¡°No s¨¦ c¨®mo volver a clase despu¨¦s de lo que ha pasado¡±

¡°Abel, gracias por esta semana contigo y por tus ense?anzas. L¨¢stima que todo acabara as¨ª. Nos has protegido hasta el final y has sido muy valiente. Siempre recordar¨¦ tu valent¨ªa y tus conocimientos. Un beso, Ainhoa¡±. Esta nota, escrita por una alumna de segundo de ESO, adorna la entrada al instituto barcelon¨¦s Joan Fuster junto con decenas de velas, dibujos y cartas de condolencia. Es el centro donde el pasado lunes un estudiante de 13 a?os mat¨® al profesor Abel Mart¨ªnez, de 35 a?os, e hiri¨® a otras cuatro personas. El instituto abri¨® ayer sus puertas para recibir de nuevo a los estudiantes tras una jornada de ayuda psicol¨®gica para alumnos y docentes.

Antes de las ocho de la ma?ana un goteo de estudiantes fue llegando al centro, ubicado en Navas, un barrio de clase media atravesado por la Avenida Meridiana. Cerca de all¨ª ocurri¨® otra de las tragedias m¨¢s tristes de la historia de Espa?a: el atentado del Hipercor en 1987. La de ayer no fue la t¨ªpica entrada a clase, acompa?ada de bullicio. No hab¨ªa canciones sonando en el altavoz de los tel¨¦fonos m¨®viles, ni bromas. Las conversaciones eran en voz baja, como cuando se est¨¢ en el sal¨®n de la casa de un desconocido.

El desasosiego y la consternaci¨®n invad¨ªan la atm¨®sfera. Aunque muchos de los estudiantes hab¨ªan dejado en sus armarios las prendas oscuras que hab¨ªan vestido el d¨ªa anterior para volver a los vaqueros rotos y las camisetas con estampados de tiras c¨®micas de siempre, era f¨¢cil ver que estaban de luto. Una sensaci¨®n que tambi¨¦n se reflejaba en las cartas que adornaban la puerta: ¡°No hay palabras para explicar la tragedia¡±. Antes de entrar para v¨¦rselas con las matem¨¢ticas o la lengua, algunos paraban para volver a encender las velas apagadas.

¡°Hemos hecho un trabajo de poner en com¨²n lo que sentimos, no como individuos, sino como comunidad educativa¡±, explic¨® una de las psic¨®logas que particip¨® en el dispositivo de atenci¨®n del martes y que seguir¨¢ en el centro unos d¨ªas para los alumnos que lo necesiten. ¡°Los profesores lo llevan con mayor dificultad¡±, agrega uno de sus compa?eros. ¡°No s¨¦ como volver a clase despu¨¦s de lo que ha pasado¡±, expresaba una profesora en otra de las notas de la puerta. Ambos psic¨®logos concuerdan con que la comunidad educativa est¨¢ respondiendo de una manera ¡°ejemplar¡±. Pero la lucha para volver a la normalidad ser¨¢ larga. A¨²n est¨¢ pendiente un acto oficial de despedida del fallecido.

Una vez m¨¢s, los estudiantes de bachillerato pusieron una gran pancarta, a modo de pantalla, para impedir que las c¨¢maras,¡ªmuchas menos ayer que en los dos d¨ªas anteriores¡ª enfocaran a los alumnos que entraban al centro y alg¨²n profesor vigilaba desde lejos. ¡°Exigimos respecto a nuestra intimidad¡±, dec¨ªa el letrero. Con mucha menos hostilidad que en los dos d¨ªas anteriores, unos reivindicaban su derecho a la intimidad y otros a la informaci¨®n. Un debate que, por estos d¨ªas, profesionales de todos los campos piden volver a abrir.

Tras el sonido del timbre, a las 8.10, las puertas se cerraron puntualmente. Pocos estudiantes llegaron acompa?ados de sus padres, a diferencia de los dos d¨ªas anteriores, cuando tras la tragedia se ve¨ªa a ni?os y adultos nerviosos y tan abrazados que parec¨ªa que no se quer¨ªan soltar nunca. Ayer ten¨ªan que ir solos al insti. La vida, aunque haya que luchar, tiene que seguir.