Cuando Urkullu se arremanga
El lehendakari fue el primero en instar a un cambio de gobierno en Gipuzkoa y se ha volcado con un discurso intencionado hasta conseguirlo
I?igo Urkullu hace lo que se propone. Sin alharacas, pero dejando huella. Deber¨ªa entenderse ya como una parte adherente a su estilo. Por eso convendr¨ªa recordar que? mucho antes de iniciarse la campa?a fue el primero en desafiar a EH Bildu -con quien mantiene un enquistado alejamiento- al instar a un cambio de gobierno en Gipuzkoa.
Fue toda una premonici¨®n de sus intenciones. Lo hizo sin rodeos y en m¨¢s de una ocasi¨®n, con la severidad de que se acompa?a y pr¨¢cticamente como si fuera una necesidad de pa¨ªs. Y se ha volcado en el intento hasta conseguirlo como parte activa de un vuelco electoral inesperado para casi todos -sondeos incluidos- que, desde luego, sumerge a la coalici¨®n soberanista en una obligada reflexi¨®n estrat¨¦gica.
El lehendakari se ha arremangado en esta campa?a, como lo hizo en las anteriores auton¨®micas en ?lava para mitigar los efectos perniciosos del esc¨¢ndalo De Miguel que tanto le indign¨®. Fue una demostraci¨®n expresa de su pragmatismo. Entonces, Urkullu cruz¨® varias veces el territorio alav¨¦s para apuntalar con su discurso las inevitables fugas de desconfianza electoral que tem¨ªa se iban a producir por la corrupci¨®n personalizada de un grupo de afiliados del PNV, alineados al sector m¨¢s soberanista del partido.
Ante el 24-M, igual que hace tres a?os, Urkullu ha antepuesto en su estrategia la salida de la crisis a cualquier devaneo pol¨ªtico. Lejos de replicar las embestidas sobre reivindicaciones del conflicto pendiente, embutido en su responsabilidad institucional, el lehendakari se ha afanado por contraponer dos modelos de acci¨®n que contribuyeran a desnivelar el sentido del voto, principalmente en Gipuzkoa. En sus m¨²ltiples m¨ªtines, ha proyectado hasta el l¨ªmite la capacidad real de su partido, capacitado para buscar soluciones a la adversa coyuntura econ¨®mica, frente al sistema impositivo de EH Bildu, enmara?ado en absurdos conflictos y rechazos populares.
La conjunci¨®n de intereses entre Ortuzar y Urkullu se ha plasmado m¨¢s que nunca en esta campa?a. En ella se ha asistido a un discurso unitario sin fisuras -quiz¨¢ por primera vez en d¨¦cadas- al que se ha adherido complaciente el PNV de Gipuzkoa, posiblemente porque sab¨ªa cu¨¢nto se jugaba en el envite. Sin duda, la apelaci¨®n al voto ¨²til -al que han colaborado indirectamente PSE y PP por su cruzada antiBildu- no dejaba resquicio alguno para aflorar delirios soberanistas. No es el momento, vaya.
Bien es cierto que para garantizarse la tranquilidad en el arranque de una legislatura? el PNV deber¨¢ esperar a una resoluci¨®n judicial positiva del caso Bidegi. De momento, ya ha ganado la afrenta pol¨ªtica que EH Bildu le ha venido planteando mediante una ofensiva tan err¨®nea como interesada en medio de una agria campa?a. El votante se ha adelantado a los jueces.
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