El miedo como ideolog¨ªa
Los ide¨®logos del miedo se distinguen por su propio miedo al cambio. Ning¨²n partido progresista plantea la toma del Palacio de Invierno
Hoy nadie puede negar que en la pol¨ªtica el miedo sea un factor distorsionador. Hoy el miedo se ha puesto de moda entre el consorcio de las ¨¦lites financieras en s¨®lida connivencia con las pol¨ªticas. Puestas as¨ª las cosas, nada mejor entonces que unas dosis de p¨¢nico bien dosificado para ir convirtiendo un c¨²mulo de esperanzas en material de desecho. Bien es verdad que hay miedos y miedos. Los ni?os, por ejemplo, tienen mucha raz¨®n de solidarizarse con el miedo de Caperucita al lobo feroz, porque no hay miedo m¨¢s real que el imaginario. Luego hay un miedo sensato, incluso dir¨ªa que estad¨ªstico, que es el que te indica que no viajes, por si las moscas, a visitar Bagdad. O la capital del Yemen. Los que recurren al miedo como argumento de disuasi¨®n, cuando no de exterminio de toda posibilidad de luz al final del tortuoso t¨²nel del neoliberalismo, saben muy bien lo que hacen.
?El ejemplo m¨¢s meridiano lo hemos podido observar en las elecciones brit¨¢nicas. Los conservadores obtienen una mayor¨ªa absoluta en el Parlamento (con el 36% de los votos, que eso s¨ª que da miedo: me refiero al sistema electoral ingl¨¦s, que hace que un partido, aunque no nos guste su color, con cuatro millones de votos obtenga un solo diputado), y en virtud de ese sorprendente resultado obligan al d¨ªa siguiente al principal partido perdedor, el laborismo, a replantearse su programa pol¨ªtico y vislumbrar la posibilidad de escorarse un poco m¨¢s al centro, traicionando su ideario de partido progresista, para pr¨®ximas convocatorias.
En Espa?a las cosas van por el mismo camino. Y en Catalu?a tambi¨¦n. Los partidos que han decidido ganar estas elecciones municipales con el ¨²nico objetivo de paliar la lacerante incertidumbre que se ha apoderado de la juventud y la desigualdad que poco a poco va cronific¨¢ndose tienen que luchar tambi¨¦n contra los que aprovechan la oportunidad de unas urnas para colar su machacona idea de una tierra de promisi¨®n. Y contra una forma de gestionar los recursos p¨²blicos en beneficio propio, de amigos o de familiares.
Tanto a Mariano Rajoy como a Artur Mas les interesan mucho los comicios del 24 de mayo. Seg¨²n sus resultados podr¨¢n dise?ar y poner a punto las maquinarias de sus respectivas campa?as para ganar las pr¨®ximas elecciones auton¨®micas (en Catalu?a, probablemente el 27 de septiembre), y las generales previstas para finales del 2015. Es probable que ni el presidente del Gobierno ni el presidente de la Generalitat necesiten el asesoramiento antiprogresista del polit¨®logo australiano Lynton Crosby, tambi¨¦n conocido con los jocosos apelativos de Mago de Oz o el Rottwiler tory, para meternos el miedo en el cuerpo. El Mago de Oz lleg¨® a calificar a los laboristas brit¨¢nicos como marxistas recalcitrantes, gente peligrosa que lo primero que har¨ªa, si gobernara, ser¨ªa invadir la Gran Breta?a con inmigrantes del Este (gente todav¨ªa m¨¢s temible) y acabar con el ¨¦xito econ¨®mico del reino. Esto lo dijo en 2013. Mariano Rajoy y Artur Mas se bastan con sus asesores patrios para hacer cundir el p¨¢nico.
Los ide¨®logos del miedo se caracterizan por su propio miedo al cambio. Ning¨²n partido progresista, ll¨¢mese Iniciativa o Podemos o Podem o Proc¨¦s Constituent, apelan a la toma del Palacio de Invierno. Solo piden un cambio. ?Hace falta una revoluci¨®n para que un trabajador o un empleado de banca tengan un sueldo y un contrato de trabajo justos? Solo diagnostican lo que nos espera al final del ideario neoliberal: un darwinismo m¨¢s descarnado, una mayor mercantilizaci¨®n de nuestras vidas y desregulaciones para todos los gustos depredadores.
En marzo de 1982, la revista The Atlantic Monthly public¨® un art¨ªculo de los arquitectos y urbanistas Wilson y Kelling titulado Ventanas rotas. Con el tiempo, dicho art¨ªculo se convirti¨® en ¡°la Teor¨ªa de las ventanas rotas¡±. Esta teor¨ªa sostiene que si en una banqueta p¨²blica alguien deposita una bolsa de desperdicios, es altamente probable que otros hagan lo mismo y as¨ª hasta hacer imposible el uso de dicho mobiliario para algo que no fuera un improvisado contenedor de basura. La teor¨ªa impele a quitar r¨¢pidamente la primera bolsa, y as¨ª evitar que alguien interprete que la banqueta es un lugar muy apropiado para dejar inmundicias. ?Cu¨¢nta miseria sist¨¦mica y cu¨¢nto miedo al desamparo social nos hubi¨¦ramos ahorrado con solo aplicar esta teor¨ªa al menor s¨ªntoma de especulaci¨®n financiera que se hubiera oteado!
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