Volver a los ochenta sin nostalgia
Spandau Ballet consigue llenar en su concierto en los jardines del palacio real
Nuevo llenazo en los jardines del palacio real de Pedralbes. Esta vez fueron Spandau Ballet los que consiguieron el pleno y que, adem¨¢s, repetir¨¢n concierto esta noche en el mismo recinto (todav¨ªa quedan entradas para esta segunda sesi¨®n).
El quinteto brit¨¢nico, convertido en sexteto sobre el escenario por el a?adido de un teclista, ofreci¨® un concierto impecable: dos horas de m¨²sica contagiosa y eminentemente bailable. Pr¨¢cticamente sin ning¨²n aderezo esc¨¦nico, solo la fachada del egregio edificio como tel¨®n de fondo, un par de ca?ones de humo y un juego de luces que viraba de los tonos azulados a los viol¨¢ceos, fueron repasando sus ¨¦xitos de anta?o en versiones directas y despojadas de cualquier connotaci¨®n nost¨¢lgica.
En Pedralbes los cinco miembros originales de Spandau Ballet sonaron actuales aunque la mayor¨ªa de los temas interpretados tuvieran m¨¢s de treinta a?os. Entre sus grandes e inapelables ¨¦xitos asom¨® alguna canci¨®n m¨¢s reciente que encajaba perfectamente con ese esp¨ªritu de volver a los ochenta pero huyendo de cualquier revivalismo. Sin duda el secreto de ese saber hacer se encuentra en la presencia del cantante Tony Hadley y de guitarrista Gary Kemp, verdaderos centros neur¨¢lgicos de la propuesta. Hadley posee una voz poderosa que el tiempo ha ido matizando y sabe utilizarla con elegancia, no sobrepasando nunca sus l¨ªmites. Igual sucede con la guitarra de Kemp (mejor ser¨ªa decir las guitarras ya que cambi¨® de instrumento pr¨¢cticamente para cada canci¨®n) de un sonido claro y penetrante con solos perfectamente medidos para no cansar a un p¨²blico que pensaba m¨¢s en bailar que en sutilezas guitarr¨ªsticas.
Y el p¨²blico bail¨®, por supuesto. Un p¨²blico que, como la propuesta esc¨¦nica, llevaba ya m¨¢s de tres d¨¦cadas ejerciendo de fans y que, a pesar de rondar los cincuenta, exteriorizaba su entusiasmo incluso con un cierto griter¨ªo cuando aparec¨ªan los temas m¨¢s populares. Un entusiasmo que se palp¨® ya desde el inicio pero fueron las primeras notas de Chant No.1 las que desataron los ¨¢nimos, la enorme bola de discoteca que colgaba del techo comenz¨® a girar y el p¨²blico dej¨® sus asientos para bailar bajo los destellos de peque?as lucecitas. Los jardines se convirtieron en una enorme discoteca bajo la luna y la cosa ya no decay¨® en la hora larga que quedaba de concierto.
Una intensidad r¨ªtmica que solo se rompi¨® con un par de magn¨ªficas versiones ac¨²sticas de Empty spaces y Gold, interpretadas en d¨²o por Hadley y Kemp. La entrega de la banda fue total, disfrutaban, se notabay se contagiaba, pero manteniendo siempre las formas: Hadley se afloj¨® el cuello de la camisa pero, a pesar de tenerla completamente empapada de sudor, no se quit¨® la americana en ning¨²n momento.
Un concierto alegre y bullicioso que acab¨® en apoteosis con revisiones de sus cl¨¢sicos Instinction, Lifeline, Communication y True antes concluir los bises con una repetici¨®n de Gold esta vez en tono el¨¦ctrico y con toda la banda. Y la gente bailando y cantando, es decir contenta y feliz.
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