?Educan las tertulias?
Un buen debate es una gozada. Pero para ello ha de tener rigor, ser plural y mostrar respeto por las opiniones divergentes
En las p¨¢ginas del Quadern de este peri¨®dico publicado el pasado jueves, tres conocidos periodistas catalanes que conducen tertulias, Josep Cun¨ª, M¨°nica Terribas y Jordi Bast¨¦, reflexionan sobre este relativamente nuevo g¨¦nero, de tanto ¨¦xito en los medios audiovisuales. El tema merece atenci¨®n por la influencia de las tertulias, de todo lo que all¨ª se expone y discute, en amplios sectores de la opini¨®n p¨²blica.
Del debate entre los tres periodistas destaca la escasa autocr¨ªtica. S¨®lo Terribas se plantea que quiz¨¢s algo se est¨¢ haciendo mal, pero en general se muestran satisfechos con la labor que desarrollan y con el g¨¦nero period¨ªstico que practican, aunque alguno distinga, como es habitual en Catalu?a, tr¨¢tese de lo que se trate, entre las tertulias catalanas y las de Madrit, obviamente con la intenci¨®n de dejar entrever ¡ªcomo un ¡°hecho diferencial¡± m¨¢s¡ª el saldo netamente favorable a las catalanas, por cierto una cuesti¨®n ¡°m¨¢s que dudosa¡±, que es una manera de decir, educadamente, ¡°a mi parecer equivocada¡±, ya que de todo hay ¡ªaqu¨ª y all¨¢¡ª en la vi?a del Se?or. Pero vayamos a tratar del g¨¦nero tertulia, de algunas de sus virtudes y defectos.
No hay duda que, en principio, se trata de un g¨¦nero period¨ªstico estupendo: informativo, educativo y divertido. A mi manera de ver, una buena tertulia es una gozada: las de radio se pueden escuchar en cualquier parte, en el cuarto de ba?o, en el coche, y mediante auriculares en el metro, el autob¨²s o caminando por las calles; las televisivas, menos f¨¢ciles de ver, son ideales mientras desayunas, cenas, tomas una copa o te repantingas en un sill¨®n antes de ir a dormir. En conclusi¨®n, las tertulias hacen compa?¨ªa, una compa?¨ªa instructiva, a cualquier hora del d¨ªa.
Ahora bien, para que eso sea as¨ª, deben cumplirse, como m¨ªnimo, tres condiciones. En primer lugar, los tertulianos ¡ªfea palabra, siento emplearla¡ª deben saber de que hablan, es decir, deben tener conocimiento del tema. No siempre sucede. Por supuesto, no pedimos que todos sepan de todo, lo cual es imposible, pero por lo menos uno de los participantes debe tener conocimientos solventes sobre la cuesti¨®n de la cual se trata. Y si no es as¨ª, lo prudente es callarse, limitarse a plantear preguntas sin arriesgarse a dar respuestas, darse un plazo para responder una vez se tenga criterio. Pero no disponer de soluciones para todo suele estar mal visto.
Un amigo m¨ªo, catedr¨¢tico de Filosof¨ªa del Derecho en una universidad andaluza, enfrentado a una materia sobre la cual no ten¨ªa opini¨®n por falta de conocimientos, lo confes¨® abiertamente en una tertulia a la que acud¨ªa con regularidad: ¡°Sobre esta cuesti¨®n no puedo opinar porque desconozco de qu¨¦ se trata¡±. Una respuesta l¨²cida y honesta en cualquier debate, en cualquier conversaci¨®n. Pues bien, no volvieron a invitarle, por lo visto no serv¨ªa para su cometido, hay que opinar sobre todo aunque no sepas nada. Este es un primer grave defecto de muchas tertulias.
Una segunda condici¨®n es que la tertulia debe ser plural. Cuando se usa esta palabra siempre uno piensa en el pluralismo ideol¨®gico, pol¨ªtico o, incluso, partidista. Y es cierto que en una tertulia generalista, en la que se tratan continuamente cuestiones pol¨ªticas, ello debe ser as¨ª: el espectador debe escuchar puntos de vista diversos sobre cuestiones pol¨ªticamente discutibles. Pero tambi¨¦n hay otro tipo de pluralismo tanto o m¨¢s importante: en la medida de lo posible, las especialidades de los tertulianos deben combinarse para cubrir los diversos temas. No hace falta que sean aut¨¦nticos expertos, basta con que sean solventes. Entre los periodistas mismos hay especialidades: pol¨ªtica (internacional, nacional, local), econom¨ªa, cultura, deporte¡ Este es el nivel m¨ªnimo apropiado para una tertulia. No siempre se alcanza.
La tercera condici¨®n, quiz¨¢s la m¨¢s importante, los tertulianos deben respetarse mutuamente y las opiniones de cada uno, por muy discrepantes que sean, deben estar suficientemente argumentadas y formularse siempre con las cautelas y dudas propias de toda persona culta y razonable, aquella que sabe que puede estar equivocada, que las cuestiones son casi siempre muy complejas y la soluciones, si es preciso, revisables. S¨®lo los ignorantes, que a menudo son fan¨¢ticos, est¨¢n seguros de poseer la verdad. Por eso, normalmente, son los que m¨¢s hablan y m¨¢s gritan e interrumpen. El ejemplo que dan es p¨¦simo: en lugar de dar razones excitan las pasiones y los sentimientos, consideran que ciertas creencias no pueden ponerse en duda. Ah¨ª las tertulias degeneran, dan un mal ejemplo de c¨®mo deben comportarse los ciudadanos en sociedad seg¨²n las normas que regulan la convivencia.
?Cumplen las tertulias estas condiciones? Hay de todo. No es f¨¢cil cumplirlas a plena satisfacci¨®n. Pero algunas se esfuerzan en cultivar el rigor, el pluralismo, el respeto a la verdad. En otros casos, es visible todo lo contrario: exhiben ignorancia, sectarismo y mala educaci¨®n. Vean y escuchen tertulias, juzguen ustedes a los tertulianos y, sobre todo, a los directores de los programas. Aplicando estos criterios sabr¨¢n si educan.
Francesc de Carreras es profesor de Derecho Constitucional.
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