La democracia amaestrada
En la actual crisis pol¨ªtica, Catalu?a es un laboratorio peculiar porque el bipartidismo dej¨® de existir hace ya m¨¢s de diez a?os
Desde los grandes partidos espa?oles hay tendencia a creer que el desconcierto pol¨ªtico actual es fruto de la crisis econ¨®mica y que una vez superada ¡ªaqu¨ª tendr¨ªamos que discutir qu¨¦ se entiende por tal¡ª las aguas volver¨¢n al bipartidismo como modelo ¨®ptimo de una democracia amaestrada. Es una interpretaci¨®n conservadora que cifra su estrategia en resistir y defiende un modelo muy cerrado de democracia que utiliza el Derecho como muralla del castillo y no como marco compartido. Desde otros sectores econ¨®micos o intelectuales, se defiende lo contrario: la crisis pol¨ªtica no se debe a la crisis social y econ¨®mica, sino a la incompetencia de los dirigentes pol¨ªticos. Me parece una versi¨®n tan parcial como la primera, con la que comparte el vicio de la simplificaci¨®n: si conseguimos renovar la actual clase pol¨ªtica lo dem¨¢s se dar¨¢ por a?adidura. Vana ilusi¨®n.
Los comportamientos pol¨ªticos que hoy se critican no se entienden sin la evoluci¨®n del sistema econ¨®mico-social que ha favorecido la colusi¨®n entre pol¨ªtica y dinero. La crisis sac¨® a relucir los efectos demoledores de las hegemon¨ªas labradas a partir de finales de los noventa. Con el salto del capitalismo industrial al financiero, una clase obrera dividida y unas clases populares sometidas al espejismo de los valores de las clases medias perdieron su capacidad de intimidaci¨®n y la socialdemocracia, eclipsada y atra¨ªda por el discurso de la derecha, dej¨® de ser alternativa real. Resultado: una democracia descolorida, amparada en la cultura de la indiferencia que la emergencia de nuevos movimientos sociales ha empezado a romper.
Y ah¨ª estamos, con el cambio en boca de todos, entre la resistencia de los partidos de siempre y la dificultad de los nuevos para alumbrar v¨ªas de innovaci¨®n que abran perspectivas cre¨ªbles y deseables. Dice el t¨®pico que hoy el 90% del ¨¦xito pol¨ªtico est¨¢ en la comunicaci¨®n. Puede que los nuevos sean m¨¢s h¨¢biles en las redes que los viejos, pero el combate todav¨ªa se dirime, en gran parte, en los medios tradicionales. Y estos, especialmente la televisi¨®n, superado el impacto inicial de los nuevos rostros, tienden a acomodar a los actores en el especio reducido de lo que algunos llaman el sentido com¨²n. Es tan errado negar la realidad cotidiana con el triunfalismo de los datos, al modo del PP, como desdibujar el discurso propio con la pretensi¨®n de atraer a m¨¢s gente, al estilo Podemos. En ambos casos entre la palabra y la ciudadan¨ªa crece el vac¨ªo. Los presuntos radicales o innovadores han asumido el argumento de los conservadores: el electorado es moderado y no quiere riesgos, prudencia en las propuestas. Los viejos partidos gozan de una gran capacidad de resistencia, por su implantaci¨®n y por el apoyo de los poderes econ¨®micos y medi¨¢ticos. Y los nuevos cuentan con la baza del fatalismo del cambio, pero les falta implantaci¨®n, atrevimiento y una imagen de solidez suficiente para poder plantear el desaf¨ªo sin miedo a asustar.
La independencia se ha consolidado en la agenda pol¨ªtica, de marginal ha pasado a proyecto referencial
En este contexto, Catalu?a es un laboratorio peculiar, porque el bipartidismo dej¨® de existir hace ya m¨¢s de diez a?os; porque el eje derecha/izquierda siempre se ha solapado con el eje identitario o de pertenencia, afectando a las naturales alianzas entre partidos conservadores espa?oles y catalanes, a las que la Converg¨¨ncia i Uni¨® cl¨¢sica no fall¨® nunca; y porque cuenta con la ¨²nica propuesta que no es reformista, sino de ruptura: la independencia. Y las encuestas dibujan corrimientos de fondo.
La independencia se ha consolidado en la agenda pol¨ªtica, de marginal ha pasado a proyecto referencial. Pero ha cambiado las relaciones de fuerza en los dos ejes principales. En el terreno identitario el nacionalismo conservador sigue cayendo en beneficio del independentismo de izquierdas, y su alter ego, el socialismo federalista, camina peligrosamente hacia la marginalidad. Ambos pagan el descr¨¦dito del r¨¦gimen pujolista que les herman¨®.
La reacci¨®n contra la independencia no la capitalizan el PP ni el PSOE, arrastrados por la crisis del sistema. El PP es tan ajeno a Catalu?a que ni siquiera sirve como instrumento contra el secesionismo. El PSC perdi¨® el oremus el d¨ªa que, en plena borrachera de poder, se crey¨® que era el partido que mejor representaba las diferentes sensibilidades del pa¨ªs. Uno de los nuevos, Ciudadanos, con denominaci¨®n de origen catalana, se ha hecho con el liderazgo del voto unionista.
En el eje derecha/izquierda, la opci¨®n rupturista de CiU descalabra el mapa, porque el conservadurismo catal¨¢n no sabe ahora a qui¨¦n encomendarse. Uni¨® vacila, Ciudadanos suma. El PSC ha perdido la condici¨®n de referente de la izquierda. Ahora la mano la tiene Esquerra, mientras Iniciativa per Catalunya busca la metamorfosis en los partidos surgidos de los movimientos sociales, que ganan protagonismo. Es probable que el ciclo electoral acabe en frustraciones porque los programas de m¨¢ximos encallen, pero, en Catalu?a, el sistema pol¨ªtico vive un baldeo que s¨®lo es el inicio de mutaciones m¨¢s grandes. Parec¨ªa que la irrupci¨®n del independentismo simplificar¨ªa el escenario y lo ha complicado sensiblemente. Moraleja: lo viejo se resquebraja, pero lo nuevo no acaba de tomar cuerpo.
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