchos adjudicatarios de viviendas p¨²blicas de alquiler obtuvieran la propiedad a precios reducidos.
Cameron trata de captar votos dando el ¡®derecho de compra¡¯ a 1,3 millones de beneficiarios de viviendas sociales
El Partido Conservador promete ahora satisfacer ¡°la ilusi¨®n de ser propietarios¡± a miles de familias humildes otorgando el derecho de compra a quienes se benefician de una vivienda social, ya sea p¨²blica o promovida por asociaciones privadas sin ¨¢nimo de lucro. En total, 1,3 millones de familias podr¨¢n acogerse, si gana el Partido Conservador, a esta medida, que supone un regalo importante, pues podr¨¢n comprar la vivienda con un descuento del 70% de su precio de mercado. Y venderla m¨¢s tarde, claro est¨¢, si se tercia. Se ha improvisado as¨ª una especie de polea por la que permitir el ¡°ascenso¡± social de unos cuantos, ahora que el verdadero ascensor social, el de la redistribuci¨®n de la riqueza, est¨¢ parado, creando as¨ª la apariencia de un reparto de la prosperidad que no es tal. Por supuesto, los posibles beneficiarios estar¨¢n tentados de votar a Cameron, porque tienen mucho que ganar. Pero la medida es profundamente antisocial. Primero porque elimina de un plumazo un extenso parque p¨²blico de viviendas que ya existe y que, cuando se privatice, dejar¨¢ de estar disponible para dar cobijo a los m¨¢s necesitados. Quienes tienen adjudicada una vivienda social, no tienen problema alguno de techo. Hacerlos propietarios no resuelve ning¨²n problema social. Y en segundo lugar, porque supone convertir directamente en beneficio privado un bien p¨²blico construido con el esfuerzo de todos los contribuyentes.
Cameron sigue as¨ª las pol¨ªticas de privatizaci¨®n de bienes p¨²blicos emprendidas por Margaret Thatcher, que han tenido nefastas consecuencias. El ejemplo paradigm¨¢tico es lo ocurrido con los trenes de cercan¨ªas. El servicio ha empeorado y su coste se ha hecho prohibitivo, por eso Cameron promete ahora congelar las tarifas. El encarecimiento de la vivienda ha expulsado de Londres a muchos antiguos residentes que siguen trabajando en ella. El abono anual de tren desde una distancia de 80 o 100 kil¨®metros, algo habitual, cuesta 7.000 libras al a?o. En lugar de promover pol¨ªticas para facilitar viviendas asequibles, lanza la promesa de que quienes ya tienen una vivienda social podr¨¢n alcanzar el sue?o de ser propietarios. Y tal vez incluso especular con ellas. Es la t¨ªpica receta neoliberal de convertir los bienes comunes en beneficio privado, creando la ilusi¨®n de que todos tenemos derecho a un pastel que en realidad se reparte cada vez entre menos.
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