Arriba y abajo. Dentro y fuera
Estamos en otra concepci¨®n de la pol¨ªtica y de la democracia, basada en procesos de implicaci¨®n colectiva y personal en lo p¨²blico

Estos son algunos de los dilemas que surgen tras los resultados de las elecciones del 24M. ?Sigue teniendo sentido imaginar un funcionamiento de los partidos y de las instituciones que parta de la hip¨®tesis que los de arriba saben m¨¢s que los de abajo? ?Podemos seguir dividiendo la esfera de la pol¨ªtica entre los que la hacen dentro de las instituciones y aquellos que la practican fuera? Seguramente existen razones para mantener esas divisorias, pero podemos tambi¨¦n argumentar que hoy esos espacios o posiciones son m¨¢s objeto de tensi¨®n y de hibridaci¨®n que de delimitaciones radicales.
La progresiva democratizaci¨®n de la sociedad, conjugada con los procesos de transformaci¨®n tecnol¨®gica, de globalizaci¨®n econ¨®mica y de heterogeneidad cultural y social, han ido haciendo m¨¢s y m¨¢s complejos los problemas a afrontar por las instancias de poder pol¨ªtico. Nos encontramos a menudo con problemas que no son f¨¢ciles de diagnosticar y a¨²n menos de relacionarlos con soluciones claras. La diversificaci¨®n e individualizaci¨®n fragmenta intereses y por tanto convierte en m¨¢s dif¨ªcil el consenso social. Mientras que los avances cient¨ªficos y t¨¦cnicos, en vez de ayudarnos a resolver las dudas sobre qu¨¦ hacer, m¨¢s bien lo convierten en algo m¨¢s complejo, dada la gran pluralidad de aproximaciones y de perspectivas que constituye hoy la sociedad del conocimiento. Podr¨ªamos prescindir de la pol¨ªtica si estuvi¨¦ramos muy de acuerdo tanto social como t¨¦cnicamente sobre qu¨¦ hacer, pero m¨¢s bien estamos en una situaci¨®n absolutamente opuesta. A m¨¢s disenso social y menor acuerdo t¨¦cnico o cient¨ªfico, m¨¢s necesitamos la capacidad pol¨ªtica de encontrar soluciones viables, socialmente aceptables. Y cuanto m¨¢s abramos el debate, cuanto m¨¢s logremos implicar en el diagn¨®stico y en la soluci¨®n a ciudadanos y grupos e intereses, m¨¢s f¨¢cilmente encontraremos v¨ªas de avance aceptables para todos. No es solo un problema t¨¦cnico. No se trata de encontrar soluciones ¡°populares¡±. Se trata de asumir la complejidad y entender que la construcci¨®n colectiva de conocimiento, mezclando ¡°arriba¡± y ¡°abajo¡±, es hoy la mejor v¨ªa para afrontar lo que nos viene encima.
La nueva cultura pol¨ªtica? nace con los nuevos canales de comunicaci¨®n. Utiliza a su favor la facilidad de acceso a las redes sociales, sin renunciar a los medios convencionales.
En estas elecciones, los nuevos actores pol¨ªticos y las nuevas formaciones surgidas aqu¨ª o all¨ª subrayan que lo que estaba en juego era la necesidad imperiosa de recuperar la capacidad de decidir sobre lo que nos afecta, ante un secuestro de las instituciones que hab¨ªa ido reduciendo enormemente sus m¨¢rgenes de maniobra. Las experiencias de acci¨®n colectiva que se han ido sucediendo en los ¨²ltimos a?os han tratado de generar nuevas formas de articulaci¨®n y acci¨®n con las cuales comunicar y transmitir demandas, generar solidaridad e identidad entre sus miembros y, sobre todo, desafiar a sus adversarios. Estamos en una nueva cultura pol¨ªtica que ha nacido y se ha desplegado desde y a partir de los nuevos canales de comunicaci¨®n, entendiendo que pod¨ªa utilizar a su favor la gran facilidad de acceso que permiten las redes sociales, sin renunciar a estar presentes en los medios m¨¢s convencionales. Su hibridez y su heterodoxia les ha permitido llegar a grupos y personas muy distintas, sin dejar de usar la red en todas sus variantes. De esta manera, se ha ido consiguiendo generar un discurso alternativo al dominante que tend¨ªa a considerar como inevitable o imposible de modificar la realidad circundante.
Venimos de una ¨¦poca en la que ¡°hacer pol¨ªtica¡± se limitaba a ocuparse de lo que hac¨ªan los partidos pol¨ªticos, la actividad de las instituciones y las elecciones que permit¨ªan el acceso a las mismas. Pero estamos ahora en otro escenario. Sobre todo cuando ha ido extendi¨¦ndose la percepci¨®n de que crec¨ªa la distancia entre esa visi¨®n estrictamente profesional y corporativa del ¡°hacer pol¨ªtica¡± y lo que suced¨ªa en el entramado social. En los ¨²ltimos a?os, los ensayos, experiencias y pr¨¢cticas que han ido surgiendo desde ¡°abajo¡± y desde ¡°fuera¡± apuntan hacia otra concepci¨®n de la pol¨ªtica y de la democracia, basada en procesos de implicaci¨®n colectiva y personal en los asuntos p¨²blicos. Esa apropiaci¨®n de la pol¨ªtica, implica superar la visi¨®n estrictamente electoral-institucional, y engarzar con mecanismos de control y orientaci¨®n del poder que vayan m¨¢s all¨¢ de la mera transmisi¨®n de mandato o delegaci¨®n. Una democracia entendida como forma de vida. Menos jer¨¢rquica, menos formalizada y menos especializada.
Joan Subirats es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica de la UAB
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