Dif¨ªcil de entender
I?aki Gonz¨¢lez ingresar¨¢ en prisi¨®n despu¨¦s de que su principal acusador haya reconocido p¨²blicamente que es inocente
La Justicia se hace dif¨ªcil de entender. Y eso no es bueno. Si una persona es considerada inocente por quien previamente le ha acusado parece evidente a ras de acera que no puede ser encarcelada. En Bilbao, est¨¢ a punto de ocurrir semejante injusticia. I?aki Gonz¨¢lez, un controvertido asesor fiscal, va a ingresar en prisi¨®n para cumplir una pena porque el sistema judicial hace o¨ªdos sordos a la sincera declaraci¨®n del abogado acusador que le considera claramente inocente.
Es dif¨ªcil de sostener tama?a paradoja que castiga la libertad individual con la dura pena de la c¨¢rcel porque ni siquiera contempla el beneficio de la duda. I?aki Gonz¨¢lez ingresar¨¢ en su celda con el convencimiento de que es inocente, como mantienen por norma la mayor¨ªa de los acusados. Pero en su caso cuenta con la confesi¨®n voluntaria de quien maniobr¨® con acierto ante la sala y que le considera exonerado de toda culpabilidad.
?Hasta qu¨¦ punto queda en rid¨ªculo el juez del caso? ?Fue incapaz de percatarse de las arteras maniobras de la acusaci¨®n? ?Nadie se atreve a admitir una revisi¨®n de caso m¨¢s all¨¢ de las disposiciones ordinarias? ?Por qu¨¦ no se ha tomado declaraci¨®n al abogado que reconoce meses despu¨¦s del fallo la inocencia del condenado? ?No es una cuesti¨®n de alarma social encarcelar a una persona que su acusado le considera inocente?
Bien es cierto que Gonz¨¢lez no ha tenido suerte en las coordenadas temporales de su condena. En medio de folcl¨®ricas peticiones de indulto -Ortega Cano, por ejemplo-, atenazado un Gobierno central por las acusaciones de corrupci¨®n, es f¨¢cilmente comprensible que el Ministerio de Justicia huya de las medidas de gracia como gato escaldado. As¨ª se lavar¨¢n las manos y evitar¨¢n el m¨ªnimo rasgu?o pol¨ªtico, pero no se habr¨¢ hecho justicia.
Tiene Gonz¨¢lez el consuelo de su inocencia medi¨¢tica. Es el reconfortante moral propio de la confesi¨®n p¨²blica de un abogado que siente la amargura de una condena injusta a la que ha contribuido en el ejercicio estricto de su profesi¨®n sin que ni fiscal ni magistrado advirtiera -?o s¨ª?- de su mal¨¦vola estrategia. No obstante, deber¨¢ franquear la puerta de la prisi¨®n donde le espera la privaci¨®n de libertad.
?Es verdad lo que dice el abogado acusador? ?Y si mintiera, podr¨ªa actuar de oficio el Colegio de Abogados de Bizkaia ante semejante patra?a? ?Acaso incomoda en exceso el condenado y es preferible mirar hacia otro lado? ?Es posible que ninguna estructura judicial se sienta aludida por una confesi¨®n tan reveladora como at¨ªpica e inusual? No es recomendable para la salud democr¨¢tica de un Estado que la Justicia deje tantas preguntas sin resolver.
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