El peaje de la muerte
?Qu¨¦ es Europa? ?Es una fortaleza que se cree privilegiada y es capaz de imponer un peaje que puede llevar a la muerte?
Otra tragedia de inmigrantes en el Mediterr¨¢neo, que puede llegar a los mil muertos, a sumar a otros mil en los ¨²ltimos diez d¨ªas. Y a los tres mil doscientos del a?o pasado. Personas que huyen del desastre, cargueros viejos, mafias que explotan a los parias, pa¨ªses fallidos, autoridades c¨®mplices, gobiernos que miran a otro lado, dirigentes europeos que hablan de dolor y tristeza pero que no hacen absolutamente nada para evitarlo. ¡°Son hombres como nosotros, hermanos que buscan una vida mejor: hambrientos, perseguidos, heridos, explotados, v¨ªctimas de guerras. Hombres y mujeres como nosotros. Buscaban la felicidad¡±, ha dicho el Papa Francisco.
Ya s¨¦ que muchos ¡ªdesde los gobiernos y desde los medios de comunicaci¨®n¡ª dir¨¢n o pensar¨¢n ¡ªy no osaran decirlo porque este Papa tiene carisma y no se le toca¡ª que es muy f¨¢cil hablar as¨ª cuando no se tiene la responsabilidad de afrontar el problema. Y que se repetir¨¢ la cantinela de que no se puede permitir que entre todo el que quiera en una Europa saturada de inmigraci¨®n. ?Al precio de que mueran en el mar?
Las palabras del Papa son interesantes por varias razones. Por un reconocimiento inusual: ¡°Buscaban la felicidad¡±, ha dicho. Es decir, el Papa admite que se puede aspirar a gozar en la tierra y que la felicidad no es s¨®lo una promesa aplazada: la redenci¨®n en el m¨¢s all¨¢. Pero sobre todo porque Francisco se siente obligado a recordar que ¡°son hombres como nosotros, hermanos que buscan una vida mejor¡±, como cuando el padre Vitoria, durante la colonizaci¨®n de Am¨¦rica, tuvo que certificar que los indios tambi¨¦n eran hijos de Dios. El Papa sospecha que para algunos europeos los parias de la tierra que llaman a nuestra puerta no son como nosotros y merecen pagar un alto precio por la osad¨ªa. Los n¨¢ufragos del Mediterr¨¢neo, los que se encaraman en las vallas de Ceuta y Melilla, nos est¨¢n lanzado una pregunta ?Qu¨¦ es Europa? ?Es una fortaleza que se cree privilegiada, que impone un peaje que puede llevar a la muerte a los que quieren entrar desesperadamente? Para que entren algunos, morir¨¢n unos cuantos.
?Qu¨¦ queremos que sea Europa? ¡°Sin un enfoque com¨²n basado en la solidaridad, que d¨¦ a las personas la oportunidad de venir legalmente, la pr¨®xima tragedia es s¨®lo cuesti¨®n de tiempo¡±, ha dicho Mart¨ªn Schulz. No es un predicador, es el presidente del Parlamento europeo. Algo deber¨ªa poder hacer. Pero estamos ante un bucle infernal: los inmigrantes presionan las fronteras terrestres y mar¨ªtimas, los gobiernos miran a sus electorados y ven c¨®mo se propaga con ¨¦xito el discurso del miedo y del rechazo, m¨¢s todav¨ªa cuando la austeridad expansiva ha empobrecido a media Europa, y no hacen nada, hasta la pr¨®xima tragedia, en que se volver¨¢ a repetir el mismo esquema: horror en las portadas de los medios de comunicaci¨®n, miedo a la opini¨®n p¨²blica, inmovilismo de los gobernantes, y silencio.
El Papa tiene raz¨®n de sospechar que algunos gobiernos y ciudadanos creen que los que vienen no son personas como nosotros y, por tanto, no se sienten concernidos por ellos.
Matteo Renzi dice que a los italianos les han dejado solos, pero Italia ha reducido sensiblemente los recursos dedicados a salvamento. El Reino Unido quiere acabar con los programas de rescate porque, dicen, en el colmo de la desverg¨¹enza, que producen efecto llamada. El Papa tiene raz¨®n de sospechar que algunos gobiernos y ciudadanos creen que los que vienen no son personas como nosotros y, por tanto, no se sienten concernidos por ellos.
Las autoridades europeas y nacionales disponen de instrumentos para actuar: invertir lo necesario en salvamiento, dejar de utilizar el discurso antiinmigraci¨®n para regalar los o¨ªdos a los sectores m¨¢s vulnerables o m¨¢s reactivos de la sociedad, hacer pol¨ªticas sociales inclusivas, perseguir a las mafias, trabajar seriamente con los pa¨ªses de origen, desarrollar una pol¨ªtica internacional eficiente.
En Libia hay un caos, al que Europa, que se meti¨® en una guerra y no la acab¨®, contribuy¨® activamente. La guerra de Siria provoca una di¨¢spora permanente. Los gobernantes europeos no pueden desentenderse de una tragedia que interpela los valores que Europa tanto pregona. Se convocaran ahora reuniones europeas de alto nivel, para que parezca que se reacciona ante el espanto. Pero los m¨¢s realistas ya advierten: ¡°En medio de la crisis, es poco probable una respuesta ambiciosa¡±. Y, sin embargo, est¨¢ en juego la dignidad de Europa.
Si, una vez m¨¢s, no se hace nada, se sigue imponiendo el peaje de la muerte, se sigue permitiendo que unos cuantos se enriquezcan a costa de los desesperados, tendremos que dar la raz¨®n a la fil¨®sofa americana Wendy Brown que, en Estados amurallados, soberan¨ªa en declive, presenta la multiplicaci¨®n de muros y vallas fronterizas de los ¨²ltimos a?os como se?al de la debilidad de unos Estados naci¨®n en p¨¦rdida de soberan¨ªa. ¡°Los Estados no dominan ni ordenan, escribe, sino que reaccionan a los movimientos y los imperativos del capital, as¨ª como a otros fen¨®menos globales, desde el cambio clim¨¢tico hasta las redes del terrorismo internacional. La autonom¨ªa de lo pol¨ªtico dej¨® de ser una ficci¨®n cre¨ªble¡±.
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