El oficio m¨¢s antiguo
Resulta muy llamativo que el grueso de los m¨¢s recientes supuestos corruptos en el panorama valenciano sean varones y beatos de comuni¨®n diaria
Al contrario de lo que supone tanto putero de vocaci¨®n, el oficio m¨¢s antiguo del mundo no es el de la prostituci¨®n femenina sino el de los tipos que recompensaron con dineros o en especie a tantas mujeres que no ten¨ªan nada que ofrecer (o eso cre¨ªan, as¨ª que ser¨ªa cierto) al mercado salvo su cuerpo. Bien es verdad que no se sabe bien qu¨¦ fue primero, si el corrupto o el corruptor. Pero llama la atenci¨®n que cuando Mois¨¦s despacha con Dios en lo m¨¢s alto de los cielos regresa de tan celestial encuentro con unas Tablas de la Ley en las que se enumeran cierto n¨²mero de prohibiciones que afectan sobre todo a lo m¨¢s humano de la conducta humana. Se ve que ya por entonces hab¨ªa cierta confusi¨®n entre la bondad diocesana y las necesidades del personal. Y eso por no entrar en el pantanoso territorio de la definici¨®n de ciertas conductas como pecaminosas. ?Qu¨¦ procesi¨®n de fantasmas! M¨¢s dif¨ªcil de entender es que Dios nos creara a su imagen y semejanza sin prever que, desde Ad¨¢n y Eva, y ya hace a?os de eso, todos ¨ªbamos a fallarle, hasta el punto de que, en el colmo de su irritaci¨®n, decret¨® un Diluvio Universal gestionado por el borrachito No¨¦ que habr¨ªa de sanear entre la d¨ªscola marea tanto estropicio moral. Pero aconteci¨® que tampoco tan espectacular argucia sirvi¨® para mucho, de modo que despu¨¦s de que bajara la marea hubo que articular artima?as de efecto m¨¢s dom¨¦stico, como las plagas de Egipto, a fin de que la tozudez humana se enterase al fin de lo que val¨ªa un peine. A fin de cuentas, puede decirse que el oficio m¨¢s antiguo es el Dios.
Pues bien, ni siquiera en eso tan nimio acert¨® el Alt¨ªsimo de entonces, y menos todav¨ªa en la terrible sucesi¨®n de sus representantes en la Tierra. Se ve que muy listo no era el hombre. Qu¨¦ se le va a hacer. Olvidarlo quiz¨¢s. Pero c¨®mo hacerlo cuando uno de sus m¨¢s fieles lugartenientes, ya jubilado, el tal Rouco Varela, se ha hecho con una casa de ensue?o para ir acostumbr¨¢ndose a las delicias que le esperan en los cielos una vez finalicen en la gloria sus ¨²ltimas atrocidades en la tierra, mientras aqu¨ª hay mucha gente que no puede ni comer y que a veces, como por descuido, ha adquirido el h¨¢bito de morir en su casa helada, apenas calentada por velas tal vez hurtadas en los templos, en lugar de elegir una muerte calentita en los infiernos. M¨¢s raz¨®n de la que cree ten¨ªa Sartre al afirmar que el infierno son los otros. O Juan Benet, cuando dec¨ªa que siempre perdurar¨¢n los actos punibles y solo la culpa acierta a dotar de sentido a la conducta.
Y as¨ª como Albert Camus constat¨®, con una mezcla de pena y de incomprensi¨®n metaf¨ªsica, que los hombres mueren y no son felices, resulta tambi¨¦n muy llamativo que el grueso de los m¨¢s recientes supuestos corruptos en el panorama valenciano sean varones y beatos de comuni¨®n diaria, como Juan Cotino y tantos otros, por lo que cabe suponer que delegan en una confesi¨®n terminal su vuelo hacia el cielo que les tienen prometido, circunstancia que no basta para explicar a santo de qu¨¦ la Iglesia a la que se acogen no los excomulga uno tras otro hasta que cojan el moreno no en playas de lujo sino entre llamas tan infernales como las de la Crem¨¤ de las Fallas, por lo mismo que cuesta entender que los partidos pol¨ªticos no siempre se desprendan de ellos a tiempo completo. As¨ª que, por lo dicho como por lo queda por decir, no resulta f¨¢cil determinar cu¨¢l es o podr¨ªa ser el oficio humano m¨¢s antiguo del mundo, aunque tal vez siempre estuvo vinculado a la corrupci¨®n, y por eso la torre de Babel tambi¨¦n qued¨® inconclusa.
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