Costureras contra el ¡®made in China¡¯
Talleres textiles de Galicia se al¨ªan contra la deslocalizaci¨®n hacia Asia fabricando prendas ecol¨®gicas para grandes marcas
M¨®nica Mosquera, que hered¨® en sus manos la maestr¨ªa de su madre al coser, lleva 15 a?os viendo c¨®mo el sector textil europeo se derrumba a su alrededor. Desde su taller en Ordes (A Coru?a) ha sido testigo de c¨®mo las multinacionales sustitu¨ªan la destreza gallega de las miles de espaldas encorvadas sobre las que levantaron su imperio por los ¨ªnfimos sueldos de trabajadores asi¨¢ticos explotados. Hoy, aliada con otras colegas y los socios del proyecto Latitude, se propone reconstruir la industria perdida, ofreciendo a las empresas lo que solo la aguja de las costureras de Galicia puede confeccionar: ropa de materiales ecol¨®gicos y de alta calidad.
Son cuatro los talleres que se han unido para empezar a trabajar en red y resucitar la industria, todos ubicados en esa zona cero del textil que es Ordes. A su lado, las costureras tienen a otra mujer que, como ejecutiva de una multinacional, presenci¨® los horrores de las f¨¢bricas a las que las glamurosas marcas de moda desplazaron la producci¨®n desde los ochenta. Mar¨ªa Almaz¨¢n, codirectora de Latitude, ha visto a ni?os asi¨¢ticos beber agua de r¨ªos te?idos del mismo color de temporada que los escaparates de las tiendas europeas. A operarios con las caras quemadas trabajando a destajo en salas de corte. A enfermos de silicosis por manejar sin protecci¨®n pistolas para desgastar vaqueros. ¡°Tras esa experiencia decid¨ª que no quer¨ªa que mi aportaci¨®n a la moda fuera esa. Un sector que quiere generar belleza no puede tener detr¨¢s algo as¨ª¡±, explica Almaz¨¢n en la sede de Latitude en Santiago de Compostela. La moda generaba en los noventa 400.000 empleos en Espa?a; hoy 170.000.
Latitude arranc¨® en octubre pasado para ofrecer prendas fabricadas con criterios sostenibles a empresas de moda de toda Europa y sus fundadores eligieron Galicia porque solo en este territorio y en Catalu?a quedaban escombros sobre los que cimentar la reconstrucci¨®n. En uni¨®n con los talleres, sus empleados se implican en todos los eslabones de la cadena (dise?o, tejidos, confecci¨®n, etiquetado y promoci¨®n comercial). ¡°Trabajar en Asia es facil¨ªsimo, te lo dan todo hecho. La labor de cohesionar todo el proceso aqu¨ª es ingente porque la red que hab¨ªa se rompi¨®¡±, apunta Almaz¨¢n. Latitude tiene en marcha cuatro colecciones y est¨¢ en conversaciones con 40 marcas.
El muestrario que se ofrece en bandeja a las marcas incluye fibras naturales como algod¨®n, c¨¢?amo, lino u ortigas; telas confeccionadas con restos triturados de otras telas y pa?os elaborados con botellas de pl¨¢stico. De cada cinco dise?adoras que tocan los g¨¦neros, cuenta Almaz¨¢n, a tres se les saltan las l¨¢grimas. A las creadoras mayores, porque vuelven a sentir los ¡°buenos materiales¡± que ¡°se dejaron cuando todo se empez¨® a hacer mal¡±. A las m¨¢s j¨®venes, por las posibilidades que los tejidos abren a su ingenio.
El proyecto tambi¨¦n se propone mejorar las condiciones laborales de esta profesi¨®n castigada, dise?ando talleres con ambientes habitables y sanos. La f¨¢brica de Mosquera da empleo a una plantilla variable de entre 20 y 45 personas, todas ellas mujeres, de 27 a 43 a?os, hijas de las costureras que subieron la moda gallega a las pasarelas. Uno de los retos es estabilizar la producci¨®n y el empleo de esta industria ¡°c¨ªclica¡±. Para afrontar las ¨¦pocas de baja demanda, buscan empresas que no fabriquen al dictado de la temporada y proyectan una l¨ªnea de merchandising sostenible.
Cada camiseta de un pedido de 5.000 prendas tra¨ªdo de China le cuesta a una empresa 1,5 euros, frente a los 7,5 de una made in Galicia. ?Est¨¢n los ciudadanos dispuestos a tener menos ropa y pagar m¨¢s por ella? Almaz¨¢n percibe una creciente oposici¨®n al modelo salvaje de producci¨®n textil, tanto en los consumidores como dentro de las multinacionales. El codirector de Latitude, Fernando Gago, esgrime que China ¡°ya no es lo que era¡± porque las demandas laborales de sus habitantes han empezado a subir los precios. El miedo econ¨®mico a la desaparici¨®n total del sector en Europa, las im¨¢genes de la f¨¢brica que se derrumb¨® en Banglad¨¦s en 2013 y el avance de las alergias ¡ª¡°el 80% de los qu¨ªmicos de s¨ªntesis que se usaban en los ochenta en textil y cosm¨¦tica est¨¢n ahora prohibidos¡±¡ª han abierto el camino hacia un cambio ¡°gradual¡±. Almaz¨¢n ve luz al final del t¨²nel: ¡°Nadie dir¨ªa hace cuatro a?os que Carrefour iba a tener cuatro pasillos de comida ecol¨®gica. Se empieza por lo que comes y despu¨¦s vendr¨¢ la ropa. Es la tendencia¡±.
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