La verbena aer¨®bica
El septeto catal¨¢n aporta poco al consabido mestizaje festivo, pero su compromiso con la diversi¨®n y la adrenalina es innegable
Que los conciertos de La Pegatina no son un evento musical al uso sino un jolgorio en toda regla se barrunta desde los mismos proleg¨®menos, con el p¨²blico alborotado como en un campo de f¨²tbol, y se corrobora cuando la banda dispara toneladas de confeti y serpentinas apenas un minuto despu¨¦s de salir a escena. Sin gozar a¨²n en la meseta del predicamento de que disfrutan por latitudes mediterr¨¢neas, los catalanes casi llenaron el jueves la Joy Eslava con el estreno de su nueva entrega, Revulsiu, y dedicaron dos horas bien cumplidas a explayarse con su rumba de efecto instant¨¢neo y sudorina profusa. El bullanguero septeto en ning¨²n momento ha descubierto la p¨®lvora a lo largo de sus ya 12 a?os de trayectoria, y hasta puede acabar resultando mucho m¨¢s reiterativo que simp¨¢tico, pero hay algo innegable: la efectividad de su llamada al hedonismo y su m¨¢s que honroso compromiso con el espect¨¢culo.
Es f¨¢cil comulgar con ese punto mestizo, comprometido y buenrollista de La Pegatina igual que lo era en el caso de Manu Chao, al menos antes de que se volviese reiterativo y anodino. A Rub¨¦n Sierra, Adri¨¤ Salas y el resto de la panda les encanta poner los puntos (en forma de estrella de cinco puntas) sobre las ¨ªes, aunque no deja de sorprender que un colectivo de valent¨ªa reivindicativa, que denuncia desde las tablas ¡°esta puta peste que tenemos en el Gobierno¡±, se incline a menudo por unas letras tan inanes. Sus exaltaciones l¨ªricas de las cogorzas o el lac¨®n con grelos no son lo que se entiende por ingenio popular. Es m¨¢s: por contraste, elevan a Macaco a una suerte de Confucio.
Tambi¨¦n parecen facilones otros recursos, desde invitar a una muchacha al escenario para regalarle una mu?eca chochona (ah, no, un DVD) a engalanar la bater¨ªa con bombillitas de muchos colores, como en las mejores ferias. Pero ya avisamos antes de que no se dirim¨ªa estrictamente un concierto, sino una verbena aer¨®bica, una m¨¢s que meritoria exhibici¨®n de poder¨ªo f¨ªsico. Solo as¨ª se pueden encadenar casi 40 canciones sin perder el resuello, del mismo modo que los asistentes demostraban una envidiable salud vertebral para embarcarse en docenas de pogos salvajes. En lo musical, t¨ªtulos como Ni chicha ni limon¨¢ o Nada que decir resultan dolorosamente premonitorios. En lo visceral, emanar riadas de adrenalina, corear a voz en cuello y hasta descamisarse puede sentar la mar de bien.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.